De políticos a navegantes

Réplica y Contrarréplica
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El legado de Alejandro C Manjarrez

Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.

 

Los gobiernos son velas; el pueblo, el viento; el Estado, la nave, y el tiempo, el mar.

Ludwig Börne

 

Hay que navegar con bandera de pendejo.

Dicho popular

La Niña, la Pinta y la Santa María. Así podrían catalogarse las dirigencias de tres de los partidos políticos de Puebla. El primero, o sea la Niña, sería el PAN. La Pinta le cae como anillo al dedo al PRD. Y el PRI encaja de maravilla en lo de Santa María.

Las tres carabelas navegan en las aguas procelosas que habrán de llevarlos hasta la elección del próximo mes de julio. Cada cual dirigido por su capitán. Y éste a su vez asistido por la tripulación que ya no ve la hora de que la nave llegue a puerto seguro.

Rafael Micalco reza, ora y suplica al Señor de los cielos para que su “Niña” resista los embates de las olas, y el piloto (que no es él) logre esquivar los arrecifes así como superar la fuerza de las corrientes adversas, incluidos los sargazos: "Sé propicio, Señor, a nuestras súplicas y bendice esta nave con tu diestra santa y a todos los que en ella navegarán”. Como mascarón, el barco panista lleva ni más ni menos que a la figura estilizada de Ana Teresa Aranda, su efigie pues, pero del pecho para arriba, que conste. Los colores de su bandera permiten que destaque el rostro del corsario (así le dicen a Rafa Moreno Valle) cuya figura ha empezado a infundir pavor entre los defensores de la democracia partidista… y de los sueños priistas.

A Miguel Ángel de la Rosa Esparza le tocó capitanear a la Pinta, una reproducción casi perfecta de la carabela que dañaron sus propios marineros durante el proceso electoral que acabó siendo un cochinero. Su bandera, un sol en el cenit, está tan desgarrada como los trapitos que asolearon sus congéneres. Más que el mar picado, lo que preocupa a De la Rosa, creo, es la posibilidad de que haya un motín a bordo. O que entre su tripulación esté oculto un pirata disfrazado de perredista o lopezobradorista. Anda con el Jesús en la boca pues (¿o se dirá Chucho?).

La Santa María funciona bajo el mando de Alejandro Armenta Mier. Tiene varias banderas y estandartes para tratar de confundir al enemigo. Unas feas y los otros también. En todas las insignias lleva bordada con hilo rojo y plateado la cruz de los Templarios. Varios grumetes se encargan de achicar el agua que empezó a filtrarse después de que el maestre incendió el casco con el cirio pascual que llevaba para su oración vespertina, la que invoca el perdón de los pecados. El capitán, o sea Alejandro Armenta, ha tenido la habilidad para, en silencio, calladito como los niños buenos y bonitos, tratar de reparar los daños y al mismo tiempo ocultar las diferencias de su equipo con el contramaestre, a pesar de que, con frecuencia, algunos fallen en sus maniobras.

Bueno, pues de estos tres capitanes (que no timoneles) depende el prestigio de la política poblana y de las tripulaciones de las “carabelas”. Y también la afluencia de los electores a las urnas y el destino del gobierno y el futuro de los poblanos. Por eso, si la Niña naufraga, Micalco se hunde con ella; o si la Pinta encalla, De la Rosa pasará a engrosar la lista de los desamparados políticos; o si la Santa María choca o se hunde, Armenta, de acuerdo con la tradición marinera, tendrá que convertirse en buzo para presentarse ante el dios Poseidón, quien por cierto también quiere ser gobernador de Puebla.

¿Por qué la alegoría de las carabelas?, preguntará el lector. Le respondo: porque la política es igual de caprichosa que el mar que suele ser violento y lleno de sorpresas. La diferencia entre unas y otras aguas es la claridad del mar y las sombras de la política. Y estas turbias aguas (como las de Valsequillo) es donde navegan las naves de los tres partidos, circunstancia que, según parece, ninguno de los “capitanes” mencionados quiere tomar en cuenta a pesar de estar metidos en medio de, diría un navegante de oficio, las borrascas y las tormentas que provocan sus poseidones…

Alejandro C. Manjarrez

Nota: Columna publicada el 18/03/2009