El legado de Alejandro C Manjarrez
Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.
La duda: la escuela de la verdad.
Sir Francis Bacon
La peor decisión es la indecisión.
Benjamín Franklin
Mientras por un lado nos araña el drama social representado por la marginación, por el otro nos acarician las heridas cada una de las distintas manifestaciones de la lucha contra la pobreza que emprendió el gobierno poblano.
Diría Carlos Fuentes (lo parafraseo): es algo inevitable que lo surca la tragedia.
La tragedia atemperada por la esperanza, o sea el deseo que forma parte del proyecto sexenal en el área que usted quiera y mande.
Los dramas centenarios (o recientes) que a pesar de la retórica política siguen creciendo ahí en el espacio rural de la entidad donde, hay que reconocerlo, cada día se manifiesta más el interés oficial por reducir la imbatible e insultante brecha social.
La injusticia convertida en pandemia pues. Y también en acicate político.
La explosión demográfica que se traga todo, hasta los antecedentes de la corrupción que no tiene fondo.
En fin, entre estos fenómenos aparece una paradójica lucha política en la cual los “generales” dependen del mismo “ejército” y mando superior; de las huestes conformadas por los pobres cuyo crecimiento cotidiano rebasa con mucho a la oferta anual del Estado mexicano.
La sucesión
Es en este escenario en el cual se debaten los aspirantes a gobernar a los poblanos. Unos mejor dotados que otros pero todos con el mismo propósito o propuesta electoral: acabar con la pobreza, la injusticia, la marginación, las tragedias sociales y la corrupción. El sueño que está en el umbral de lo guajiro.
No importa la forma como expongan o promuevan sus buenas intenciones. Lo trascendente es que cada uno de los políticos que buscan ganar la postulación a gobernador, depende de lo que haga, diga y proponga el mandatario Mario Marín Torres. Por ejemplo:
Además de trabajar para su santo, Jesús Morales Flores confía en que Mario, su amigo, suelte el proceso de elección de candidato. Y si Marín no lo suelta porque no debe soltarlo, Jesús tendría entonces que poner su veladora a santo Tomás Moro (o al que le tenga más devoción) para que él sea el político poblano favorecido por la decisión personal y política del gobernador.
En el mismo caso de Chucho Morales está Enrique Doger Guerrero, pero con dos agravantes: su poca presencia política en la entidad y el alzapelo del mandatario que, dicen, no lo puede ver ni en pintura. O sea que partiendo de este supuesto, Doger nunca tendrá el voto llamado de calidad.
Mario Montero Serrano entró a la puja un poquito tarde y baldado por los conflictos políticos que para bien o para mal repercuten en su área. Su figura en la entidad es y será sinónimo de problemas a pesar de que él los resuelva. Y sus aliados se convertirán en “enemigos” naturales de sus competidores, lo cual sin duda representaría un lastre para sus aspiraciones.
De los cuatro priistas más visibles en esa intensa y sorda carrera por el poder político, Javier López Zavala sería el mejor posicionado si partimos de la popularidad que produce su trabajo de secretario de Desarrollo Social. No tendría que hacer precampaña gracias a que sus funciones de ley le obligan a estar en todas partes, en especial en los lugares agobiados por la pobreza y la marginación para, valga la figura, “acariciar” y tratar de “curar” las heridas ocasionadas por el drama social que vive México y, obvio, el estado de Puebla.
El fiel de la balanza
Les guste o no a los analistas de la política, Mario Marín Torres será el fiel de la balanza. Se ha ganado esa, digamos que oportunidad. Y lo ha hecho a fuerza de trabajo y presencia en la entidad que gobierna “inspirado” en llevar la justicia social a los más necesitados; sí, en efecto, a los miembros del “ejército” que los aspirantes (“generales”) quisieran convencer.
¿Hacia dónde se inclinará la balanza marinista? Esta es la pregunta que debe responderse sin perder de vista los antecedentes de cada uno de los mencionados. Veamos:
De seguir las cosas como van, el descarte empezaría por Doger Guerrero, y sólo un milagro ubicaría al ex alcalde en el lugar que buscan sus competidores del PRI y del PAN. Seguiría Jesús Morales Flores siempre y cuando éste que es un político de oficio se mantenga en el espacio draconiano que establece la legislación en la materia; es decir, que no aproveche lo que los juristas llaman ficciones jurídicas, en este caso las electorales. Quedan así los dos políticos más marinistas que el propio Marín: López Zavala y Montero Serrano, en ese orden.
Imagínese el lector a Mario Marín tronándose los dedos ante la indecisión basada en a quién carajos dejarle el poder, si a su compadre del alma o a su casi hermano y desde hace rato su confidente.
Y es precisamente en esa disyuntiva del hombre de Nativitas, que los exégetas políticos basan su análisis, discernimiento que el columnista resume en la siguiente frase: “Tendrá que dejar a un tercero en discordia”.
La chamba
Mientras que llega el momento de la verdad, los aspirantes seguirán trabajando para llevar agua a su molino. Supongo que Chucho bajo de cuerda pero intensamente. Doger empeñado en manejar su imagen basándose en la propaganda mediática, estilo que alguna vez le dio resultado, cuando sus vacas estaban bien gordas. Montero apegándose a la institucionalidad que él pudo haber enseñado a su cuate de cuitas, esperanzado además en la famosa reciprocidad que en política suele sacrificarse cuando aparecen las alturas de miras. Y Zavala, como se le conoce, metido en el trabajo que le asignó el gobernador con la consigna de atemperar los efectos de la tragedia social que ambos sufrieron en carne propia.
Al “¿quién será?” póngale el estilo de Pedro Infante pero con una letra política. Empezando por algo así como: “Yo no sé si la podré encontrar, yo sé, yo no sé…”