Ayúdeme mi general, necesito tener un aumento de sueldo. Deme usted una constancia que diga que estuve bajo sus órdenes en alguna de las batallas de la Revolución...
Me permito compartirles algunos comentarios que tuve el privilegio de escuchar de personas que lo sabían directamente de los involucrados.
Saquen sus conclusiones.
Alejandro C. Manjarrez escribió al respecto:
“Valga aclarar que lo que enseguida relataré me fue comentado por don Gilberto Bosques para, así lo entendí entonces, referirlo cuando él ya no estuviera en este mundo. Lo que ese día me pareció una simple remembranza familiar, pasado el tiempo se convirtió en el antecedente histórico que tenía que publicarse debido a que forma parte de las decisiones del, a la sazón, presidente Lázaro Cárdenas.
Va pues, ésta que es una de las piezas que conforman la historia política de Puebla.
En alguno de los encuentros en la casa de don Gilberto Bosques , estando presentes mi esposa Manola y yo, Gilberto Bosques nos comentó con cierta congoja el acto de benevolencia militar que cambió el rumbo de la historia de este país. Nos dijo el maestro:
La Revolución sufrió un violento giro hacia la derecha.
Cárdenas había decidido nombrar a Manuel Ávila Camacho secretario de la defensa. En esas andaba don Lázaro cuando se encontró con que el ascenso a general de división no fue aceptado por el insobornable Consejo Militar. La causa: los grados que logró Manuel solo respondían a sus servicios administrativos. Recordemos que empezó como pagador de tropa.
Como en el registro de la Secretaría de la Defensa Nacional no existía ningún antecedente que demostrara que Manuel Ávila Camacho cumpliera con los requisitos para obtener el máximo grado militar, alguien por ahí le aconsejó que consiguiera una constancia que acreditara su participación en la lucha armada, aunque fuese en una sola batalla.
El documento tendría que estar firmado por alguno de los jefes revolucionarios.
Fue un general de apellido Quiroz, el que atendió la súplica del siempre terso y amigable teziuteco. Imagino que Quiroz escuchó de Manuel Avila Camacho algo así como; “Ayúdeme mi general, necesito tener un aumento de sueldo. Deme usted una constancia que diga que estuve bajo sus órdenes en alguna de las batallas de la Revolución. Al fin viejo y cansado, el corazón de aquel general se doblegó ante la petición de su paisano. “Ándele pues, supongo que le respondió, hazte el oficio que yo te lo firmo”. Y el documento se hizo.
Y se firmó la falsa constancia para que Ávila Camacho pudiera obtener el ascenso a divisionario y el “ansiado aumento de deberes”. Gracias a ello, Manuel llegó a ser Secretario de la Defensa primero y después Presidente de México.
¿Y por qué Avila Camacho y no el general Francisco J. Múgica?, le preguntamos a don Gilberto.
La misma pregunta le hice a Cárdenas, respondió el diplomático, me dijo que el gobierno de México necesitaba a un hombre concertador, a un caballero, a un negociador, a un ciudadano prudente y sin fobias políticas, que vivíamos en pleno proceso de liquidación por la expropiación de los pozos petroleros; y que el radicalismo de Múgica habría causado graves problemas con los países afectados, sobre todo con Estados Unidos.
El razonamiento cardenista tenía la lógica de la época. De ahí que pasara desapercibido el hecho de que parte de la carrera del nuevo presidente estuviera sustentada en un documento falso. De no haber existido ese papelito signado por un benévolo general, Ávila Camacho nunca hubiera ejercido el cargo que tuvo para, como lo consignó Gilberto Bosques, cambiar el rumbo de la Revolución Mexicana.
Gilberto Bosques en 1936 inició su campaña para gobernador del estado de Puebla.
Sobre esta etapa de su vida no se conoce mucho, tenía el apoyo mayoritario de los obreros y ciudadanos poblanos. Sin embargo, cuando disputaba la candidatura interna del Partido Nacional Revolucionario contra Maximino Ávila Camacho, sin que se supiera la razón desapareció de la vida pública, hasta que Cárdenas lo nombró Cónsul General de México en París Francia en 1939.
Sobre este acontecimiento mi esposo Alejandro C. Manjarrez escribió en su libro “La Puebla Variopinta”:
“Gilberto Bosques Saldivar, un hombre cuya rectitud y labor le ganaron reconocimiento en el mundo entero que, entre otras de sus acciones, salvó la vida de más de 40 mil personas perseguidas por Hitler, Mussolini y Franco (en Europa existen ciudades en las que para reconocer su valor, los ciudadanos pusieron el nombre de Gilberto Bosques a una de sus calles o plazas).
Antes de salir del país y desaparecer de Puebla Gilberto había ganado la postulación a gobernador, gracias al apoyo popular, precisamente contra Maximino Ávila Camacho.
¿Qué pasó? Pues nada, solo que Lázaro Cárdenas le pidió aceptar la decisión presidencial basada en el fuerte compromiso que el presidente tenía con Manuel Ávila Camacho su secretario de Defensa”.
Esto se lo dijo don Gilberto a Alejandro C Manjarrez y su hija Laura me comentó que fueron amigos de toda la vida.
Ningún resentimiento. Esta decisión se convirtió en una gran satisfacción para los seguidores del humanismo mundial. Puebla perdió, seguramente, un magnífico gobernador, pero el mundo ganó a un embajador humanista y valiente.
Como cosa extraña lo mismo le pasó a Francisco J. Múgica cuando quería ser Presidente y le pidió apoyo a Cárdenas este le solicitó que se retirara de la competencia, ya que tenía un gran compromiso con el mismo político, Manuel Ávila Camacho, y las razones fueron las mismas expresadas por Bosques en párrafos anteriores.
Eso mismo se lo comentó Múgica a mi padre, José Álvarez y Álvarez de la Cadena, su paisano, amigo y compañero en el Congreso Constituyente, solo que él sí le guardó resentimiento, porque habían sido compañeros de lucha y esperaba contar con su apoyo para la candidatura presidencial.
¿Por qué prescindió de dos hombres revolucionarios inteligentes, preparados y amantes de México, por compromisos con Manuel Ávila Camacho?
La fotografía muestra una manifestación de apoyo de los trabajadores a la precampaña de Gilberto Bosques para gobernador de Puebla.