El aviso...
La prensa poblana vivió días difíciles durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho, cuando escribir la verdad equivalía a firmar algo así como la sentencia de muerte. La escribió José Trinidad Mata, editor del semanario “Avance”, y por ello pagó con su vida. Nunca aparecieron los criminales, pero todas los poblanos sabían que el autor intelectual era el gobernador de Puebla.
El crimen contra Mata ocurrió cerca de San Martín Texmelucan, donde fue conducido por dos agentes de la policía dizque aprehendido por ser un peligroso anarquista. Días después, la misma policía descubrió el cadáver del periodista en algún paraje cercano al pueblo. Durante años el asesinato permaneció sin aclararse. No obstante llegaron a conocerse sus pormenores, gracias a que uno de los homicidas, de apellido Galina, con frecuencia lo presumía entre sus íntimos. El tipo, que no pudo aguantarse, dijo lo siguiente: “Lo llevamos al campo. Cuando le comunicamos que teníamos órdenes de matarlo, se le acabó el valor y entre lloriqueos nos rogó que le perdonáramos la vida, porque aún tenía hijos pequeños. Entonces “El Baby” y yo decidimos darle una oportunidad y le dijimos: desnúdese y córtese con este cuchillo para que le llevemos al general su ropa ensangrentada; después se echa a correr y se esfuma de Puebla. El periodista nos obedeció sin chistar; se hizo una profunda cortada en la pierna y pegó la carrera. En ese momento probamos nuestra puntería y don José Trinidad cayó como venadito herido de muerte”.
No cabe duda que los tiempos han cambiado, aunque el crimen siga siendo utilizado como último recurso para callar las denuncias en los periódicos: ahí está el de Manuel Buendía. Sin embargo, antes de la drástica medida y como preámbulo, se presentan otras menos dramáticas pero al fin represivas y atentatorias contra la libertad de prensa. Esto es, porque al poderoso siempre le incomoda la crítica y por ende los periodistas sin precio, incontrolables, en cuyas líneas ágatas se expongan denuncias.
La columna que escribo a diario siempre ha estado apegada a la verdad, lo cual– obvio– molesta y enoja a políticos y funcionarios públicos, cuyas acciones o trabajo los hacen merecedores de señalamientos y críticas escritas con el ánimo de alertarlos para que corrijan el rumbo. Mis comentarios de ninguna manera se ciñen a un criterio unilateral; menos aún obedecen a la directriz de un tercero. Siempre tratan de interpretar el sentir de la sociedad y están escritos bajo la premisa de probarse en el momento que sea necesario. Y aunque haya mucha tela de donde cortar, jamás comento, o me meto en la vida privada de los hombres públicos.
Respetado lector: escribo estas líneas porque últimamente he sido objeto de sofisticadas presiones; se han dado contra mi patrimonio y la empresa que dirijo: me siguen la pista a fin de bloquear los negocios que propongo o contrato. Y las personales aparecen a trasmano, con amenazas veladas o hurgando en mis actos comerciales, a fin de buscar la forma de tergiversar su legalidad para recomendarme con la ley.
Desafortunadamente para mis detractores, mi vida privada y profesional es honesta y trasparente. El quehacer periodístico –por ejemplo– nunca lo involucro con la actividad comercial. Por ello han fallado todas las intentonas diseñadas y puestas en práctica por funcionarios cuyo poder les permite controlar desde la ley hasta el patrimonio de los poblanos. Ocurrió en 1989, cuando trataron de involucrar con estratagemas a la litográfica donde imprimía la revista “La Crónica Política”. Posteriormente se dieron a la tarea de buscar litigios contra mí, después de que en 1991 publique el libro “Puebla el rostro olvidado”. Y ahora de nuevo aparecen, debido a la libertad con que escribo esta columna.
Como no encontrarán antecedentes o motivos que me conviertan en perseguido de la ley y dado que no deseo un final como el que tuvo Mata, quiero dejar en claro que si mi familia o yo somos objeto de violencia física es debido a las instrucciones del gobernador Mariano Piña Olaya y su asesor Alberto Jiménez Morales. A ambos funcionarios me permito comunicarles que seguiré con la misma tónica periodística que tanto los amohína. Espero que lo entiendan.
19/IX/1992