Puebla, el rostro olvidado (Los antecedentes, la CROM)

Réplica y Contrarréplica
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LOS ANTECEDENTES

LA CROM

Primera parte

En 1906 empezaron en Atlixco las reuniones clandestinas de los Hermanos del Gran Círculo de Obreros Libres, sucursales 7 y 8. El Círculo ligado al Partido Liberal Mexicano, publica el periódico “La Revolución Social”. Y esa “revolución social” es la “causa” que une a los conspiradores. Eran los últimos años del porfiriato.

    Pero estos conspiradores  parecían apóstoles de la violencia. Enarbolan ideas de los anarquistas del siglo pasado cuyas consignas eran destruir todas las instituciones políticas, sociales y religiosas. Tenían como meta la rebelión universal a fin de implantar una gran federación libre de asociaciones independientes.

     Su movimiento estaba compenetrado con las teorías de dos ideólogos europeos. Uno, el príncipe ruso Pedro Kropotkin, sostenía que los sindicatos no eran necesarios para lograr la revolución social, porque no caen en el parlamentarismo, sino que son dictatoriales. El otro, George Sorel, un sociólogo francés, exaltaba el anarcosindicalismo: los sindicatos son la piedra angular de la futura vida pública, sostenía. Por su papel económico, político, moral e incluso religioso, podrían reorganizar el Estado y la sociedad.

     En 1908, un grupo anarcosindicalista lídereado por Juan Olivares, intentó destruir la fábrica de Metepec. En 1909, otra facción encabezada por Samuel A. Ramírez, juzgó conveniente alinearse de manera incondicional con la pequeña burguesía antirreleccionista “Guillermo Prieto” con sede en Atlixco.

     A pesar de fracasos y divisiones, la influencia de los anarcosindicalistas continuó y culminó en el llamado sindicalismo revolucionario que perduró por años.

     Sindicalismo revolucionario quería decir acción directa: sabotaje, agitación, campañas de prensa, mítines, manifestaciones, demostraciones callejeras, revueltas y huelga general para la revolución social. Con total rechazo de la acción política, se preconizaba la acción directamente ejercida por los obreros.

     El repudio a los partidos políticos duró hasta 1918. La Revolución sacó de la clandestinidad al movimiento obrero, le dio, curiosa y paradójicamente tiempo para afianzar su ideología. En 1911 y 1912 se constituyeron sucesivamente la Confederación Nacional de los Trabajadores y la Casa del Obrero Mundial. Ambas divulgaban las tesis del sindicalismo revolucionario: nada de Marx, nada de política, solo acción directa. Bajo estas consignas, en 1915 nació en Puebla y Atlixco el Batallón Rojo, Paz y Trabajo.

     El primer Congreso Obrero Nacional fue convocado en Veracruz (1916) por un retoño de la Casa del Obrero Mundial, la Federación sindicalista de Obreros del DF. Los asistentes llevaban fotobotones que decían “No voto”. Con el mismo espíritu tuvieron lugar los congresos de 1917 y 1918.

     Cada uno de esos Congresos aportó novedades a Puebla; la tropa Batallones rojos (formada por los obreros para apoyar al Ejército Constitucionalista) se transformó en la Unión de Resistencia del Ramo Textil (URRT), la primera en usar la bandera rojinegra; luego en Confederación Sindicalista del Estado de Puebla (CSEP) de la que dependía, en Atlixco, la Federación Sindicalista de Obreros y Campesinos de Atlixco (FSOCDA) cuyo primer secretario general fue Baraquiel Márquez.

     Cuando se constituyó durante el Congreso de 1918, al que Baraquiel asistió como responsable de la CSEP, se hizo cargo de la CROM a la que incluyó en su PSOCDA se cambió a Federación Local de Obreros y Campesinos (FLOC) también dirigida por Márquez, jefe prominente del movimiento obrero atlixquense de la época. La proliferación de las siglas atestigua la agresividad del sindicalismo y, en consecuencia, la adhesión de una gran variedad de trabajadores del campo y de la ciudad imbuidos o no, de las ideologías más diversas.

     En 1918 apareció un pelo en la sopa. La CROM desde su fundación acordó unirse a una organización estadounidense, la American Federation of Labor (AFL), por considerarla revolucionaria.

     Luego la misma CROM nacional firma su propio partido político: el Partido Laborista Mexicano (PLM). Los laboristas poblanos de la CROM, en 1921, crean el partido Libertario de Obreros y Campesinos del Estado de Puebla (PLOCEP). Al lanzarse a la lucha política, dan la espalda al principio de “acción directa”, el único admitido entonces por aquellos sindicalistas mexicanos.

     Esa reforma no fue bien vista por todos los miembros de la CROM. Ni siquiera por Baraquiel Márquez que, sin embargo se mantuvo cromiano y a la vez líder del sindicalismo regional, gracias a su PSOCDA que manejaba el Conjunto del movimiento atlixquense.

     La CEP se opuso en vano tanto a la afiliación de la CROM a la AFL, como a su reformismo político. A partir de entonces msniobró durante diez años hasta lograr una división en la CROM.

    El Partido Comunista Mexicano (PCM), nacido en 1919 y reconocido por los sindicalistas del país como organización revolucionaria más que como partido político, en 1921 participó en calidad de cofundador en la creación de la Confederación General de Trabajadores (CCT).

     La estrategia de lucha de la CCT fue la “acción directa”. En su seno se aliaron los viejos anarcosindicalistas, los sindicalistas revolucionarios y los comunistas. La nueva organización se adhirió a la Internacional Sindical Rojas (ISR) de los comunistas soviéticos.

    En Puebla, la CSEP se afilió a la CGT y por lo tanto, en Atlixco, a la organización de Baraquiel Márquez. Pero en 1924, al triunfar el PLM, el partido político de la CROM, todos los sindicatos de Atlixco, fueron compelidos a aceptar la sustitución de la CGT por la CROM.

    En 1925 la pugna se exacerba en Atlixco: la CROM se opone a una huelga general de maestros impulsada por la CSEP, desobedece una orden del Comité General y organiza la huelga de la fábrica textil El volcán. En ese momento el reformismo atlixquense parecía autosuficiente e invencible.

Alejandro C. Manjarrez