Entre la seguridad y el chisme

Réplica y Contrarréplica
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El legado de Alejandro C Manjarrez

Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.

El hombre es un ser social cuya inteligencia

exige para excitarse el rumor de la colmena.

Ramón y Cajal

Donde menos se piensa salta la libre.

Dicho popular

 

De acuerdo con el Índice Nacional de Seguridad, los poblanos no tenemos de qué preocuparnos. Estamos en el nivel más bajo del “termómetro delictivo” y, además, con menos delincuencia que el año pasado. Dice el índice de marras, producto de la sexta encuesta nacional:

Chihuahua, Sinaloa, Baja California, Distrito Federal y Guerrero están ubicados en el rojo intenso que marca los lugares peligrosos por su alta criminalidad.

En el amarillo que viene siendo el color de la prevención (pónganse listos porque se les puede complicar la vida), aparecen siete estados: Durango, Sonora, Edomex, Morelos, Nuevo León, Baja California e Hidalgo).

Y en el verde de la esperanza, el mismísimo color de las corbatas de campaña del hoy gobernador, Puebla figura hasta la parte más baja; es decir, junto a Guanajuato y Colima, Querétaro. Abajo le siguen Chiapas, Campeche, Veracruz, Zacatecas, Tlaxcala y Yucatán.

¿Por qué nos hemos conservado en ese nivel donde la seguridad garantiza una vida tranquila, sin los sobresaltos que viven los habitantes de Chihuahua o del Distrito Federal?

La respuesta sería: porque en Puebla funcionan los sistemas de seguridad implementados por el gobierno estatal y los municipios que se adicionaron a la causa. Esta es la lógica. Y con un sentido de responsabilidad ciudadana tendríamos que agradecer a Mario Marín y sus colaboradores la preocupación que han demostrado por la tranquilidad de los ciudadanos y, obvio, de ellos mismos.

Hasta ahí la contestación a bote pronto.

La otra razón tiene una interesante carga social que, a lo peor, el lector la ve como una broma del columnista. Le aseguro que es en serio. De ello me he ocupado durante varios años hasta llegar a la siguiente conclusión:

En Puebla no puede asentarse la delincuencia organizada debido a que los poblanos contamos con el arma más efectiva para combatirlos: el chisme. Sí, leyó usted bien: el chisme que cual rumor circula por las calles de nuestra añosa ciudad y de otras cabeceras municipales.

Pongo a su consideración un sólo ejemplo para apoyar mi dicho que, insisto, proviene de años de observación y, por qué no, a veces hasta de sufrimiento por haber sido el objetivo de los chismosos profesionales, algunos de ellos habilitados como periodistas orgánicos (en otros tiempos dirían que trabajaban en el Bucareli News).

Imagine usted que de repente llega a su vecindario una familia con apariencia extraña. Visten caro pero sin gusto; traen buenos autos; las cortinas permanecen cerradas durante días; sus horarios son poco comunes; las visitas suelen estar encubiertas con el velo del misterio; escuchan música de conjuntos estridentes; los niños (si los hay) miran de reojo y aparentan ser autistas; nunca se ponen a sus órdenes como lo acostumbran las familias tradicionales; en fin, despiden el olor ese que excreta la adrenalina.

Lo que sigue es que sus otros vecinos empiecen a sospechar y a preocuparse.

Dos o tres días después se lo dicen a sus familiares cercanos y a la comadre y a la vecina de confianza. “Así como ves, esos tipos son narcos”. La frase cunde y trasciende a otras colonias. Es cuando alguien hace la llamada anónima al teléfono de la denuncia.

Y en ese momento empieza la otra labor, la de las autoridades que cumplen con su deber, las que no están involucradas en la venta de informes, pitazos y tips de alerta máxima.

¿En cuál colonia sucede lo que acaba usted de leer?

En todas, no importa su estatus social. Puede ser en La Vista o incluso en Lomas de Angelópolis. Cito a estos dos fraccionamientos porque en ellos la riqueza, oh paradoja, oculta a los vecinos cuyo “patrimonio” proviene de actos ilícitos, de los delitos de cuello blanco o de la corrupción institucionalizada.

Ahora imaginemos una conversación entre dos capos del crimen organizado:

“Qué onda con Puebla, ¿vives bien?”

“Ni madres, güey. Abundan los pinches chismosos. Y también las envidias. Por eso cambiamos de lugar de residencia…”

Concluyo con la siguiente reflexión:

Aparte de la eficacia del gobierno marinista para prevenir los actos del crimen organizado, están los ciudadanos cuyo poder de observación rivaliza con su afición comunicativa. El puro chisme pues.

Alejandro C. Manjarrez