Ambiciones peligrosas

Réplica y Contrarréplica
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El legado de Alejandro C Manjarrez

Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.

El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser pendejo

delante de un pendejo que aparenta ser inteligente.

El tonto útil es un instrumento del poder.

Enrique Doger Guerrero se ha convertido en el flagelo político del gobernador Mario Marín Torres. Sólo hay que leer lo que dice el ex alcalde para, aunque no mencione el nombre del primer priista del estado, colegir que el destinatario de sus críticas es precisamente el inquilino de Casa Puebla. No importa que los pensamientos sean articulados con la intención de satanizar a cualquiera de los marinistas. Se trata de mensajes con la leyenda: “Para Mario, con afecto”.

Ejemplifico:

Si Doger sugiere (como lo acaba de hacer) que en el PRI (léase Alejandro Armenta) hay inequidad, división, maña, delitos electorales, antidemocracia, favoritismo, imposición, arbitrariedad y opacidad, las frases que contienen estas palabras van dedicadas a Mario Marín. Es su forma de “golpear a los bajos” para que la cabeza resienta los efectos de semejantes mamporros. Es, insisto, el estilo que nos demuestra que este aspirante tiene y usa su endemoniada inteligencia.

Por ser médico de profesión, Doger conoce bien al género humano, a su psiquis. Sabe dónde puyar para que haya una reacción. Y además cuenta con habilidades retóricas que le permiten responder cualquier cuestionamiento, justo en el instante en que debe contestarse: hace como que improvisa pero en realidad está construyendo sus propias oportunidades. Y lo más interesante: pone trampas semánticas lanzando frases y conceptos que parecen irrebatibles. “Ay te va el pial para que te enredes güey”, diría cualquier charro macuarro.

Los medios de comunicación resultan ser el vehículo ideal para esa estrategia mediática. Unos, los que tienen columnistas y reporteros inteligentes, porque analizan y publican sus declaraciones con la intención de obtener revires periodísticos interesantes. Y otros, los mediocres, debido a que le endilgan todo tipo de epítetos, insultos con efecto bumeran, ya que a la vuelta del tiempo regresan para afectar a los patrones externos del periódico de la estación de radio.

En fin, este es Enrique Doger Guerrero, el “judoca de la política”, el mismo que aprendió a usar la fuerza del “enemigo” para obtener puntos a su favor. El estratega que sabe cómo aprovechar las reacciones de los tontos útiles para, a través de sus dichos o escritos, conocer los dictados del poder.

 

La imaginaria

Al estar escribiendo lo que acaba usted de leer, se me vino a la cabeza una de las “anécdotas” de Arturo Arnaiz y Freg, el tipo cuya inteligencia podría haber rivalizado con la Enrique Doger aunque, aclaro, era la antítesis moral del ex rector.

Este personaje fungió como crítico por antonomasia y, a veces, como el tonto útil del poder, en el sentido que “inventó” Lenin. Arnaiz “enseñó” su cátedra en las aulas de la UNAM, donde sin el menor recato ni asepsia subía sus patotas al escritorio, quizá para ocultar sus complejos.

El primer día de clase don Arturo ordenaba a sus alumnos: “Levanten la mano los oaxaqueños”. En cuanto los “descubría”, les instruía pararse al frente del salón. Después los subía a las bancas o incluso a la mesa que servía de escritorio. “Véanlos bien –decía enérgico y ofensivo–, no olviden sus caras. Recuérdenlas para que el día de mañana impidan que alguno de esta bola de cabrones ascienda al poder”. Así iniciaba su clase de historia. La vida de Juárez y Díaz era su hilo conductor.

Arnaiz fue sin duda un intelectual de luces y sombras. Inteligente como pocos, y miembro de la cofradía de eruditos mexicanos. Sin embargo, tenía dos defectos, digamos que muy conocidos: su inclinación sexual (le gustaban los jóvenes casi niños) y su falta de respeto a la inteligencia ajena.

En uno de sus viajes pagados por el gobierno mexicano, recorrió las calles de Calcuta o Bombay –no lo recuerdo con precisión porque se me escondió el libro de Ricardo Garibay donde está la anécdota–. En esas andaba cuando se topó con un anciano que parecía pedir caridad con la mano izquierda, mientras que la otra, engarrotada, pendía del cielo.

Socarrón e irrespetuoso Arnaiz se burló de él sin saber que era un maestro espiritual auto sometido a un acto de humildad, tal y como lo acostumbran los gurús: le dijo piltrafa, escoria, vergüenza del género humano y otras estupideces más. El sacerdote lo vio con compasión, miró hacia el suelo hurgando en la tierra y después dijo algo en alguna de las 400 lenguas que se hablan en la India. “¿Que dice este pobre diablo?”, preguntó el ofensor a su guía y traductor. “Que tendrás una agonía atroz y una muerte vergonzosa”, fue la respuesta que dejó fríos a sus compañeros de viaje, entre ellos el citado Garibay. El historiador anatematizado soltó una más de sus estridentes y a veces ofensivas carcajadas.

Años después Arnaiz enfermó y, como lo predijo el gurú, tuvo una agonía tan larga como cruel. La sufrió pegado a su silla con ruedas, babeando y desfigurado del rostro y del cuerpo, tal vez con uno de los brazos engarrotados asidos al infierno, el que alguna vez movió su mano y en consecuencia su pluma. Nadie se compadeció de él; había ofendido a todos excepto, claro, a quien le pagaba y festejaba sus escarnios.

 

Lo que natura non da…

Dejo la anécdota de Arnaiz y regreso a los aspirantes al gobierno de Puebla. Creo que deben medir el alcance de sus palabras (lo mismo tendrían qué hacer sus voceros). Esto porque lo que hoy dicen, mañana se les puede revertir, en especial las críticas a los métodos de su partido, estilo que, de lograr la gubernatura, se verán obligados a adoptar para poder convivir en ése que es un pequeño mundo donde la inercia opera como la energía que mueve a la estructura.

            La inteligencia no un patrimonio escolar o universitario. Se trata de una facultad natural que, entre otras cosas, nos debe inducir a encontrar soluciones a partir del aprecio y respeto al talento de los demás. Convertirla en una escopeta que dispara tonterías, resulta –permítame la expresión– la peor de las “pendejadas intelectuales”.

            Por ello es importante analizar el discurso de los poblanos que trabajan para llegar a gobernar el estado o representan a cualquiera de los poderes. Leer sus entrelíneas pues. Y junto con los lectores, tratar de medir su cultura e intenciones analizando sus palabras, su discurso, sus actos.

Esa es, creo, la principal obligación de los columnistas políticos que buscan prevalencia. Lo demás es tan intrascendente como el miasma de cualquier borracho que aspira a ser periodista…

Alejandro C. Manjarrez