Esperemos, pues, que Juan Gabriel no sea objeto de una “Jetatura” y que para el Revolucionario Institucional todo resulte a pedir de boca
Un día, cuando Francisco Barrio Terrazas luchaba por obtener la gubernatura del estado de Chihuahua, acudió a su oficina de campaña un personaje de la farándula nacional.
–Le buscan a usted señor –dijo el ujier a don Pancho– ¿Quién es y qué quiere?– preguntó entonces el candidato en el preciso momento en que por el umbral de la puerta aparecía el rostro regordete del famoso cantante Juan Gabriel–.
Con esa melodiosa y quebradiza voz que le ha hecho tan famoso, a boca de jarro, Juanga le soltó a su casi paisano la siguiente frase:
–Señor Barrio, como yo sé que usted va a ganar, y como usted es el bueno, vengo a darle una pequeña colaboración. Estoy seguro que usted la va a necesitar y espero que le sirva.
Don Pancho –como le conocen sus paisanos– ni tardo ni perezoso acudió a la ventana de su privado conducido por la mano del ídolo de la canción.
–Ese es mi regalo, señor candidato– le dijo Juanga con una expresión tan coqueta como traviesa.
Obviamente Barrio no pudo ocultar su sorpresa; porque en primer lugar se sintió profundamente halagado por la distinción, y segundo porque debajo de su ventana, en la callé, descubrió una reluciente Suburban color blanco adornada con un enorme moño azul que le obsequiaba su admirador.
Con ese estilo bronco y cordial que ha hecho famosos a los norteños, el ahora gobernador de Chihuahua solo alcanzó a decir “Gracias amigo”, debido a que el popular cantante y compositor le robó la palabra para reiterar simpatía y apoyo por si necesitara otro favor, por ejemplo, un avión o alguno de los condominios que posee en la Ciudad de México o en otras partes del país.
Viene a cuento el relato porque ahora resulta que el gigante de la inspiración musical ha cambiado de “bando”, es decir, de partido. Está haciendo proselitismo para el PRI y se ha comprometido a cantar, bailar, zapatear, pujar y contonearse con una doble intención; deleitar a sus fans y fortalecer la salud financiera del Revolucionario Institucional.
Por lo pronto y a pesar del hermetismo en torno al asunto (la empresa Cenit, promotora de los conciertos, así lo exigió para no verse obligada a cancelar como lo hizo el 9 de julio en Monterrey), ya trascendió que hoy viernes se presentará en el Auditorio Nacional en un concierto para diez mil personas, las cuales –obvio– dejarán un porcentaje en las arcas de la Comisión Nacional de Financiamiento y Fortalecimiento Patrimonial del PRI.
Y como el michoacano de origen, pero chihuahuense de corazón, no da paso sin huarache, casi estoy seguro que adquirió el compromiso porque su gitano preferido (el que le interpreta el oráculo y le dice la buenaventura), debe haberle asegurado que don Ernesto va a ser el próximo presidente de México.
Este asunto me permite recordar que Juanga ha tenido varías ofertas políticas, entre ellas la de figurar como candidato a puestos de elección popular. La más reciente fue la que le hizo Rafael Aguilar Talamantes, quien, como usted sabe, tuvo la ocurrencia de ofrecerle la candidatura presidencial. De allí que don Rafa ahora sea el más ofendido con el artista, porque éste no solo rechazó su ofrecimiento, sino que hasta se pasó a las filas del tricolor. Alguien muy relacionado con el ambiente artístico –político, dijo que bien merecido se lo tenía el tal Rafa porque, además de cochino, estaba muy feo y no le gustaba el “amor eterno”.
Pero parte de esta historia tiene su lado triste: resulta que la camioneta aquella que recibiera don Francisco Barrio Terrazas para usar en su campaña, fue la del trágico accidente donde perdió la vida una de sus hijas (paradójicamente la que siempre se había opuesto a que su padre fuera candidato y la que por primera vez y contra su voluntad asistía a un mitin político).
Esperemos, pues, que Juan Gabriel no sea objeto de una “Jetatura” y que para el Revolucionario Institucional todo resulte a pedir de boca.
22/VII/1994