El legado de Alejandro C Manjarrez
Una compilación de las mejores columnas políticas elaboradas por el periodista y escritor en la época digital. El periodo publicado en diarios impresos se denomina, crónicas sin censura. Búscalo en este portal.
Un chisme es como una avispa; si no puedes matarla
al primer golpe, mejor no te metas con ella.
George Bernard Shaw
En alguna de las cenas del jet set poblano salió a relucir mi nombre. “A ese señor —dijo una de las comensales— le pagan para hablar mal de Rafa. A mi marido ya le tocó estar en su columna. Nos pegó”.
¡Vaya imaginación!
La dueña de tal chisme es la esposa de Cabalán Macari. Y la referencia sobre lo que escribí de su marido, debe ser aquella donde cité al abuelo que, además de su nombre, dejó una enorme fortuna, dinero bien habido si omitimos la costumbre de negarse a pagar impuestos porque, oh paradoja, era dinero que iría a parar a los bolsillos de los corruptos del gobierno. (Lo de la explotación de la mano de obra indígena es otro cantar).
La manera de pensar de la señora Macari forma parte de las justificaciones que corren en los pasillos de Casa Puebla y las secretarías del gobierno. Sus emisores creen que al soltar chismes que supuestamente ayudan al dador de fortuna (y en una de esas hasta de impunidad) demeritan la labor de los periodistas críticos. “Les pagan para que hablen mal de Rafa”, deben decir entre postre y güisqui. Lo malo para los y las lenguaraces es que ese tipo de chismes sólo congratula a quienes también han sido beneficiarios del actuar financiero y político de Rafa, o sea los que moran dentro de la burbuja del gobierno. Y si acaso llega a trascender el cotilleo, es porque quien lo escuchó se lo confió al agraviado. En mi caso, el confidente del infundio fue un amigo de la familia, quien, por cierto, me conoce de hace años y por ello sabe que esta pluma no tiene precio. Como tampoco tienen precio otros críticos de las acciones erróneas de Rafa, colegas cuyos nombres igual se pronuncian en las cenas íntimas donde los arrumacos inflan el ego del mandatario poblano.
Ahora bien, si lo que dijo la ilustre dama fuese verdad, imagine el lector la cantidad de dinero que han distribuido los financieros de las columnas que exhiben las malas artes y los equívocos político-administrativos del gobernante. O al revés: haga cuentas del dinero que éste ha dispuesto para gratificar a los periodistas que ponderan su actuar, incluyendo, faltaba más, el aroma de los gases que lanza su estómago afrancesado.
Otro de los comentarios expelidos por los corifeos de Casa Puebla, versó sobre la animadversión de Rafa hacia mi persona. Lo escuchó nada menos que Laura, la hija de Gilberto Bosques Saldívar (prima hermana de este columnista). “El señor gobernador —dijo el emisario— no está de acuerdo con lo que escribe Alejandro y por ello no lo tolera”. (Se lo dijeron para que no me incluyera entre sus invitados al homenaje que le preparan). De haberlo escuchado don Gilberto seguramente me habría felicitado porque él fue crítico de los gobernantes atrapados en la megalomanía, incluso perseguido por Maximino Ávila Camacho, aquel gobernador de horca y cuchillo.
La reflexión y confidencias que acaba de leer, surgieron después de analizar las columnas de varios colegas también críticos. En ninguna de ellas encontré mentiras o exageraciones. Todas refieren hechos y datos que el gobierno ha querido tamizar y, en algunos casos, esconder o tergiversar valiéndose de la publicación de, valga la figura, tropos burocráticos. Concluí que la respuesta del gobierno basada en demeritar el trabajo de sus críticos, es uno de los síntomas de la corrupción.
En fin…
No sé cuál de los candidatos supla a Rafael Moreno Valle. Tomando en cuenta el control rafaeliano, Tony Gali podría ser el próximo gobernador y Blanca Alcalá la víctima de los panistas que antes fueron sus compañeros de partido. Sin embargo, ocurra lo que ocurriere, el que esto escribe seguirá poniendo la pluma en la llaga. Igual que sin duda lo harán colegas de la talla de Alejandro Mondragón, Jesús Manuel Hernández, Fernando Maldonado, Enrique Núñez y Rodolfo Ruiz, por citar a los más destacados.
Alguien dijo y dijo bien: No todos los ojos cerrados duermen, ni todos los ojos abiertos ven.