Cuando habló de corrupción, Giovani Sartori alertó: “Si el poder corrompe un poco a todos, corrompe más que a los demás, la izquierda en el poder”.
No cabe duda; entre los principales problemas que enfrenta el gobierno, se encuentra la actitud de los expriistas que hoy dirigen el Partido de la Revolución Democrática. Y está claro que tanto Porfirio Muñoz Ledo, como Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano serán, hasta el último de sus días políticos, la espina clavada, el cuchillito de palo, la piedra en el zapato, el pelo en la sopa, la piedra en el camino, el dedo en la llaga, la paja en el ojo, el prietíto en el arroz. O cuando menos seguirán actuando como el gallego del cuento que ''nada más por joder'' quería que al morir lo enterraran en la ciudad más lejana del mapa español.
Los personajes mencionados son un par de políticos cuyo único interés se centra en la próxima elección. Ninguno ha demostrado tener madera de estadista, ya que, según nos dejan ver, a los dos les vale sorbete el futuro de las siguientes generaciones.
Si no me lo cree, lea enseguida lo que contestó el senador perredista Heberto Castillo al periódico El País (25 de enero de 1995), cuando el entrevistador le preguntó si la intransigencia del PRD era el producto de la inexperiencia en el ejercicio de la democracia:
“No. Es el producto de la formación del partido. Llegamos unas gentes con la tradición de luchar por ideales. Me encuentro entre ellas. Sabíamos que no íbamos a triunfar ahora. Llegó también la gente del PRI acostumbrada a que en cada lucha obtengan un beneficio. Llegó el grupo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Navarrete; con habilidad y relaciones se adueñaron de la dirección del partido".
En fin, las dos estrellas o protagonistas del partido opositor con más futuro social y, desde luego, muchas de las que alumbran el escenario nacional, caen en cualquiera de las siguientes citas recopiladas por el publicista y escritor Eulalio Ferrer Rodriguez, y publicadas en El País (20 de enero de 1995):
Michel Rocard, al renunciar a la dirección del Partido Socialista Francés, dijo: “Las divisiones reales en pocos casos nacen de las ideas, sino muy a menudo de las ambiciones, nostalgias, y segundas intenciones”.
Ortega y Gasset dejó escrito qué “la política es una actividad instrumental, limitada, que no es capaz de organizar la amistad entre los hombres, ni la lealtad mutua, ni el amor”.
Cuando hablaba de la corrupción, Giovani Sartori alertó: “Si el poder corrompe un poco a todos, corrompe más que a los demás, la izquierda en el poder”.
El famoso escritor Mario Vargas Llosa, el que nos endilgó que México padece una dictadura perfecta (antes el poeta ruso Evtuchenco había dicho lo mismo con el agregado de que era “mitigada por la corrupción), dejó salir por la herida de la derrota electoral el siguiente criterio: “La política está hecha casi exclusivamente de maniobras, intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones y todo tipo de malabarismos.”
El gatopardismo de Tomasi Di Lampedusa quedó grabado con letras de sangre en la conciencia de la humanidad: “Si las circunstancias lo exigen, hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.”
Con su irrebatible talento, Charles De Gaulle nos legó una frase que bien podría firmar cualquier dirigente del quehacer público mexicano: “Puesto que un político nunca se cree lo que él dice, se sorprende cuándo otros cree en él.”
Al referirse al tema, Eulalio Ferrer dice: “En política no hay reglas de juego; el juego acaba con las reglas.”
Desde luego no hay que olvidar las frases acuñadas por nuestros ínclitos líderes autónomos: “El que se mueve no sale en la foto”, “Ya se me pasó la hora de morirme”, “Un político pobre, es un pobre político”, “La caballada está flaca”, “Su blancura no me enceguese”, “Ni los veo ni los oigo”, “No es bueno ni malo, sino todo lo contrario.”
Y yo creo que todos los gobernados deberíamos contestar a nuestros gobernantes: “De lengua me como un plato.”
7/II/1995