Creo, pues, que cada año la sabiduría del indio de San Pablo Guelatao alienta, renueva y da vida a los principios humanos más sólidos y congruentes con la realidad del hombre. Que su herencia es parte de una filosofía capaz de resistir los más fuertes ataques de la estulticia. Y que sus enseñanzas prevalecerán a pesar de intromisiones o atentados contra el derecho de la mayoría. Que así sea...
Cada día resulta más difícil encontrar un político que sepa, entienda y sienta la obra de Juárez. La mayoría tiene el seso sorbido por teorías economicistas y fórmulas financieras más cerca del capitalismo salvaje que del interés del pueblo.
Pocos, muy pocos, interpretan el sentir de las mayorías. Y casi todos se hacen los occisos cuando escuchan o leen la consigna juarista que recomienda la honradez para adaptarse a la modestia de los estipendios burocráticos y respetar a la República.
Empero, lo lamentable es que las enseñanzas del Benemérito sólo sirvan para que cada 21 de marzo, al escuchar o pronunciar palabras y conceptos juaristas, muchos funcionarios públicos y políticos en activo, supongan que cumplieron su compromiso con el país, con su historia. Y lo peor es que después de ello todavía se sienten satisfechos y dispuestos a seguir dedicando su tiempo y esfuerzo a trabajar exactamente lo contrario, o sea, transformarse en visibles y poderosos enemigos de las enseñanzas de Benito Juárez.
Como un modesto homenaje al Benemérito, me permito transcribir diez opiniones de juaristas ofendidos por lo que definen como atentados contra la República. Algunas, que conste, surgidas en el seno de los grupos liberales a punto de extinguirse.
- Hoy tenemos a un clero político más fuerte Gracias a que el gobierno abonó el terreno a sus representantes, reformando el artículo 130 de la Constitución, para injertarles las mismas alas que hace 138 años les cortó el indio oaxaqueño.
- Se ha fomentado una lesiva dependencia con el extranjero y sometido nuestra economía a las reglas del mercado internacional.
- Cuarenta millones de mexicanos apenas sobreviven; la mayor parte de la población está marginada y ha perdido todo tipo de oportunidades de desarrollo, incluso las que el siglo pasado el de Guelatao superó.
- La tierra se encuentra abandonada y cada día los mexicanos dependemos más de las importaciones de insumos y productos agrícolas,
lo cual, pone en peligro la autosuficiencia alimentaria y atenta contra las tradiciones agrícolas del pueblo.
- De alguna manera el Estado permitió que se ahondara la brecha entre pobres y ricos, y que éstos incrementaran su poder en forma ostentosa y ofensiva.
- Los gobernantes de este país perdieron el respeto a su esencia ideológica y, por ende, del pueblo libre, desde el momento en que buscaron la complacencia y complicidad de la jerarquía eclesiástica.
- El Estado mexicano fue ofendido cuando los vestidos talares se introdujeron en los “templos laicos” del pensamiento científico.
- La reforma al artículo tercero constitucional nuevamente abrió las puertas del pensamiento mágico y la posibilidad de que en México vuelva a ponerse en práctica la simonía, es decir, la compra y venta de sacramentos, prebendas, indulgencias, y beneficios eclesiásticos de carácter espiritual y sobrenatural.
- El Ejército Mexicano pasó por un mal momento en Chiapas, cuando uno de sus generales, en connivencia con el representante presidencial, en vivo y en directo y en transmisión internacional, se dejó tiznar la frente.
- Los miembros de la Teología de la Liberación se han apropiado de la obligación del gobierno, al dirigir, inspirar y quizá hasta financiar una revolución cuyo objetivo es alcanzar la justicia social, paradógicamente premisa de nuestro sistema de gobierno.
Creo, pues, que cada año la sabiduría del indio de San Pablo Guelatao alienta, renueva y da vida a los principios humanos más sólidos y congruentes con la realidad del hombre. Que su herencia es parte de una filosofía capaz de resistir los más fuertes ataques de la estulticia. Y que sus enseñanzas prevalecerán a pesar de intromisiones o atentados contra el derecho de la mayoría. Que así sea.
21/III/1994