Cacaxtla y Cholula (Crónicas sin censura 107)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Cacaxtla y Cholula y los milagros de ayer y hoy...

El altiplano es una de las regiones de México donde emergen del tiempo los milagros de la civilización. Cacaxtla y Cholula son dos muestras de la sensibilidad espiritual y creatividad artística de sus constructores. Allí están las milenarias ciudades; enhiestas y reviviendo como si fuesen avatares. Una, sacudiéndose el polvo de los tiempos, y la otra, quitándose de encima las lápidas colocadas por los conquistadores y sus frailes para acallar los gritos de sus conciencias, teñidas con la sangre de ocho mil cholultecas asesinados por Hernán Cortés.

En ambos emporios existen muestras pictóricas de la riqueza cultural de sus fundadores, pero en Cacaxtla el mural “La batalla” ha reorientado el trayecto de la arqueología, debido a que la narración rebasa las investigaciones realizadas desde 1576 cuando Diego Muñoz Camargo escribiera su “Historia de Tlaxcala” y hasta 1965, año en que milagrosamente se descubre la pintura “El caballero Aguila”. Y ese milagro ocurrió precisamente en San Miguel del Milagro, poblado del municipio de Nativitas,Tlaxcala, con los siguientes pormenores:

El 13 de septiembre de 1975 (exactamente 444 años después de la segunda fundación de Puebla), el agente municipal Manuel Vega Pícil, inició –sin querer– un proceso de recuperación que en México ha evolucionado los estudios arqueológicos. Por coincidencia y en esa misma población a cien años exactos (abril de 1631) de haberse fundado por primera vez la ciudad de Puebla (abril de 1531), el mismo santo patrono de la Angelópolis, el alado San Miguel Arcángel, ordenó a un joven indio quinceañero llamado Diego Lazaro, decir a los vecinos del pueblo que en la barranca hallarían una fuente de agua milagrosa para curar enfermedades. No obstante la instrucción divina, Diego fue incapaz de convencer a sus coterraneos que no lo tomaran por loco. Empero, el tozudo arcángel volvió a mostrarse e increpándolo le dijo: “¿Por qué eres tan negligente en lo que te encomendé? ¿Quieres que te castigue de otra manera por tu desobediencia? ¡Levántate y has diligencia en publicar lo que te he mandado!” A final de cuentas el indio se hizo escuchar. Una vez cumplidos todos los engorrosos trámites burocráticos del clero de la época, en 1653 fue terminada la construcción del santuario. Desde entonces el lugar es visitado por miles de fuereños que año tras año llegan en busca de alivio a sus males –o quizá en busca de sus orígenes– y ahora, además, con el aliciente de conocer las extraordinarias pinturas de Cacaxtla.

Cholula también tiene su historia. Después de la estadía del igualmente alado Quetzalcóatl, del único milagro que podemos hablar es de la resistencia al deterioro de algunas pinturas que sobreviven a pesar del descuido y desinterés de las autoridades estatales de los últimos dos sexenios. El mural de “Los bebedores de pulque”, no obstante, está a punto de perderse debido a que, entre otras razones, junto a la pirámide, el ferrocarril circula y maniobra emulando las termitas cuya voracidad corroe las entrañas de la vida vegetal. Si todo sigue igual, es posible que un día de estos se derrumbe la obra arquitectónica que, según la leyenda, fue construida por órdenes de Quetzalcóatl.

Según pintan las cosas nada podrá hacerse mientras en Puebla no ocurra algo así como un “milagrito”. Es decir, que se aparezca otro arcángel y que con una catilinaria como la de la divinidad con alas (¡Levántate y has diligencia!) reprenda al encargado de sus designios, o cuando menos lo obligue a poner los pies sobre la tierra a fin de acercarlo al poder público y alejarlo de la frívola alegría que prodiga el jet set local. Solo así, según creo, nuestro patrimonio arqueológico podría subsistir y enriquecer aún más la cultura de México.

Alejandro C. Manjarrez

20/IV/1994

Columna publicada en el Universal sección Puebla