El legado de Alejandro C Manjarrez
Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.
El sexo forma parte de la naturaleza.
Y yo me llevo de maravilla con la naturaleza.
Marilyn Monroe
El que no valora la vida no se la merece.
Leonardo Da Vinci
Puebla, como muchas ciudades del país, está a punto de ingresar a una crisis ecológica y social prácticamente irreversible. La tendencia mortal del crecimiento urbano a lo tarugo (de alguna manera hay que definirlo), la puso en un estado de emergencia. Esto porque desde hace décadas tanto los ciudadanos como sus autoridades se arrogaron el papel de depredadores (conscientes o casuales) del medio ambiente. Unos acabándose los árboles o contaminando los ríos, por ejemplo. Y los otros haciéndose omisos para no alterar su proyecto político o económico, depende de cuáles hayan sido (o sean) sus objetivos personales.
¿Dónde quedó la sociedad digamos que organizada?, nos preguntamos y respondemos: en el cómodo espacio del imprudente silencio. Bueno, para ser más claro, debo decir que por angas o mangas esa sociedad forma parte del gran “laboratorio” casual en que se ha convertido el mundo civilizado o no, la ciudad bien gobernada o no, el hogar responsable o permeado por el valemadrismo. ¿No me lo cree? Vea usted parte de los efectos más obvios y por ende comunes que produce este enorme tubo de ensayo que, insisto, se llama “sociedad”:
Para fabricar un solo pañal desechable de los millones que se utilizan al día, se requiere talar y usar la madera de 20 árboles jóvenes. Algo similar ocurre con las servilletas que utiliza la empresa McDonald’s, ya que cada año esta industria de fast-food procesa la madera de los árboles de aproximadamente 500 hectáreas de bosque. A este deterioro “natural” en el que los poblanos también cooperamos con nuestro “granito de arena”, agregue el lector la contaminación consuetudinaria de los ríos que otrora fueron cristalinos y que hoy son cauce para conducir la mierda, los químicos de la industria, la basura de la gente, la porquería y los desechos de establos, hospitales, factorías y rastros, aparte claro de los solventes, químicos y detergentes que usamos los seres humanos.
¿Qué se está haciendo para evitar el daño ecológico e incluso el social?
Nada si comparásemos las acciones con las reacciones. O mucho si tomáramos en cuenta el tiempo que dura cada gobierno y la improvisación de algunos de sus eufemísticamente llamados servidores públicos. Y no es, que conste, porque unos u otros se opongan a hacerlo, sino debido a que no pueden. ¿Cómo carajos convencer a los causantes que paguen sus impuestos correctamente si todos sospechan del gobierno y sus “malos manejos”? ¿Qué hacer ante la negativa generacional para, entre otras obligaciones, pagar el agua que se usa y el costo del drenaje que se utiliza y las plantas de tratamiento de aguas negras que se necesitan (hasta hoy más de 30)? ¿De dónde sacar el dinero que requiere la reforestación y los pozos de absorción cuya función es recargar los mantos acuíferos? ¿Quién aportará los recursos que urgen para “sembrar” los colectores que impidan las descargas a los ríos? ¿Cuál debe ser el mecanismo que produzca el dinero con el que se podría abatir el rezago en materia urbana, incluidas las áreas verdes?
Así, a grandes rasgos, el costo inicial de las acciones pergeñadas asciende a unos quince mil millones de pesos. Según el doctor Eduardo Macip, director del SOAPAP, un tercio se aplicaría a resolver parte de la contaminación de los ríos y la desforestación que produce erosión: llueve sí pero el agua se va al caño porque la zona conurbada de Puebla no cuenta con los trescientos pozos de absorción que se requieren para recargar el acuífero. Otro tanto se llevaría el festinado rescate de Valsequillo, la gran cloaca de Puebla. Y el sobrante (5 mil millones de pesos) serviría para compensar la falta de áreas verdes, carencia que flagela a los habitantes de las ciudades de Puebla, San Andrés Cholula, Cuautlancingo y San Pedro Cholula (incluya en el costo las campañas permanentes de concientización y educación ecológica).
¿Será necesario instituir un ecosocialismo, tal y como lo proponen algunos especialistas?
Quizá porque sólo así se podría interrumpir la tendencia mortal del canceroso crecimiento que propicia el capitalismo salvaje; es decir, la competencia entre los capitales para ganar la porción más grande del mercado a costa de lo que sea, inclusive afrontando la globalizada crisis actual. A ello habría que adicionar lo que opina Úrsula Oswald Spring (Fuenteovejuna o caos ecológico, coedición, El Colegio de Tlaxcala, A.C. CRIM-UNAM y Fundación Böl), miembro del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM y ex secretaria de Desarrollo Ambiental de Morelos; a saber: las dos circunstancias que en este siglo agudizaron la crisis ecológica en la Tierra: el proceso de crecimiento demográfico y la urbanización.
Y en este último criterio es donde la puerca tuerce el rabo: ¿Por dónde convencer a los millones de pobres que traen el Jesús en la boca, para que colaboren y controlen la explosión demográfica? ¿Qué hacer para que el gobierno municipal primero consiga la inversión y después diseñe y trabaje un plan urbanístico serio que rebase su tiempo constitucional? ¿Cómo paliar o regular el crecimiento urbano a lo pendejo (perdón por el término) que entre otros factores propician algunas organizaciones políticas? ¿Cuáles serán las posibles fuentes de financiamiento público o del dinero que proviene de la filantropía? ¿Habrá que actualizar el padrón predial para que los propietarios de inmuebles paguen lo justo?
Si acaso me responden las preguntas los servidores públicos involucrados en la problemática, mañana le diré a usted lo que hace o trata de hacer el H. Ayuntamiento de Puebla, en cuyo futuro está presente el espanto llamado caos urbano y social…
*Así se denomina la campaña que inició un grupo de jóvenes patrocinado por, entre otras agrupaciones, la revista Réplica.
Nota: columna publicada en 2009