El legado de Alejandro C Manjarrez
Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.
Cuando Dios borra es que va a escribir algo.
Jacques Benigne Bossuet
El hombre propone, y Dios dispone.
Dicho popular
Monseñor Pietro Paoli es al mismo tiempo autor, personaje y seudónimo de un inteligente sacerdote supuestamente italiano. Para librar la represión natural de la jerarquía católica que castiga a los curas indiscretos, Pietro ubica su crónica-novela en los años posteriores al actual. La obra se llama “Vaticano 2035”.
El lector podrá encontrar en este libro algunos pasajes –actuales o recientes– sobre lo que ocurre en las curias del mundo. Por alguna razón Paoli menciona a Puebla y al conservadurismo de varios de los obispos de este país. En uno de esos lugares mítico-literarios, aparece el Papa mexicano cuyo estilo se asemeja al del extinto y controvertido arzobispo Octaviano Márquez y Toriz. El tipo de apellido Villaverde. Y sus ideas le inducen a considerar que cierta peste que azota al mundo es la muestra del amor de Dios hacia sus hijos, el signo o la gracia divina que –dice el tal Villaverde– evitará a la humanidad un castigo mucho mayor.
En la trama no podían faltar los jesuitas perseguidos por Pío XIII (o sea Villaverde). Y desde luego su airada replica diciéndole que Dios no habla a través de virus o microbios; que se comunica con nosotros mediante su Espíritu en la comunión del amor…
Viene a cuento la apretada y arbitraria síntesis del libro en comento porque cuando terminé su lectura apareció en la prensa nacional una nota sobre el inminente relevo del arzobispo Rosendo Huesca y Pacheco. Y en automático relacioné a monseñor con el ala propositiva que en la novela pone a funcionar una estrategia diseñada para recuperar la confianza en la Iglesia, plan que se basó en desplazar a los sacerdotes que inspirados en su fanatismo construyeron las barreras que frenaron la inteligencia científica y las ideas de avanzada. Me dije: la vida de Huesca podría ser motivo de una novela.
La otra coincidencia consiste en que ese día (24 de junio) del año 1600, nació Juan de Palafox y Mendoza, el obispo que enfrentó a los jesuitas que en aquella época se negaban a “ponerse guapos” con la curia (pagar los diezmos) y, en consecuencia, con el santo Padre de Roma. Argumentaron entonces que como eran el “ejército de Dios” entre Éste y ellos no cabían los intermediarios.
El mítico Villaverde (émulo literario de Octaviano y enemigo de los jesuitas) y el real Palafox reforzaron la idea de novelar la vida de don Rosendo (algún día alguien lo hará). Y me hizo recordar algunos pasajes que enseguida le platico:
Cuando Márquez y Toriz era arzobispo de Puebla, Huesca fungía como coadjutor. La pelea de los jóvenes ultras contra el “gobierno comunista” había llegado a niveles de violencia armada inspirada en los arrebatos fanáticos de Márquez y Toriz. Muere éste y don Rosendo entra a la puja por el arzobispado. Pero los muchachos de aquellos tiempos (hoy dizque caballeros de la vela perpetua) se desquitaron del obispo que no les quiso bendecir las armas de su absurda guerra por la fe: mandaron al Vaticano a un grupo de damas dispuestas a poner en mal al enemigo de las reacciones violentas, o sea a Rosendo Huesca. Y por ello la plaza religiosa quedó en manos de Ernesto Corripio Ahumada. Al respecto Manuel Buendía escribió:
“… Monseñor Rosendo Huesca es recordado porque en 1973, siendo coadjutor del flamígero doctor Márquez y Toriz, hizo cuanto pudo para detener la violencia y lograr el desarme de los grupos en contienda. A la muerte de Márquez, en 1974, las damas ‘cacerolistas’ fueron en peregrinación a Roma para pedir al Papa que no nombrase arzobispo de Puebla a Rosendo Huesca, sino a Luis Munive Escobar, de Tlaxcala, otro de los clérigos ultraderechistas… No lograron ver al Papa, pero de algún modo impidieron el ascenso de Huesca…”
Una vez en el cargo, Huesca puso paz a la fiesta y se convirtió en el asesor espiritual de quienes quisieron eliminarlo, y también de los políticos que trataron de ser y los que fueron gobernantes de Puebla. Imagine el lector lo que éstos le pudieron haber dicho y pedido. Un Piña Olaya que trató de conquistarlo con las “galletitas” que hizo Paty, su esposa, por ejemplo. O el mismísimo Guillermo Jiménez Morales cuyo trabajo político-eclesiástico lo llevó hasta la embajada de México en el Vaticano. O los panistas que tocaron el acero de las armas que nunca quiso bendecir. O Manuel Bartlett que por obra y gracia del Espíritu Santo accedió a “oficiar” desde el altar de Catedral (la presentación de los maitines), privilegio que le costó escuchar las palabras de monseñor señalando con su índice hacia el cielo: “El que manda está allá arriba”. O las confesiones de las supuestas beatas y sufridas esposas de hombres de doble moral. O éstos dándose golpes de pecho para demostrarle al prelado su contrición, preámbulo a su reincidencia. O el arrepentimiento de los curas que en vez de colgar los hábitos sólo se los arremangaron. O el cinismo de otros sacerdotes confesándole y pidiéndole perdón por su pedofilia. En fin…
La intensa vida de Huesca y Pacheco también incluye su trato con el Papa Juan Pablo II quien, según le dijo a la periodista Mónica Ventosa (14-04-2005), estuvo muy cerca de él. He aquí algunas líneas de aquella reveladora entrevista:
"El Papa se durmió unos minutos en el vehículo en que viajábamos. Al despertar nos pidió disculpas y le dije: ‘los mexicanos somos muy ruidosos, no lo dejamos dormir’". El jefe de la Iglesia Católica respondió: "No fueron los mexicanos que cantan muy bonito, si no que esta tarde el Papa tiene su examen profesional ante el mundo.
“Esa tarde Juan Pablo II iba a dar el gran discurso inaugural del Celam en el Seminario Palafoxiano de esta ciudad y que marcó la ruta de su pontificado…
“El prelado refirió que los ojos del mundo estaban puestos en ese primer discurso porque todos especulaban sobre el trabajo que emprendería el Papa. En Puebla se reunió la prensa mundial y todos estaban a la expectativa…
"Yo le dije: pero Santidad, le queremos mucho; lo esperamos con gran anhelo; vamos a escucharlo con gusto. Además tiene usted al Espíritu Santo. Y él me contestó: El Espíritu Santo… pero a veces no lo escucho...”
Concluyo con las palabras de Pietro Paoli (como ya lo dije seudónimo del autor), cuando éste aparece en la trama como uno de los personajes de la novela “Vaticano 2035”:
“Él no me pidió que investigara su historia (se refiere al Papa), pero yo lo he hecho. Yo creo que un hombre no es algo milagroso. Es lo que su pasado, lo que las circunstancias, sus fracasos y sus enemigos han hecho de él; lo que sus allegados, sus hermanos, sus compañeros han permitido que llegara a ser…”
Y como Rosendo Huesca y Pacheco es eso precisamente, se antoja novelar su intensa, carismática y productiva vida pastoral…