El PAN
Primera parte
Pasado algún tiempo, el tehuacanero Antonio Lezama Surroca fue designado dirigente estatal. Su presencia, además de atemperar los enfrentamientos, sirvió para vigorizar el panismo de Tehuacán y dar rienda suelta a sus rencillas personales. Gracias a ese lapso de cordialidad partidista, Alejandro Cañedo retornó para lanzarse otra vez por la presidencia regional, quizá con la intención de ser nuevamente postulado como candidato a la alcaldía de Puebla. Pero se encontró con un rival inesperado: Ricardo Villa Escalera quien le ganó la postulación y cuyo alocado estilo atrajo la simpatía de la militancia panista ávida de un líder representativo.
Como en 1974, en 1983 ocurrió un fenómeno casi olvidado por los poblanos: las urnas de la capital fueron abarrotadas por los ciudadanos, y las páginas de los diarios nacionales y locales saturadas de quejas, denuncias y reclamos de los panistas que aseguraban haber ganado las elecciones y se decían despojados de ese triunfo.
Lo que ocurrió fue que Villa Escalera atrajo la atención de la clase media y alta de la Angelópolis. Su campaña se apoyó en la diatriba, la crítica al gobierno y las promesas que a esa gente le gusta oír. Por su parte, el candidato oficial, profesor Jorge Murad Macluf, no resultó un buen candidato (él mismo lo reconocía al descalificarse como orador político); y el gobernador Guillermo Jiménez Morales menospreció la inteligencia de los electores, al autorizar el manejo de un proceso electoral lleno de triquiñuelas para, según los expertos contratados por él, garantizar el triunfo de su colaborador postulado a contrapelo dada la inconformidad de la jerarquía nacional del PRI (decían que era peligroso imponer a un hombre de origen árabe para gobernar una ciudad con reminiscencias españolas).
Una vez en funciones, el alcalde Murad demostró su talento conciliador y pudo, conforme fueron pasando los meses, minimizar el recuerdo de un fogoso y arrebatado Villa Escalera. Paradójicamente, la salvación del panista perdedor estuvo a cargo de Alejandro Cañedo, quien se mantuvo al margen de los intereses partidistas de Villa Escalera, tal vez intuyendo el futuro del empresario textilero quien meses después fue sancionado por el PAN y suspendido temporalmente. Al parecer, la posición de Cañedo Benítez fue la correcta, pues mientras la personalidad de Villa Escalera declinaba, Cañedo, en febrero de 1986, fue nombrado uno de los 33 miembros al Comité Ejecutivo Nacional del PAN.
Por la misma época en que Conchello Dávila lanzó la candidatura de Madero Belden, la extrema derecha mexicana, hasta entonces y en apariencia ajena a filiaciones políticas, optó por tomar partido. Esta nueva influencia ultraderechista –por cierto apegada a los consejos y orientaciones clericales– desplazó a la gente del Grupo Monterrey y casi se apoderó del PAN. Por ejemplo, el organismo denominado DHIAC, que vio su primera luz en Puebla, era hasta 1990 factor de decisión panista. En la campaña presidencial que ganó Carlos Salinas de Gortari, el entonces dirigente poblano, Alfredo Sandoval, se manifestó partidario de Manuel J. Clouthier “Maquío”, candidato panista a la presidencia de México. Otro de sus miembros, Francisco Fraile, que entre sus experiencias políticas destaca el apoyo a Villa Escalera, fue nombrado dirigente estatal de Acción Nacional (1988). Este organismo (DHIAC) que se dice político y que llegó a adquirir tanta fuerza política que para muchos analistas fue el verdadero partido de Maquío Clouthier, ha demostrado ser más combativo y radical que el propio PAN.