Justicia Social, anhelo de México (Capítulo quinto)

Réplica y Contrarréplica
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EL INTERINATO DE FRANCISCO LEÓN DE LA BARRA. FATIDICA CONTINUACIÓN DEL PORFIRIATO

Como ya manifestamos en el capítulo anterior, don Venustiano Carranza, al dar su opinión sobre el Convenio de Ciudad Juárez, solicitada por el señor Madero, en la junta previa que con tal objeto se verificó en la casita de adobe que servía de cuartel general a la Revolución, se expresó en los términos siguientes: "... ¿Que ganaremos con las renuncias de los señores Díaz y Corral...? Quedarán sus amigos en el poder; quedará el sistema corrompido que hemos combatido; el interinato será una prolongación viciosa, anémica y estéril de la dictadura..."

Sólo faltó al egregio varón de Cuatro Ciénegas agregar un calificativo más al interinato del presidente Amarillo: "...será un instrumento dócil al porfiriato para tratar de que el señor Madero sea asesinado..." Hubiera sido este último pensamiento una profecía más de las que hizo con tanto tino el señor Carranza.

Y así fue en realidad ... Cuando el 27 de mayo de 1911, el vapor alemán Ipiranga salía del puerto de Veracruz llevando a bordo al dictador derrocado, el pueblo de la capital de la República, en manifestación tumultuosa y entusiasta, vitoreaba el triunfo (?) de su Revolución, sin darse cuenta de que ella, se había suicidado al nacer... En el Palacio Nacional encabezado por un científico hipócrita, el Porfiriato sin Porfirio volvía a tomar por asalto el poder que el caudillo de la Revolución le había entregado, bajo la presión del grupo reaccionario de su familia y la decepción que amargó su alma con la insubordinación de Pascual Orozco y de Francisco Villa.

El ejército de viejos generales, y la tropa reclutada en las cárceles o cogida de leva, quedarían como única fuerza que garantizara la realización de los anhelos de justicia social, y la vida misma de quienes habían luchado por conseguirlos.

¡Vano espejismo de triunfo que en muy breve vendría a desvanecerse como una nube de humo! Imposible sueño suponer que quienes habían sido sostén de clericales, de latifundistas y de favorecidos del dictador, pudieran convertirse en guardianes de los anhelos del pueblo y defensores de la vida de los caudillos revolucionarios.

Don Juan Sánchez Azcona, íntimo amigo y secretario del señor Madero, dice a este respecto lo siguiente: "... El pueblo que aclamaba la renovación individual del poder, todavía no echaba de ver que las ligas y antecedentes del señor De la Barra, le tenían fuertemente atado al régimen caído y lo inclinaban autoritariamente a entorpecer las conquistas que la revolución anhelaba alcanzar... "

El señor general ingeniero Pascual Ortiz Rubio por su parte comentando este interesante asunto, dice lo siguiente: ... La aceptación de don Francisco León de la Barra como Presidente Provisional, para preparar la estabilidad del futuro gobierno, fue el mayor error cometido por los revolucionarios. La Revolución al triunfar (?) se suicidó permitiendo que un porfirista, clerical por añadidura, presidiera las elecciones y gobernara el país, ávido de libertad. Quedaba en pie lo mas corrompido de la administración porfirista: Los diputados, los senadores, los militares, los políticos todos, que tan luego pudieron respirar con desahogo, pasando el susto de los primeros momentos, se rieron del candor de los revolucionarios, que se entregaban como corderos para ser sacrificados en aras de su impericia"

Casi todos los íntimos consejeros del caudillo maderista, competían a cual más en recomendarle errores y torpezas. El doctor Vázquez Gómez, fue quien insistió en que se aceptara a De la Barra como Presidente Interino. Juan Sánchez Azcona apadrinó nada menos que a Manuel Calero, científico y reaccionario connotado, para que continuara en el gabinete y fue más tarde ministro de Relaciones. La mayoría reaccionaria de la familia Madero, lograba que los ex–científicos y limantouristas de primera fila, Ernesto Madero y Rafael Fernández, ocuparan la secretaría de Hacienda y la de Justicia respectivamente.

No es útil para el objeto que persigo en este libro, hacer un estudio pormenorizado del régimen provisional del Presidente amarillo León de la Barra. Quiero únicamente dar a conocer y comentar algunos documentos que nos ayudan a comprender los tropiezos que esta prolongación del porfiriato puso en el camino que el señor Madero tendría que recorrer hasta su llegada al Palacio Nacional.

Como era costumbre en el caudillo revolucionario, puso ante todo el mayor empeño en demostrar que equivocado o no, sería fiel a los compromisos que contrajo con el malhadado convenio juarense.

Principiaré reproduciendo algunos párrafos de la renuncia que el general Porfirio Díaz presentó ante el congreso de la Unión el día 25 de mayo de 1911. No obstante que el Plan de San Luis había declarado desaparecido el poder legislativo del porfiriato, aceptó el señor Madero dejar sin efecto esa desaparición y que ante tal Congreso se hiciera constar ya no el derrocamiento del régimen dictatorial sino la renuncia voluntaria que los primeros mandatarios Díaz y Corral hacían de sus puestos.

Aquel día de mayo a las tres de la tarde, se abría la sesión de la Cámara y el diputado señor de la Peña y Reyes, daba cuenta de las renuncias del presidente Díaz y del vicepresidente Corral. Extracto enseguida algunos párrafos que juzgo de interés, contenidos en la renuncia del dictador: dice así:

...El pueblo mexicano... Se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas, manifestando que mi presencia en el ejercicio del supremo poder ejecutivo es la causa de la insurrección... respetando como siempre he respetado la voluntad del pueblo (?) y de conformidad con el artículo 82 de la Constitución Federal, vengo ante la suprema representación de la Nación a dimitir sin reserva al cargo de Presidente Constitucional de la República con que me honró el voto nacional (?) y lo hago con tanta más razón, cuanto que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana... Espero señores diputados que, calmadas las pasiones que acompañan a toda revolución, un estudio más concienzudo y comprobado, haga surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir, llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia.

El dictador se dolía de que el pueblo mexicano lo obligara a renunciar al puesto que el voto nacional le había otorgado, pero él sabía muy bien que tal cosa era inexacta; su elección había dejado de existir hacía muchos años; sus reelecciones eran el resultado de una imposición manifiesta; y por lo que hace a que para conservar el poder tuviera necesidad de derramar más sangre mexicana, nada tenía de raro, ya que este derramamiento de sangre inocente había sido el medio de conservar su puesto durante casi todos los treinta años de su dictadura.

El juicio del pueblo mexicano respecto a la actuación del general Porfirio Díaz, es y ha sido siempre laudatorio en lo que se refiere a su valor y patriotismo al defender a la nación contra sus invasores extranjeros; su inquebrantable adhesión al gobierno del señor Presidente Juárez durante las guerras contra el pretendido imperio y en favor de la Reforma; pero el juicio de su actuación política, con la persecución encarcelamiento y asesinato de sus oponentes; su entrega de la riqueza nacional, especialmente de las grandes extensiones de tierra a las funestas compañías deslindadoras y del petróleo a las compañías norteamericanas e inglesas; la burla de la voluntad popular en sus constantes reelecciones y la imposición de gobernadores en los estados,... eso, cada día es mejor conocido por las nuevas generaciones y por lo tanto, más enérgicamente reprobado.

México entero lamenta profundamente que un soldado brillante y patriota como él fue en un tiempo, se convirtiera en dictador, aliado de los enemigos del pueblo; protector de latifundistas extranjeros y nacionales, así como de patronos que tenían todos a sus trabajadores como esclavos.

Transcribo ahora algunas frases de la renuncia del Vicepresidente Ramón Corral, que me ayudan al estudio de esta situación política de nuestro México. Dicen así:

...mis propósitos eran, secundar en todo la política del general Díaz.... Lo que yo puedo asegurar es, que procuré siempre no crear el menor obstáculo a la política del Presidente, aun a costa del sacrificio de mis convicciones ... los sucesos que han conmovido al país durante los últimos meses, han hecho que el presidente considere patriótico separarse del alto puesto que le designó el voto casi unánime de los mexicanos ... Conviene al mismo tiempo a los intereses de la Patria igual acto de parte del Vicepresidente... y siguiendo mi programa de secundar la política del general Díaz, uno mi renuncia a la suya y en la presente nota hago dimisión del cargo de Vicepresidente de la República... París cuatro de mayo de 1911. Ramón Corral – firmado.

Debemos fijarnos ante todo, en que tal renuncia del señor Corral está firmada el cuatro de mayo en aquel año. Si el convenio de ciudad Juárez se llevó a cabo el veintiuno de tal mes y las dificultades presentadas por el comisionado porfirista licenciado Carvajal a los delegados revolucionarios maderistas, todavía el veinte, eran relativas a que no se podría asegurar cosa alguna respecto a tales renuncias, es claro que en realidad sólo se trataba de hacer presión sobre otros puntos del arreglo, ya que las dimisiones estaban resueltas mucho antes.

Al examinar detenidamente la renuncia del señor Corral llama la atención que un hombre respetable, como debía ser él, nos diga que ha venido secundando la política del general Díaz " aun a costa del sacrificio de sus convicciones". Aun cuando el slogan del porfiriato, dado a conocer por el diputado Pineda, decía que con Porfirio Díaz hasta la ignominia; era de esperarse que cuando menos lo disimularía el vicepresidente.

Respecto a la segunda declaración del señor Corral de que el general Díaz hubiera sido electo por el voto casi unánime de los mexicanos en los últimos comicios de 1910, sólo puede explicarse por el deseo de halagar a su amo públicamente , ya que el referido vicepresidente sabía muy bien la verdad respecto al sainete electoral de cada cuatro años además, no se puede compaginar la declaración presidencial de que bandas milenarias armadas exigían su renuncia, con aquello de que pudiera haber sido electo por el voto casi unánime de los mexicanos.

Naturalmente los diputados, atentos a la orden de su amo, se apresuraron a dar su aprobación al dictamen que proponía la aceptación de las renuncias y el llamado del ministro de Relaciones del porfiriato licenciado Francisco León de la Barra para que protestara como Presidente Provisional. Uno de los diputados firmantes de aquel dictamen, fue el señor licenciado José Natividad Macías, quien durante doce años había figurado como representante del distrito electoral de Apatzingán de mi estado natal; posteriormente miembro prominente del grupo de colaboradores del señor Carranza en la redacción del Proyecto de la Constitución de 1857 reformada, que se presentó así por el Primer Jefe, al Constituyente de 1917.

El general Díaz, antes de abandonar el territorio nacional, dirigió al ejército federal, que fuera su sostén armado, un manifiesto en el que le enviaba, por conducto del general Victoriano Huerta, su afectuosa despedida, y de este documento doy a conocer los siguientes párrafos:

... al salir del territorio nacional, deseo una vez más manifestar el agrado con que he visto el empeño de todos y cada uno de ustedes por cumplir con los deberes que el honor militar y la disciplina impone a nuestro ejército... Es para mí motivo de orgullo el ver su disciplina y heroico comportamiento; y por eso al retirarme, lo hago tranquilo, confiando en sus manos la santa enseña de la patria... enseña que el ejército sabrá salvar de todos los riesgos y todos los peligros que pudiera correr... Sírvase usted estimado compañero, (dice a Victoriano Huerta) hacerlo presente a sus subordinados y usted reciba para sí, un apretón de manos de su amigo y compañero

Porfirio Díaz, firmado.

El señor Madero caudillo de la revolución triunfante (?) lanzó a su vez, con fecha 30 del mismo mes de mayo de 1911, un manifiesto muy parecido a éste, dirigido igualmente al ejército federal, que tuvo una profusa circulación. Pasados apenas unos cuantos días de la despedida del viejo caudillo dictador, el nuevo gobernante decía al mismo ejército contra el cual había luchado, lo siguiente:

...Os aseguro que habéis conquistado la admiración del mundo entero por la fidelidad a vuestro superiores, por el espíritu de disciplina y de fraternidad hacia vuestros compañeros de armas ... y habéis dado un ejemplo admirable de heroísmo muriendo con estoica resignación por defender una causa que vosotros, en el fondo de vuestras conciencias sabíais que era injusta ... Como prueba de la fe que tengo en el sentimiento de caballerosidad que anima a este noble gremio, di a los oficiales, libres bajo palabra de honor... ya que habéis cifrado vuestro honor en ser fieles al gobierno constituido, emplead ahora esa tremenda fuerza moral al servicio del nuevo gobierno...

Se equivocó nuevamente nuestro caudillo ingenuo al suponer que los federales hubieran luchado y lucharían a su lado por defender la integridad de un gobierno verdaderamente electo por el pueblo; que habían luchado contra la revolución maderista por defender al gobierno del general Díaz. Error de nuestro jefe creer que los federales, en el fondo de sus conciencias, creyeran luchar por una causa injusta, todos sabemos muy bien que los federales luchaban únicamente para aprovecho de ellos mismos, formaban una casta que se creía dueña de la Nación, merecedora de prebendas que nadie podría disputarles sin tener que enfrentarse a la fuerza de sus armas. Su único anhelo era que sólo uno de ellos mismos pudiera ser quien reemplazara al dictador caído.

Muy distinta fue, años atrás, la opinión que respecto al ejército federal externó el general Ignacio Zaragoza, héroe del combate del 5 de Mayo contra los invasores franceses. De tal opinión repetiré sólo unas frases:

... El ejército ha sido permanentemente una rémora de todo adelanto social de nuestra patria... No ha servido, en el largo período de cuarenta años, sino para trastornar constantemente el orden público... Ha sido un amago constante a las libertades públicas y a los derechos del pueblo...

En verdad, ese ejército permanentemente caminó de acuerdo con el clero católico, porque los dirigentes de tal institución religiosa tuvieron el tino de ordenar a sus políticos, que los fueros eclesiásticos estuvieron siempre unidos a los fueros militares. Los federales sirvieron al dictador Porfirio Díaz, al chacal Victoriano Huerta, como hubieran obedecido a otro de los suyos, sin tomar en cuenta que fuera o no jefe de un gobierno legalmente constituido; para no perder el dominio político de que disfrutaban el cual les daba tan pingües resultados económicos. Derrocado Porfirio Díaz, su único anhelo era encontrar la manera de que el señor Madero fuera suprimido, haciéndolo enemistar con los zapatistas para que estos lo asesinaran y llegara a la presidencia de la nación uno de los suyos. Como tal cosa no pudo ser conseguida, no tuvieron empacho posteriormente en llegar a asesinarlo ellos, de acuerdo con el embajador estadounidense Lane Wilson. ¡Qué amarga decepción debe haber inundado el alma bondadosa del señor Madero cuando se dio cuenta de que uno de aquellos militares a quienes él había prodigado tantos elogios, el traidor general Aureliano Blanquet, con la pistola amartillada, lo tomaba prisionero en Palacio Nacional, el 18 de febrero de 1913...!

Francisco I. Madero, apóstol lleno de ingenua bondad, tenía que regar con su sangre el suelo de México, a manos de los federales, a fin de que, con tan dolorosa experiencia pudiera llegar un año más tarde el aniquilamiento definitivo de ese ejército, sostén armado de los enemigos del pueblo.

Sería prolijo enumerar la multitud de obstáculos que el Presidente Provisional impuso en el camino que el señor Madero tendría que recorrer antes de poder llegar, electo por su pueblo a la Presidencia de la República. Quiero hacer por tanto mención únicamente de los más graves. De la Conducta de León de la Barra se colige ante todo bien claramente, que este señor, lejos de creerse, como lo indican algunos de los nuestros, un funcionario de transición, sin más importancia que la de darle al gobierno revolucionario el carácter de establecido con apego a los disposiciones del Orden constitucional, él despreciaba al señor Madero y a la Revolución, porque se sabía impuesto por el porfiriato, a efecto de que, como reaccionario y clerical, obrara de acuerdo con los planes del régimen derrocado.

Y en efecto así fue. Es vano esfuerzo de quienes han pretendido hacer aparecer a León de la Barra como sugerido para este puesto por el propio señor Madero. Semejante reaccionario y clerical, sólo podía ser dócil ejecutor de todo cuanto el porfiriato mandara. Obrar de acuerdo con Victoriano Huerta para conseguir la supresión del caudillo de la Revolución; resultado funesto de la claudicación que el maderismo verificó al firmar el Convenio de Ciudad Juárez.

Una de las situaciones más difíciles y de más graves consecuencias fue la actitud agresiva y grosera de los federales, ante la orden de desarmar y licenciar a las fuerzas maderistas. Con su complejo de superioridad de casta militar, cometieron verdaderos crímenes, tales como el del general Aureliano Blanquet, al mandar atacar con ametralladoras a los maderistas concentrados en la plaza de toros de Puebla.

De todos los ámbitos de la patria llegaban quejas a este respecto y fueron la causa de que muchos maderistas prefirieran declararse francamente en rebelión, antes que dejarse desarmar.

Aunque parezca ocioso repetirlo una vez más, quiero dejar perfectamente aclarado el intento que vengo persiguiendo al escribir este libro. Trato de dar a conocer, con especialidad a las generaciones nuevas de mi patria, tanto los esfuerzos realizados en los campos militares y políticos para lograr el establecimiento de un régimen de justicia social, como la personalidad exacta, el valor real, de quienes han venido sosteniendo una enérgica lucha, ya sea para destruir el principal obstáculo que a ese logro se oponía – el viejo ejército de estado,– bien por llevar a la práctica en el terreno legal, las disposiciones, que hicieran realizables algunos de los principales remedios a las carencias urgentes de nuestro pueblo. Es por ello indispensable referir aciertos y errores de todos nuestros grandes directores en esta lucha. Por eso algunas veces mencionaré con pena sus claudicaciones, para darme el gusto otras muchas, de relatar con alegría sus aciertos y sus grandes virtudes.

Tócame esta vez continuar el análisis psicológico de la personalidad polifacética y a veces incomprensible, de aquel gran apóstol, don Francisco I. Madero, único –vuelvo a repetirlo–, que tuvo el valor de enfrentarse en lucha armada contra la dictadura del general Porfirio Díaz.

Voy a analizar, algunas de las actividades tanto del señor Madero como de los funcionarios del interinato, estudiando diversas situaciones políticas que se presentaron durante el período de la Presidencia Provisional, que me servirán de ayuda para lograr alguna luz respecto a los turbios designios del neoporfiriato, que fueran ilusión del ejército federal. Es bien sabido que el anhelo de estos militares encastados fue, conseguir que alguno de ellos llegara, por cualquier medio, a ser el substituto del general Porfirio Díaz en la Presidencia de la República; y es también del dominio público que los aspirantes a tal logro eran principalmente tres: el general Bernardo Reyes, quien con sus organizaciones de oficiales reservistas, y con el elogio que el dictador había hecho de su actuación como gobernador de Nuevo León, podría tener muy serias probabilidades de alcanzar la Presidencia del País.

El general Félix Díaz, que a pesar de carecer de méritos militares y actuaciones políticas algunas; con su escasa cultura y con su bajo nivel intelectual, llevaría cargando como un fardo el atributo de ser sobrino de su tío Porfirio, dictador exiliado. Y por último, si estos fracasaban en su intento, Victoriano Huerta se encargaría de la más sucia comisión, acercándose primero melosamente al caudillo de la Revolución maderista, fingiéndole inquebrantable adhesión, procurando orillarlo con sucias combinaciones a que fuera sacrificado por zapatistas; y si esto tampoco se lograba, procedería como lo hizo, en combinación con Aureliano Blanquet, con Félix Díaz y con Bernardo Reyes, apoyados por el embajador estadounidense, a apoderarse del poder, asesinando cobardemente a los mandatarios electos por el pueblo.

Fijaré ante todo el tiempo que duró el interinato del hipócrita presidente amarillo León de la Barra. Verificadas el día primero de octubre de 1911 las elecciones primarias como era la ley de esa época, para designar a los electores; y efectuadas las secundarias el 15 del propio mes; triunfaron en ellas, con abrumadora mayoría que semejó una verdadera aclamación, don Francisco I. Madero para la Presidencia y el señor licenciado José María. Pino Suárez para la Vicepresidencia. La toma de posesión de los mandatarios electos tuvo lugar el día seis de noviembre de 1911 y como el interinato de transacción impuesto por el dictador había principiado el veintiséis de mayo de aquel año, o sea el día siguiente de aprobada la renuncia de los señores Díaz y Corral; este sainete de gobierno interino, tuvo una duración de seis meses.

Durante este medio año el señor Madero procedió, en forma según creo, positivamente desconcertante. Sólo él podría haber explicado la aparente inconsecuencia de su actuación.

Ya he transcrito párrafos de su manifiesto laudatorio para el ejército federal. Además de esto, los diarios capitalinos de aquellos días que pueden ser consultados en la Hemeroteca Nacional, nos dan la noticia también desconcertante, de que "...en el Palacio Nacional de Chapultepec se verificó una entrevista que tuvo el sello de sincera cordialidad, entre los señores Francisco I. Madero, general Bernardo Reyes y el Presidente Provisional Francisco León de la Barra, durante la cual el señor Madero rogó a los expresados señores De La Barra y Reyes, que en caso de que su candidatura para la presidencia de la república triunfara, se dignaran aceptar las carteras de Relaciones Exteriores y la de Guerra y Marina respectivamente..." (Diarios de fecha 10 de junio de 1911). Añade la misma prensa que ambos invitados al gabinete del señor Madero: "...aceptaron, tomando en cuenta sobre todo, los intereses vitales del país..."

Si esto no es inaudito, no sé qué calificativo pueda con más justicia aplicársele. ¿Juego de alta política del señor Madero para despistar a los enemigos suyos...? Tal cosa era contraria al carácter y a la inexperiencia política del caudillo de la revolución.

Es conveniente consignar, que por la justificada indignación pública que originaron las matanzas que las tropas federales hicieron de pacíficos maderistas en Puebla, y en la fábrica de textiles La Covadonga el general Eugenio Rascón secretario de Guerra del Interinato, presentó la renuncia a su puesto y con tal motivo, al ser entrevistado por un reportero, según informa esa misma prensa de fecha 21 de julio de 1911, declaró textualmente:

...En cuanto a los desórdenes ocurridos últimamente (refiriéndose a las matanzas en el estado de Puebla) yo no he podido reprimirlos, como quisiera y como hubiera podido hacerlo, porque no se me permitió...

Y yo pregunto, ¿quién superior al general Rascón, ministro de la Guerra, pudo haber ordenado que no se castigara a Blanquet por estas matanzas...?

Indudablemente sólo el presidente interino León de la Barra pudo hacerlo, siendo claro indicio de que entraba en la conspiración anti–maderista tolerar estos crímenes, para que si el señor Madero no tomaba, frente a tal situación, una actitud enérgica, recayera sobre él la responsabilidad y el desprestigio ineludibles.

Mi pretensión de lograr un relato verídico que dé a conocer la personalidad de los hombres importantes que han intervenido en este movimiento de renovación social, hace indispensable el estudio de todos estos incomprensibles acontecimientos. Hombres al fin, que no obstante su temple extraordinario en ciertos aspectos, se ven errar dolorosamente ante la lucha que sostienen en su interior con su propio carácter y con las circunstancias de tiempo y de medio en que se encuentran, sin que ello les reste méritos indiscutibles por su aportación al triunfo final de esta renovación, que tropieza con tantos intereses creados desde hace siglos.

En el caso concreto de nuestro gran apóstol Madero, el balance se hace complicado y difícil, pero en mi concepto indiscutiblemente le corresponde un lugar de gratitud, de admiración y de cariño que su pueblo no le ha escatimado, porque como lo he repetido. Fue él quien luchando con tantos obstáculos, sosteniendo una ruda pelea contra el mismo carácter bondadoso que lo impelía a no desear ser la causa de daño alguno para sus compatriotas, triunfa al fin en su determinación de salvar a México de la dominación del dictador, y con tropiezos y fracasos, lo consigue.

Así por ejemplo, allá por el mes de febrero de 1905, el señor Madero enviaba a Ricardo Flores Magón, hombre de reconocidas ideas de extrema izquierda, una regular cantidad de dinero para ayudarlo a seguir adelante con la campaña que tan enérgicamente sostenía en su periódico Regeneración contra el porfiriato. La carta enviada a San Luis Missouri por el señor Madero, con los fondos para Ricardo, dice entre otras cosas lo siguiente: "... simpatizamos en todo con sus ideas, y creemos que su Regeneración, tendrá que causar la de la patria, inflamando a los mexicanos de noble indignación contra sus tiranos..."

Me imagino a nuestro joven caudillo en aquellos años, escondiéndose del abuelo don Evaristo, del papá don Francisco, de tíos y hermanos y parientes reaccionarios, para dar salida a su anhelo de lucha revolucionaria, enviando dinero a Ricardo Flores Magón y compañeros para que pudieran seguir su gran pelea contra el dictador y no obstante eso, en forma incongruente me lo encuentro más tarde, escribiendo su libro La Sucesión Presidencial de 1910, obra de un soñador más que de un político, proponiendo la formación de un Partido Antirreeleccionista, pidiendo que se buscara una transacción a fin de que Porfirio Díaz siguiera siendo candidato a la Presidencia y que su partido eligiera únicamente al Vicepresidente...

La redacción de su libro estuvo sujeta según se sabe, a la censura de su señor padre, quien por sus nexos con Limantour y con el mismo general Díaz, había de ser en gran parte el responsable del fracaso sufrido en el Convenio de Ciudad Juárez.

Flores Magón, el irreductible, por su parte, conociendo a fondo la realidad de esta situación, escribía a sus amigos desde el extranjero cuando Madero se lanzó a la lucha armada, los siguientes conceptos:

...Aun cuando Madero ha asegurado a ustedes por medio de sus agentes que en caso de triunfo habrá elecciones libres y de buena fe y que mis amigos tendrán entonces libertad de votar por mí... Madero está precipitando un movimiento personalista que tendrá principio el 20 de este mes (Ricardo escribía con fecha 18 de noviembre de 1910), o a más tardar el Iº. del próximo diciembre. La junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano no recomienda a usted que haga causa común con los maderistas, ni que sus amigos lo hagan. La Junta no ha celebrado pacto alguno o alianza con los maderistas, porque el programa del Partido Liberal es distinto al programa del Partido Antirreeleccionista. El partido Liberal quiere libertad política, libertad económica, por medio de la entrega al pueblo de la tierra que detentan los grandes terratenientes; el alza de los salarios y la disminución de las horas de trabajo; obstrucción a las influencias del clero en el gobierno y en el hogar. El Partido Antirreeleccionista, por su parte sólo quiere libertad política, dejando que los acaparadores de tierras conserven sus vastas propiedades; que los trabajadores sigan siendo las mismas bestias de carga y que los frailes sigan embruteciendo a las masas... Madero ha dicho que no pondrá en vigor las leyes de Reforma.

El doctor Luis Lara Pardo, abunda en opiniones parecidas a las anteriormente citadas: apenas principiado el Interinato, se desata en la capital de la República una campaña de prensa para desprestigiar al señor Madero y a su movimiento. Los incitadores de tal campaña pueden adivinarse fácilmente si examinamos con detención estas noticias. El día 23 de junio de ese año de 1911, la prensa anunciaba que el presidente De La Barra prometía una investigación completa respecto a otra matanza habida en Jalapa, resultado de un choque entre maderistas y federales que dio como saldo quince personas muertas y más de cincuenta heridos.

El 16 de julio siguiente, aparece en El País una carta de José Vasconcelos de la que extracto algunos párrafos:

Los últimos sucesos en Puebla son la repetición de aquellas sombrías hecatombes que llenaban al mundo de terror durante el gobierno del déspota más sanguinario que conoce la historia; el prófugo hipócrita que pasea su vergüenza por Europa (se refiere al general Porfirio Díaz) subsisten los mismos pretextos para justificar la carnicería, los mismos procedimientos y los mismos hombres. Vuelve a sonar con espanto y sorpresa de todos, relacionado con esta carnicería de Puebla, el nombre de aquel Blanquet, modelo de oficiales porfiristas que hace pocos meses fue acusado por la voz pública de asesinar heridos y cometer los actos más atroces que bajo el régimen porfirista eran considerados como prueba de hombría. La impunidad que ha logrado este valeroso oficial lo estimula para continuar su obra de cafre. Y el Ministro de la Guerra que tiene compromisos con la Revolución, porque a ella debe el puesto, y a ella protestó acatamiento ¿es también acaso porfirista?

 

El Imparcial por su parte se goza publicando en esta fecha, noticias que tienden al desprestigio de la Revolución y de sus líderes, dando a conocer en primera plana y con gran despliegue la moción del diputado Gamboa, para que se juzgue al Presidente León De la Barra y a su gabinete a cuenta de los disturbios habidos en la fábrica textil La Covadonga en Puebla... y el señor Cañete, gobernador de aquel estado, en un oficio remitido a la legislatura local explica las causas por las cuales no pudo prestar auxilio a la referida fábrica textil; "...que tenia a la mano sólo un corto número de hombres y que la agitación en la Angelópolis no se había calmado después del choque entre maderistas y federales..."

La inconformidad de elementos revolucionarios por falta de cumplimiento de lo ofrecido en el Plan de San Luis origina que un grupo numeroso de generales jefes y oficiales se dirija al doctor Francisco Vázquez Gómez informándole que tuvieron el día 18 de julio una entrevista con el presidente De la Barra para pedirle el cumplimiento inmediato de tales ofrecimientos y el referido doctor Vázquez Gómez les contesta entre otras cosas que:

 

¡El Plan de San Luis Potosí en una parte quedó sin efecto en virtud de los tratados de paz firmados en Ciudad Juárez...! Falta sólo cumplir el punto cuarto del tratado que dice que se estudiarán las condiciones de la opinión pública en la actualidad para satisfacer en cada estado esas solicitudes dentro del orden constitucional.

 

O sea, que el problema agrario que constituía la principal preocupación de los solicitantes, era cuestión de prolongado estudio y no de inmediata resolución. Entre los firmantes de tal escrito figuraba quien después de varios años tanto haría en el Congreso Constituyente por establecer bases serias para tal solución. Me refiero a mi amigo y compañero de luchas Francisco J. Múgica.

Otro motivo de inquietud y desconcierto fue la renuncia que al cargo de secretario de Gobernación del Interinato, presentó el licenciado Emilio Vázquez Gómez, por los términos en que está concebida y por el comentario que de ella hizo el señor Madero. La renuncia del licenciado Vázquez Gómez dice así:

 

...Después de haber tenido diversas dificultades con el señor Presidente de la República motivadas por las circunstancias de representar él en el gobierno actual la tendencia conservadora del antiguo régimen y yo la tendencia de la Revolución de la cual mi conciencia no ha debido ni debe separarse, el señor Presidente de la República ha tenido a bien ordenarme que presente mi renuncia del puesto de secretario de Estado y del despacho de Gobernación...

A los comentarios adversos para De la Barra que tal renuncia suscitó, el señor Madero contestó con un manifiesto que dice lo siguiente:

...Francisco I. Madero manifiesta a la Nación que acaba de saber el texto de la renuncia que el señor licenciado Emilio Vázquez hace de la secretaría de Gobernación, en la cual afirma que su separación se debe a que él representaba la idea revolucionaria mientras que el señor Presidente de la República C. Francisco León de la Barra representaba a la reacción y hubo choque por esto mismo. Considero de mí deber manifestar a la Nación que eso no es exacto. El señor de la Barra separó al licenciado Vázquez Gómez por su poco tacto al tratar cuestiones delicadas apoyándose en razones que a mí y a la mayor parte de los miembros del Comité, nos han parecido muy fundadas. El señor presidente queriendo evitar dificultades con el Partido Revolucionario, de un modo caballeroso consultó conmigo la conveniencia de dicho cambio, y debo agregar que la elección que hizo, para substituir al licenciado Vázquez, ha merecido toda mi aprobación.

...Siento haber tenido que dar este paso, pero me ha obligado el licenciado Emilio Vázquez, poniendo trabas al gobierno del señor de la Barra. A quien todos los antiguos revolucionarios tenemos el deber de fortalecer, pues es nuestra obra y representa actualmente a la Nación tan dignamente, que será la mejor garantía de que la voluntad popular será respetada en las próximas elecciones.

Esta declaración del señor Madero, llena de elogios para el reaccionario clerical señor De la Barra y de reproches para quien lo había acompañado en la lucha– los hermanos Emilio y Francisco Vázquez Gómez– causó pésima impresión entre el elemento revolucionario, especialmente en la provincia en donde no podíamos explicarnos las causas verdaderas de tal conducta de nuestro caudillo.

Con este motivo la directiva del Centro Antirreeleccionista, giró un telegrama a los clubes filiales en el país, entre ellos al Club Democrático Francisco I, Madero de Zamora Michoacán del cual yo fui fundador y secretario perpetuo. Ese mensaje decía así:

 

Atendiendo procedimientos Madero, Partido Antirreeleccionista lo desconoce Queda Jefe de Partido el doctor Francisco Vázquez Gómez– Pedro G. Rodríguez– firmado.

Nuestro Club Zamorano, decidió no obstante, seguir sosteniendo las candidaturas de los señores Madero y Vázquez Gómez para primeros mandatarios, unida a la del doctor Miguel Silva González para Gobernador Constitucional de Michoacán.

A estas fechas ya iniciaba el neoporfiriato la exploración de la opinión pública para lanzar a su candidato a la Presidencia.

El primero en aparecer como pretendido sucesor del general Porfirio Díaz, fue el general Bernardo Reyes, tal como todos lo habíamos supuesto, pero la repulsa general se dejó sentir también desde el inicio de los trabajos reaccionarios. A este respecto el diario capitalino El País, en su número del 9 de agosto de 1911 publicó un editorial de su director Trinidad Sánchez Santos del que extracto algunos párrafos, que dicen lo siguiente:

...Para justificar el señor general Trinidad Reyes la monumental inconsecuencia de haber proclamado su candidatura a los pocos días de haber protestado no aceptarla, dice lo siguiente en un manifiesto: .. Y bien, aun no hace dos meses que expedí mi manifiesto, y en ese breve período de tiempo he visto que mis anhelos de unirme y llevar a mis contingentes al jefe de la revolución han sido vanos... Analicemos la querella– añade el editorialista de El País .El señor General Reyes invoca sus anhelos de unirse y llevar sus contingentes al jefe de la Revolución; ¿Cuales contingentes...? Cuando el señor Reyes volvió de Europa en el curso de una comisión de don Porfirio, sus partidarios no podían llenar los asientos de una pequeña antesala. El antiguo partido reyista; el que brotó en la hora angustiosa del cualquierismo se desbandó, se apagó avergonzado, indignado trémulo de despecho por el fiasco de su bandera y se refugió e incorporó en el gran partido antiporfirista; en la revolución... la parte del pueblo que ansiaba poder asirse al general Reyes como una tabla de salvación en las tempestades rugientes de la dictadura, se llenó de cólera al ver que esa tabla huía de él y se iba sobre los penachos de las olas de lágrimas, a ofrecerse al tirano; a ponerse bajo su brazo de hierro.

Terminaba el editorialista de El País con estas frases: "...Diga el señor Madero lo que quiera, pero fue una equivocación suya el haber consentido en que el señor Reyes se hilvanara a la Revolución, hasta haberle ofrecido una cartera para el caso de que Madero fuera electo."

Ya había expresado mi opinión de que los federales por instrucciones del dictador caído, tenían planeado un sondeo nacional a efecto de enfrentar a la candidatura del señor Madero, la de algunos de sus más encumbrados generales. Los hombres de don Porfirio, ayer enemigos jurados del general Reyes se habían reconciliado con él, desde el abrazo Limantour–Reyes en París, terminando en México con el abrazo Reyes–neoporfiriato.

Era voz general el pacto de los militares abandonados a su suerte de que conservarían su lugar de preeminencia, costara lo que costara, y que irían colocándolos en el tablero por orden de posibilidades, siguiendo Félix Díaz al fracaso de Bernardo Reyes y terminando el General Victoriano Huerta que por sus antecedentes se sabía capaz de llegar a donde fuera preciso.

Continuaré estudiando las diversas situaciones graves que tuvo que sortear el caudillo revolucionario durante el interinato fatídico. Así, a propósito de la obligada renuncia del licenciado Emilio Vázquez Gómez, vino el serio disgusto de su hermano el doctor Francisco, como era natural, ya que figuraba su candidatura para la Vicepresidencia de la República unida a la del señor Madero, quién pocos días después dirigió una carta al doctor Vázquez Gómez en los siguientes términos:

 

...En virtud de que uno o varios clubes me desconozcan y me insulten, me parece que no debía imponer a usted ninguna vacilación respecto a su conducta, pues lo único que cabe en tales casos, es una declaración terminante y rotunda de usted, que desapruebe los insultos que se me han vertido y desapruebe que se me desconozca como jefe del Partido Revolucionario y que usted por su parte no hace. .. Lo único que usted podría decir es que los facultaba para que presentaran su candidatura de presidente a la convención del partido. ...Le suplico contestarme si está usted dispuesto a obrar en esta forma, pues yo necesito tomar una determinación mañana mismo.

 

Pasando por alto muchos incidentes ocurridos en el interinato presidencial, que los enemigos de la Revolución aprovechaban jubilosos para burlarse del caudillo y de sus hombres, quiero referirme sólo al más grave de ellos originado por la actitud de los agraristas morelenses en armas.

Uno de los primeros contingentes que se había ordenado desarmar, fue el que, al mando del jefe maderista Juan Andrew Almazán se encontraba muy próximo a la capital de la República en la villa de San Ángel –hoy Villa Obregón– y formado por unos doscientos hombres. Cuando Almazán tuvo conocimiento de esta orden de licenciamiento, inconforme con ella decidió salir con su gente en actitud rebelde rumbo al estado de Puebla y buscar de inmediato su unión con los zapatistas.

Creo importante anotar la incorporación de Almazán y sus hombres con las fuerzas zapatistas, por tratarse de un joven estudiante de clara inteligencia y quien al iniciarse el movimiento maderista fue de los primeros en marchar a incorporarse con el grupo de nuevos valores adictos al señor Madero. Lo hace aparecer así Juan Sánchez Azcona uniéndose en San Antonio Texas, en 1910, junto con Aquiles Serdán, Enrique Bordes Mangel, Cesar López de Lara; con mis compañeros del grupo maderista zamorano Francisco J. Múgica y Gildardo Magaña, así como con otros más.

Es de suponerse, por este motivo, que Andrew Almazán conocía bien las aspiraciones fundamentales del movimiento revolucionario y estaba capacitado para señalar a sus nuevos compañeros zapatistas, el camino para obtener su realización.

Diego Arenas Guzmán nos informa que en el archivo del señor ingeniero Alfredo Robles Domínguez encontró un documento manuscrito en el cual José Cruz, secretario de Emiliano Zapata, explica las primeras actividades del jefe maderista Almazán. Este documento se dice que tiene al calce, firmadas por el ingeniero Robles Domínguez, las siguientes palabras: ...Datos suministrados por José Cruz secretario que fue de Emiliano Zapata... circunstancia que lo hace suponer auténtico. Como relato original de alguien que fue actor en el movimiento zapatista, el de José Cruz ofrece material de importancia para darnos a conocer la actitud que en aquellos días tomó Emiliano Zapata, ante las gestiones insistentes que se hacían por lograr que permitiera el licenciamiento de los agraristas morelenses.

Merece por todo esto un estudio serio de lo ocurrido entonces en Morelos, ya que mi impresión personal es, que se trató de una urdimbre cobarde y trágica del neoporfiriato para lograr que fueran los zapatistas quienes quitaran la vida al caudillo de la Revolución.

Es bien sabido que el movimiento armado zapatista, en lucha por la solución del problema agrario en México, bajo el lema de Tierra y libertad que primero adoptara Ricardo Flores Magón en el programa del Partido Liberal Mexicano, tuvo su origen al mismo tiempo que se iniciaba en el norte la sublevación maderista. Cuando esta última revolución terminó, con el convenio de Ciudad Juárez, las fuerzas zapatistas formaban el núcleo más numeroso de las que, según el repetido convenio, deberían ser desarmadas y licenciadas. Con toda razón el general Zapata se negó a permitir tal cosa y al declararse en abierta rebeldía contra el gobierno de transacción encabezado por Francisco León de la Barra, éste se apresuró a enviar fuerzas federales a combatirlos.

Es importante notar que los jefes de estas fuerzas federales enviados por De la Barra fueron: primero Victoriano Huerta, poseedor del secreto relativo a las intenciones del porfiriato para hacer desaparecer al señor Madero y pocos días después Aureliano Blanquet, el autor de los asesinatos de Puebla, que por esos méritos en lugar de ser procesado, iba a coadyuvar con Huerta en el plan mencionado.

El movimiento agrarista morelense, tuvo directores intelectuales de gran valía; son de recordar con respeto, Antonio Díaz Soto y Gama; quien desde el 21 de marzo de 1910 había sido ya prisionero del porfiriato por su valiente discurso pronunciado en Pinos Zacatecas; el profesor Otilio Montaño, Andrés Molina Enríquez y otros más, siendo sin duda alguna uno de los movimientos que más grande influencia política y social han ejercido para el desarrollo de nuestro movimiento de justicia social. Digo sinceramente que a pesar de que en 1917 el zapatismo se encontraba en rebelión armada contra nuestro gobierno carrancista los 17 diputados constituyentes que fuimos autores del proyecto del artículo 27, presentado en aquella histórica asamblea, nos sentimos influenciados hondamente, por el programa agrarista del Plan de Ayala.

Entre las diversas gestiones del interinato para lograr el licenciamiento de los zapatistas, anotaré el nombramiento que De la Barra hizo en favor del ingeniero Alfredo Robles Domínguez con tal objeto.

A esta solicitud, el general Emiliano Zapata contestó diciendo: "... Me opondré con las armas a este humillamiento, mientras el estado de Morelos siga ocupado por fuerzas federales al mando del general Victoriano Huerta..." Esto publicaban los diarios capitalinos con fecha 21 de agosto de 1911, los que ya desde el día 13 habían dado la noticia de que "...una brigada de las Tres Armas, al mando del coronel Aureliano Blanquet había salido a Morelos con objeto de coadyuvar con las tropas del general Victoriano Huerta el desarme de los zapatistas..."

Se encontraban ya acuartelados en Cuernavaca, mil trescientos federales de la columna de Huerta, la cual en su camino de Tres Marías a la capital del estado había sido atacada por las del jefe zapatista Jesús Morales causándoles algunas bajas debido al descuido con que iban en marcha bajo la impresión de que los zapatistas no se atreverían a enfrentárseles.

Las noticias publicadas por los periódicos de México, nos hacían saber que el señor Madero, muy preocupado por esta situación de Morelos, salió en automóvil para Cuernavaca el día 13 de agosto de aquel año de 1911, tratando de evitar que las fuerzas de Huerta y de Blanquet chocaran en algún combate con los zapatistas, haciendo imposible un arreglo pacífico.

Por estos mismos días, Juan Andrew Almazán telegrafiaba al presidente De la Barra desde Cuernavaca, en los siguientes términos: "... por conducto de El Imparcial, pido respetuosamente se me faculte para arreglar el asunto de Morelos sin derramamiento de sangre..."

Andrew Almazán había obsequiado a Huerta un banquete que correspondió con otro en el Hotel Madrid, durante el cual, según la prensa de México "reino la mayor cordialidad".

El señor Madero continuaba haciendo esfuerzos por solucionar en forma conveniente a los intereses de la Revolución las dificultades, muy justificadas en mi concepto, que ponía Zapata para aceptar el licenciamiento de sus tropas, al efecto el corresponsal de El País en Cuernavaca comunicaba a su periódico lo siguiente: "... Me informó el señor Madero haber tenido una conferencia telefónica de dos horas con Emiliano Zapata que se encuentra en Cuautla, durante la cual Zapata le había informado estar dispuesto a retirarse a la vida privada, tan luego como el estado de Morelos se halle en completa calma después de la retirada de las tropas federales..."

Entre tanto, Victoriano Huerta, siguiendo su plan de fingir adhesión al caudillo revolucionario, lo invitó para que pasara una revista pública a sus tropas, la cual se verificó en la calle de Morelos a las nueve de la mañana del día 12 de agosto de 1911. El señor Madero se presentó a caballo, llevando a su derecha al general Huerta y a su izquierda al jefe, supuestamente todavía maderista Andrew Almazán. Después de la revista, el señor Madero invitó a comer al general Huerta, y por la noche a cenar con él en su casa habitación, según informaba la prensa de México, en estos convites "...reinó la más franca armonía…"

Veremos posteriormente como todas estas zalamerías que ambos jefes militares hicieron al caudillo revolucionario, eran demostraciones falsas de adhesión que cada uno llevaba a su beneficio.

Huerta para cumplir con la consigna del neoporfiriato de orillarlo a que le tuviera confianza y exponerlo a ser asesinado por los zapatistas al creerlo traidor a su causa; Almazán ya en combinación con el licenciado Emilio Vázquez Gómez, como lo declaraba a la prensa pocos días después.

El señor Madero informaba a De la Barra el día 18, desde Cuautla el resultado que creía había obtenido con sus gestiones pacifistas ante Zapata, en los siguientes términos:

 

...Acabo de celebrar una conferencia con Emiliano Zapata y con los delegados de los pueblos... Aceptan al ingeniero Hay como gobernador y a Raúl Madero como jefe de las armas.... Disponga usted que salgan las fuerzas federales concentradas en Cuernavaca para vencer la desconfianza... Esa desconfianza es justificada por la actitud asumida por el general Huerta que avanzó hasta Yautepec sin recibir órdenes... Mañana se procederá al licenciamiento de las tropas."

El señor Madero creyendo a De la Barra tan sincero y leal como él era, pensó que el avance de Huerta rumbo a Cuautla para atacar a los zapatistas se hacía sin haber recibido órdenes; que los nombramientos del nuevo gobernador en favor del ingeniero Eduardo Hay y del jefe de las armas para Raúl Madero, serían una realidad. Todo ello era únicamente tramoya hipócrita del presidente amarillo buscando el logro de sus fines siniestros.

Al día siguiente 19 de agosto, volvía a telegrafiar a De la Barra, en forma muy distinta al conocer el engaño de que había sido objeto, en los términos siguientes:

...Acabo de recibir noticias por teléfono, que me han sido confirmadas por conductos diversos y fidedignos, que las fuerzas federales marchan sobre Yautepec y principia el tiroteo en las afueras de la población, juzgándose inminente que penetren en ella, lo que ha llenado de pánico a sus habitantes en quienes únicamente el nombre de Blanquet inspira terror... Me permito repetir a usted que mientras no de él órdenes terminantes a Huerta de que se retire con sus tropas, la situación no hará sino agravarse... Estaba principiando a llevar al cabo el licenciamiento con buen éxito, cuando fue interrumpido por la desagradable noticia que acabo de dar a usted... Tengo datos y fundamentos suficientes para asegurar a usted, que el general Huerta está obrando de acuerdo con el general Reyes y no dudo que su proyecto sea alterar el orden con cualquier pretexto y con fines nada patrióticos. Considero que jefes como Huerta y Blanquet son los menos apropiados para una misión de paz, sobre todo en este estado.

El caudillo revolucionario se encontraba conferenciando personalmente con Emiliano Zapata en Cuautla, asegurándole, como a él se lo habían asegurado, que los federales no avanzarían a atacarlo y que las condiciones pactadas para el licenciamiento se cumplirían. No podía él imaginarse, porque no era de la calaña de Blanquet y de Huerta, que no iban estos traidores en misión de paz, sino con la consigna premeditada de avanzar sobre los zapatistas que confiados en el señor Madero no esperaban ser atacados, para que al recibir el ataque supusieran que Madero estaba en la combinación y procedieran seguramente a fusilarlo.

Zapata era en realidad un hombre lleno de ideales revolucionarios agraristas; con gran inteligencia natural y una bondad ingénita que lo hizo comprender el plan de los federales y lejos de proceder como estos esperaban, lo puso a salvo. Continuaré estudiando el fracaso del primer plan siniestro del neoporfiriato.

Cuando el payaso trágico, Victoriano Huerta conoció por la prensa el mensaje del señor Madero del que antes transcribí algunos párrafos, hizo declaraciones al periódico capitalino El País, que causarían risas si no causaran asco a quienes lo han conocido. Dice así:

 

"...He visto un mensaje procedente de Cuautla y de fecha de ayer... suscrito por el señor Madero... Hago la protesta más formal de dicho mensaje, pues declaró como hombre, como caballero y como soldado, que en mi vida he dado motivo alguno para que se hagan cargos como los del mensaje aludido..."

Muy pronto sabría el mundo entero, hasta que punto Victoriano Huerta dejaba de ser hombre, caballero y soldado para convertirse en un traidor a la confianza que tan injustificadamente le otorgara el presidente Madero, a quien mandó asesinar cobardemente.

Quién mejor que otro puede darnos luces para entender lo ocurrido en el estado de Morelos es el señor Madero, y a este respecto reproduciré algunos párrafos de una de sus cartas, fechadas en Parras Coahuila el 26 de Octubre de 1911 diciendo:

...Acordó de conformidad con el presidente De la Barra las medidas que yo aconsejé en la reunión con sus ministros y con ese acuerdo me fui a Cuautla y logré que Zapata estuviera conforme en deponer las armas. Pero como una de las condiciones estipuladas y principales era que las fuerzas federales no avanzaran, se dificultó que fuera mayor el número de armas que entregaran las fuerzas de Zapata, porque éste tenía desconfianza de que no se les cumpliera lo que yo ofrecí en virtud de que a pesar de mis ofrecimientos de que las fuerzas federales no avanzarían, estas seguían acercándose a Cuautla. De acuerdo con el señor presidente había convenido en que sería el gobernador del estado Eduardo Hay, el cual fue bien aceptado por todos los revolucionarios, pero el gobierno no quiso que se cumpliera con este ofrecimiento, y el avance constante del general Huerta, determinó que Zapata se levantara. Mi deseo de mandar un emisario para que le ofreciera salvoconducto para salir al extranjero tampoco hubo de realizarse, porque el gobierno se opuso a ello.

Si las fuerzas federales no han podido obrar contra Zapata es... porque el jefe que estuvo la mayor parte del tiempo al frente de las fuerzas federales, lo era el general Huerta, quien observó una conducta inexplicable, por cuyo motivo desde un principio propuse yo que fueran dichas fuerzas dirigidas por otro jefe, pero tampoco se tuvo en cuenta mi indicación.

 

Más explícito fue el señor Madero sobre este particular en la carta que dirigió al propio Huerta y que apareció publicada en el periódico maderista Nueva Era que dirigía don Juan Sánchez Azcona en la cual el jefe del maderismo dice a Huerta lo siguiente:

 

...Apenas llegó usted a Morelos, fui personalmente para procurar un arreglo pacífico a la cuestión. Llevé una comunicación para usted del señor subsecretario de guerra que le explicaba claramente mi misión... Lo llevé varias veces a comer a la casa donde me alojaba y lo invité a mis paseos por la población con el deseo de formar lazos de verdadera amistad entre usted y yo. Todo me hizo creer que usted compartía el mismo sentimiento, pues sus atenciones para mí y sus protestas de amistad y adhesión no podían dejar duda en mi ánimo. Fue por esta circunstancia precisamente que me sorprendió de un modo penoso el hecho siguiente: ...Antes de ir a Cuautla a donde proyecté ir a caballo, quise ir a la capital de la República para conferenciar con el señor presidente, y pocos momentos antes de tomar el automóvil se me informó que las columnas de usted estaban en marcha rumbo a Yautepec. Mandé hablar a usted y me aseguró que no era exacto, que únicamente iban sus tropas a hacer ejercicios militares en las afueras de la población y que regresarían pronto. Pues bien, a mi llegada a la capital de la República supe que me había usted engañado, pues efectivamente habían avanzado sus tropas rumbo a Yautepec. Este movimiento en si no hubiera tenido gran importancia, si no hubiera sido por haberme afirmado usted lo contrario.

...Cuando estaba yo en Cuautla en los arreglos con Zapata, siguió usted avanzando a Yautepec y acercándose a Cuautla sin recibir órdenes expresas del Presidente de la República... Con lo cual entorpeció usted mis gestiones y al fin se rompieron las hostilidades, haciendo infructuosos mis esfuerzos y hasta habiendo puesto en peligro mi vida, pues Zapata muy bien hubiera podido creer que yo lo engañaba, porque de Cuernavaca telegrafié que usted no avanzaría sobre Yautepec y después le dije que las tropas de usted no se acercarían a Cuautla habiendo sido todo lo contrario, y que hasta se dijo en Morelos que usted había capturado la escolta de Zapata... de todos modos esto podía haber despertado la desconfianza de Zapata. No hubiera hecho mención alguna de la actitud de usted en Morelos si no hubiese sido por la circunstancia de que se atacó injustamente al general González Salas, que era subsecretario de Guerra, y me pareció de justicia decir la verdad, a fin de que se sepa quién provocó aquella guerra y a quién se debe que no se haya podido lograr el licenciamiento de las tropas zapatistas.

Francisco I. Madero– firmado.

Esta carta que apareció en Nueva Era el 1 de Noviembre de 1911, así como los documentos que antes de ella he transcrito ponen de manifiesto con absoluta claridad, para quienes los analicen cuidadosa y desapasionadamente, como fue tramándose el siniestro complot del neoporfiriato, a fin de incitar a los agraristas de Morelos a que dieran muerte al caudillo de la Revolución de 1910, al juzgarlo en combinación con los federales que marchaban a atacarlos en Cuautla cuando Madero, que se encontraba con ellos, les aseguraba que no lo harían. Revela igualmente esa carta, que los trabajos de propaganda que Victoriano Huerta hacía en favor de la candidatura presidencial del general Bernardo Reyes, eran bien conocidos.

Además, en aquellos meses de 1911, el ambiente hostil para el señor Madero era una hirviente caldera de traiciones, de infidencias, de mentiras políticas entre los mismos elementos que se habían ostentado antes como sus seguidores y amigos. El programa de acción política ideado por los porfiristas y apoyado por el presidente amarillo León de la Barra estaba ya en pleno desarrollo.

Desde los últimos días del mes de junio, un grupo de tendencias decididamente neoporfirianas, lanzaba la candidatura del general Jerónimo Treviño para la Presidencia de la República, con la de don Fernando Iglesias Calderón para la Vicepresidencia. Ambos rechazaron tal ofrecimiento.

En agosto el general Bernardo Reyes se lanzaba por su propia cuenta a la lucha por la Presidencia de la República a pesar de que poco antes había declarado que no lo haría; y en el mismo mes, el Partido Católico se adhería a la de don Francisco I, Madero para la Presidencia aun cuando acompañado como Vicepresidente, por el clerical Francisco León de la Barra.

El Partido Antirreeleccionista desconoce al señor Madero y emprende trabajos preparatorios para lanzar la del licenciado Emilio Vázquez Gómez.

El mes de septiembre siguiente, principia con la publicación de unas declaraciones del doctor Francisco Vázquez Gómez, ministro de Instrucción Pública, en las que asegura lo siguiente: "... que sólo va a defenderse de los cargos que se le lanzaron en la convención del partido Constitucional Progresista, en la cual no logró que triunfara su candidatura para la Vicepresidencia de la República, agregando que: "¡el principal cargo que se ha lanzado en mi contra consiste en que yo no he estado siempre de acuerdo con el señor Madero!"

 

...esto es absolutamente cierto: el atribuye el mal gobierno pasado exclusivamente al general Díaz,... yo le doy más participación al señor Limantour... El señor Madero, lo mismo que su familia, han sido limantouristas toda su vida y por lo mismo ha sido y es científico puro, mientras que yo no he sido ni porfirista ni científico...

El licenciado Andrés Molina Enríquez por su parte manda publicar un plan llamado Plan de Texcoco, haciéndose eco de los grupos revolucionarios descontentos, diciendo entre otras muchas cosas que: "... Esa revolución –1910– debió haber barrido con todo el antiguo régimen, y haber puesto elementos revolucionarios en los puestos municipales, estatales y federales... Madero ha aceptado la disolución del ejército revolucionario y así ha destruido el único instrumento para imponer la reforma social y él mismo se ha puesto en manos de sus enemigos. Su comportamiento es vacilante y su conducta veleidosa, hasta el punto de que, los hombres que podrían formar el gran partido de la Revolución, no saben ni qué dirección tomar..." Y por fin don Andrés informa que al triunfo de su Plan de Texcoco él asumirá los poderes ejecutivo y legislativo.

Para colmo de las cosas, se subleva en el estado de Guerrero Jesús H. Salgado, diciendo que él no es más que uno de los sesenta jefes revolucionarios que se levantarán en armas en toda la República "... para exigir el cabal cumplimiento del Plan de San Luis Potosí".

El periódico diario de la capital de la República El Imparcial publica una entrevista con Juan Andrew Almazán, a quién titula general revolucionario y durante ella, Almazán, que pocos días antes acompañara al señor Madero a pasar revista en Cuernavaca a las fuerzas de Victoriano Huerta, declara: "... el señor Madero confunde lastimosamente la palabra revolucionario con la de maderista, y nada hay que lo indigne más que el saber que uno de nosotros, los jefes de la revolución pasada, cometa el gravísimo desatino de no conformarse con su candidatura ... No soy partidario de Madero, porque se está siguiendo, para elevarlo a la silla una política vergonzosa.

"Si llega a ser presidente y se obstina en seguir la misma conducta que sigue hasta ahora, antes de dos años, el pueblo estará más disgustado con él que con el general Díaz...." A la pregunta de si es reyista contesta Almazán: "Soy partidario del licenciado Emilio Vázquez Gómez... Terminando con la declaración de que ya licenció a sus soldados, porque el objeto que perseguían al estar organizados era velar por los ideales... y nunca para servir como instrumento a políticos de género chico..." Termina diciendo que Francisco León De la Barra es: "...buen ciudadano y gran patriota..."

Esto del licenciamiento de sus soldados declarado por Almazán a El Imparcial el 31 de agosto, está en contradicción con lo que asegura el secretario del general Zapata en los datos suministrados al ingeniero Alfredo Robles Domínguez, diciendo que el día 6 del siguiente mes de septiembre, Almazán con doscientos hombres que había reunido, se incorporó al movimiento zapatista en el pueblo de Ixcamilpa. No me interesa averiguar si se trató de nuevos elementos reunidos en pocos días, o si el licenciamiento de sus tropas no era exacto que se hubiere verificado.

Agrega Cruz que el día 15 de aquel Septiembre llegaron a Olinalá pueblo natal de Almazán, y que de allí, este jefe mandó un propio para que explicara al presidente De la Barra las circunstancias de su actitud de rebelión, " en la que parecía tener combinación con él". (¿Almazán en combinación con De la Barra...?) Su enviado debía también entrevistar al licenciado Emilio Vázquez Gómez, ¡para pedirle que los ayudara con dinero y elementos de guerra...!

El resultado de la comisión conferida al enigmático y turbio enviado de Almazán ante De la Barra y también ante el licenciado Vázquez Gómez, fue dado a conocer a su jefe en el pueblo de Tulcingo, diciendo lo siguiente: "...Que el presidente De la Barra, una vez que le presentó las cartas de Almazán, dijo, que él mandaría un delegado a conferenciar con Almazán y con Zapata..." Y con respecto al licenciado Vázquez Gómez: "...que don Emilio le había proporcionado algunos fondos, que desde luego entregó a Almazán..."

Sigue informando el secretario de Zapata que el representante del presidente interino llegó prontamente a Chiautla en cuyo lugar Cruz le hizo saber las condiciones que los agraristas de Morelos ponían para abandonar su actitud rebelde. En ese mismo lugar se encontraba ya Victoriano Huerta con su columna, dispuesta al ataque y con este militar conferenciaron también Cruz y Almazán, dando como resultado de todas estas misteriosas conferencias que se acordara enviar nuevos delegados zapatistas, los señores Ruíz y Jáuregui para que en unión de Almazán marcharan a México para entrevistar al presidente interino y entregar a él personalmente el pliego conteniendo las condiciones del licenciamiento,

A su regreso a México, Ruíz y Jáuregui, dieron cuenta al general Zapata del resultado de su comisión, que fue el siguiente: "... que una vez que se presentaron a palacio para conferenciar con el señor De la Barra y en presencia de éste, Almazán cambió de ideas diciendo al señor De la Barra que el único responsable del movimiento revolucionario era Zapata; que él aceptaba la rendición inmediata y el licenciamiento de sus fuerzas. Jáuregui por su parte presentó al Presidente un memorándum que contenía las peticiones de Zapata y una carta particular que Zapata mandaba..." No quedaron en nada, porque el presidente no aceptó las peticiones de Zapata, ni éste lo que el señor De la Barra quería.

Al salir del palacio los zapatistas, encontraron una persona comisionada por el señor Madero para que le explicaran a Raúl Madero cual había sido el resultado de sus entrevistas y al conocerla, don Francisco contestó que "...Se le dijera a Zapata que no transara con nadie y que él protegería con elementos de guerra al movimiento zapatista contra De la Barra y les mandaría dinero mandando a regalar a Zapata un pistola fina y suficiente parque..."

¡Cuánta desorientación y cuánta falsedad en estos cambios de opinión de todos los que en tales pretendidos arreglos intervinieron!

El grupo neoporfirista, ante el fracaso de aquel su primitivo plan de lograr que los zapatistas fusilaran al señor Madero, y que en su fingida indignación por tal acto pudieran ellos tener el aplauso nacional procediendo al exterminio del zapatismo, continuó con muchas otras combinaciones ya pensadas de antemano para este caso.

Largo y cansado sería analizarlas todas y por ello, mencionaré únicamente las siguientes: El intento del Congreso formado por porfiristas de que las elecciones se aplazaran cuando menos un año, para ganar tiempo en la realización de sus empeños. La propuesta ya descarada de Victoriano Huerta, de que hablara José Cruz el secretario de zapata, para que don Emiliano, traicionando al señor Madero, se declarara partidario del general Bernardo Reyes. Propuesta que Zapata rechazó de plano; y mil otras triquiñuelas y dificultades que el hipócrita presidente clerical amarillo ideaba a diario para obstaculizar la elección del señor Madero.

No cabe duda que los hombres que caminan por la vida con el corazón en la mano, renuentes a cultivar espinas y abrojos, confiando en los miserables que se les acercan, pecan con frecuencia de bondadosa ingenuidad creyendo sinceros a los malvados hipócritas que se aprovechan de ellos inicuamente.

Funestos errores fueron estos de nuestro caudillo y gran amigo don Francisco I. Madero, origen remoto de la desorientación y desaliento de varios de sus amigos en la hora de la tragedia; pero otros hubo en el preciso momento, que fueron más culpables que él de ese desconcierto, que tan funestas consecuencias tuvo para muchos.

Tengo la seguridad que los documentos por mí transcritos, y particularmente la carta del señor Madero a Victoriano Huerta, no dejarán duda en mis lectores de la felonía de los neoporfirianos cuyos propósitos siniestros fracasaron todos afortunadamente.

General José Álvarez y Álvarez de la Cadena