(Primera parte)
Los sicarios del crimen político organizado han resultado tan eficientes como oportunos y selectivos. Entre sus víctimas figuran Manuel Buendía Téllez Girón, Rafael Loret de Mola, Juan Jesús Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio Murrieta y José Francisco Ruiz Massieu, todos ellos piezas estratégicas en el desarrollo cultural, político, periodístico y social de este país. Además, los mismos sicarios podrían ser autores intelectuales –o cuando menos financieros– del levantamiento armado de Chiapas, insurrección que, como usted sabe, solo benefició a los enemigos jurados del gobierno.
Todo parece indicar, pues, que la ola de violencia lleva la intención de agitar las aguas y enturbiarlas, y así ocultar la enorme corrupción que desde hace más de una década socava al sistema político mexicano.
Tal vez el lector esté de acuerdo en que Carlos Salinas de Gortari es el más afectado por este tipo de acciones, pues su proyecto personal ha sufrido varios mandobles que quizá lo obliguen a reconsiderar la idea de trascender su mandato constitucional, sobre todo si su intención está basada en el clásico amiguismo o compadrazgo político.
En fin, si tal hipótesis fuese acertada, no debemos dudar que la mafia política pretende limpiar el camino por donde transita, valiéndose, incluso, de atentados como los que cegaron las vidas de Buendía, Loret de Mola, Posadas Ocampo, Colosio Murrieta y Ruiz Massieu. También tendríamos que tomar en cuenta que esos crímenes resultan actos de barbarie muy “ad hoc” con las conspiraciones destinadas a restar fuerza a grupos políticos y, en este caso, a cerrar la puerta a lo que algunos llaman “nuevo maximato” o “tecnocracia mexicana” empeñada en conservar el poder.
Debido a que hay muchas puntas de madeja hechas bola, resulta indispensable considerar algunos antecedentes que pudieran haber incentivando, desde venganzas personales, hasta actitudes desesperadas por defender parcelas de poder o protegerse de posibles persecuciones moralizadoras. Veamos, pues, cinco de los móviles más publicitados.
1) Las razones de Joaquín Hernández Galicia, a quien –dicen– le sobra amargura para intentar vengarse del presidente Salinas. 2) La narco política que ha logrado penetrar la estructura de poder en México. 3) Los grupos conservadores del PRI que se encuentran profundamente molestos y lastimados por la actitud concertadora y renovadora del presidente Salinas. 4) La rampante corrupción burocrática que tanta riqueza produjo a varios políticos quienes –sin duda– deben estar preocupados por la distancia que habrá entre ellos y el gobierno de Ernesto Zedillo. 5) Y aunque selectiva la revancha de Abraham Rubio Canales (aprehendido por un millonario fraude en Acapulco), también encaja como uno de los motivos que se han manejado en el maremágnum de hipótesis que se han manejado.
Está claro que Carlos Salinas de Gortari decidió tomar todas y cada una de las riendas del poder para –entre otras cosas– combatir el narcotráfico, modernizar el país, impulsar la economía, dinamizar la política, moralizar el ejercicio público, ganarse la simpatía de la oposición y trascender su mandato con acciones que pudieran ubicarlo en el contexto internacional. Sin embargo, es probable, que tanto las modificaciones a la Constitución como el empeño de hacer realidad el Tratado de Libre Comercio (TLC) y el anhelo democrático que superó su filiación partidista, hayan sido las causas por las cuales se le enredaron las riendas del poder presidencial.
10/X/1994