Puebla, el rostro olvidado (Presentación)

Réplica y Contrarréplica
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Presentación...

Alejandro C. Manjarrez tiene 25 años de ejercer el periodismo con el ánimo de descifrar los móviles del poder. En ese lapso se ha dedicado a hurgar en los antecedentes de la historia de México y de Puebla, encontrando en ellos una amplia veta de paradojas políticas. Su interés ha ido más allá de la simple referencia histórica, actitud que le ha permitido descubrir el origen de conductas públicas, algunas disparatadas, otras contradictorias y, las menos, ortodoxas.

De todo ello ha dejado constancia en sus libros Crónicas sin censura, El choque de las águilas y El rostro olvidado, primera edición, así como en sus columnas políticas en donde comenta defectos, errores y virtudes de los personajes locales y nacionales de la vida cotidiana.

No habría que olvidar que la Puebla nació de un sueño promisorio: el del obispo Julian Garcés, primero en la Nueva España, quien de Tlaxcala viniera a descubrir el paisaje de El Alto y ahí fundar –con el auxilio de Motolinía– una Puebla de españoles.

La metáfora adquiere realidad. Y sentido si al cabo de 500 años de haber acontecido la efemérides (el 16 de abril de 1531), los actuales poblanos comprobamos o no aquello de que si el sueño se ha cumplido, en las medidas de prosperidad social, de efectiva proyección nacional o de estabilidad política, como parámetros de un gobierno abrigado en la esperanza de una vida mejor de la que nos ofreciera el tiempo pasado, quiero decir: de una madurez política que desde hace buen rato merecemos. Alejandro C, Manjarrez se atrevió a columbar lo hecho y lo dicho en el pasado poblano, con la convicción realista de que todo pretérito resulta imperfecto, ya que está en permanente búsqueda de la perfección política social; movilidad política de los pueblos que aspiran a mejores formas de vida comunitaria. El autor de este libro blande con arrojo la pica medievista y arremete contra los muros sexenales, sufragados o no durante los recientes treinta años –precisamente la edad de una generación rampante en la búsqueda de la transición hacia la deseable tolerancia que caracterice la convivencia democrática.

La segunda edición corregida y actualizada de Puebla el rostro olvidado, remueve nuestra indiferencia Poblana a la que ya se le han caído muchas lentejuelas. Es un libro que quiere afectar la capacidad de análisis de la poblanía, interrumpir ese deambular indolente por la cosa pública que llamamos política, como posibilidad casual de buen o mal gobierno, puesto que de una u otra manera nuestra vida sigue presentándose como consecuencia afortunada o lamentable de buen o de mal gobierno.

Héctor Azar.

A LOS LECTORES 

Lo que he escrito es producto de lo que vi, leí o deduje bajo las premisas de la verdad y la justicia. La religión merece mi profundo respeto, pero confío en el raciocinio científico como método de comprensión y progreso. Mis ideas están subordinadas a la patria, la familia, Dios y al equilibrio de la naturaleza. Estoy convencido de que servir al prójimo es lo más trascendente de nuestra misión microcósmica.

Alejandro C. Manjarrez.

Durante décadas los poblanos hemos escuchado muchas promesas y propósitos gubernamentales sobre salud, educación, justicia y desarrollo social. Sin embargo, el estado de Puebla sigue siendo presa de la injusticia, el analfabetismo, la marginación, la insalubridad, la pobreza y la desigualdad, circunstancias que abultan el lastre creado por aquellos sátrapas que se valieron del cargo para beneficiar a sus cofrades, amigos y familiares.

Para abatir la miseria, la insalubridad y la ignorancia no bastan las buenas intenciones o los espectaculares programas gubernamentales diseñados, más que para combatir este terrible rezago generacional, para tratar de justificar la incapacidad, el desarraigo o el uso del poder con fines estrictamente personales.

El que gobierna está obligado a manejarse con honestidad para no fallar en proveer los servicios públicos y conducir a los gobernados bajo la premisa de motivar, alentar, estimular, coordinar y dar coherencia a los esfuerzos dispersos e inconexos de la sociedad.

Esta segunda edición de “Puebla el rostro Olvidado” corregida y aumentada, intenta aportar algunos datos que faciliten la comprensión de la política local y sus –en apariencia– intrincados caminos. El lector encontrará también en estas páginas referencias que esbozan nuestro modo de ser. Además podrá leer algunos pasajes que intentan demostrar que la Puebla de hoy puede impulsar o dar cabida a la cultura y el talento de fuereños bien intencionados, tal y como lo hicieron Javier Clavijero, Esteban de Antuñano y Melchor Ocampo por ejemplo. Y entre otros muchos buenos propósitos, también busca dejar constancia del por qué de los fracasos de quienes llegaron al gobierno con el ánimo de usufructuar la buena fe de los poblanos y, en consecuencia, sin taxativas para pervertir el cargo y convertirlo en una ilegítima mina política.

Cada línea ha sido escrita con el sano anhelo de aportar elementos históricos que orienten a quienes desean el progreso de la entidad. Obviamente omito comentarios y pruebas documentales sobre la vida, la moralidad o el comportamiento privado de políticos y empresarios de fama pública, referencias que aparecían en las fuentes hemerográficas consultadas. Lo que sí incluyo son las actitudes y las acciones que por su trascendencia afectaron o trastocaron la vida política y el entorno social poblano.

En la primera edición dije que la historia ha demostrado que los políticos fallan en su encargo, por estulticia, o porque menosprecian al pueblo, o simplemente porque no cuentan con el arraigo que permite entender y convivir con los gobernados. A ocho años de distancia de esta afirmación, lamentó no haberme equivocado.

Reitero mi agradecimiento a la colaboración intelectual de compañeros y amigos que me animaron a seguir escudriñando en la historia. Les prometo conservar el interés de publicar aquellos datos y hechos que encuentre entre los intersticios del archivo o que surjan de revelaciones provenientes de protagonistas y testigos confiables. Y a los detractores profesionales no me queda más que manifestarles mi asombro por la oscuridad mental que irradian, la cual curiosa y paradójicamente, produce una extraña luz que sirve para iluminar los atajos por donde transitan sus denuestos intrigas y deslealtades.

Puebla 30 de agosto de 1999.

Alejandro C. Manjarrez