Mariano Piña Olaya
Las presiones de los grupos poderosos y su desarraigo (situación común en mandatarios como Nava Castillo, Aarón Merino Fernández, Rafael Moreno Valle y Guillermo Morales Blumenkron) obligaron a Piña Olaya a buscar una especie de cobertura popular en la región donde dijo haber nacido. Desde su campaña para obtener la gubernatura, aceptó la colaboración de Eleazar Camarillo Ochoa. Esto le produjo una buena penetración en los municipios controlados por la CROM, entre los que está Huaquechula, cabecera de Champusco, lugar que habilitó para registrar “su nacimiento” en Puebla (también nació en el estado de Guerrero). Lo cual lo orilló a contraer algunos compromisos importantes, como por ejemplo la construcción de la autopista Puebla–Atlixco. Tal vez sin pensarlo, dio cuerda a uno de los cacicazgos más largos que ha tenido la entidad.
Creo que ese ánimo carretero mostrado en el curso de su gobierno surgió después de corresponder a sus paisanos (léase Eleazar), a quienes nunca antes había visitado o tratado, debido, entre otras cosas, a que en la diputación federal representó al distrito de Huauchinango.
El primer esfuerzo oficial fue planear, autorizar y construir la carretera prometida. Este hecho, que por cierto criticaron los partidos opositores argumentando que la cuantiosa inversión debería canalizarse hacia las zonas rurales más deprimidas, pudo romper con la atonía en materia caminera propiciada por la poca visión o falta de interés social del régimen que le antecedió. Lo que le ayudó a cumplir sus propósitos fue la excelente relación que tenía con el Ejecutivo federal, además de la habilidad y los innegables oficios de abogado empresarial.
Esos antecedentes le allanaron el camino para convencer al empresario e industrial Jorge Larrea, cuyo grupo se encargó de financiar la obra. El resto fue pan comido: se corrieron los trámites legales correspondientes y el Congreso local autorizó el adeudo. Los trámites bancarios también fueron pan comido: la constructora documentó el costo inicial de la obra (35 mil millones); el gobierno firmó el adeudo autorizado por el Congreso local, y las relaciones bancarias y financieras del grupo Larrea se encargaron de descargar los documentos. Un buen negocio, pues, de esos donde la saliva lubrica los más escleróticos criterios bursátiles.