Un panista fuera de control (Crónicas sin censura 40)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Ha reaparecido Ricardo Villa Escalera

Sus declaraciones nos demuestran que sigue siendo el mismo y que los años y la experiencia no lo cambiaron. Regresó igual de tozudo. Las convicciones levíticas que posee, recuerdan a René Capistran Garza, líder del catolicismo mexicano cuyo fanatismo ya es parte de la historia. Es obvio, pues, que durante los próximos cuatro meses nadie podrá detener a este caballero panista. El arzobispado y el PRI tendrán que apechugar los arrebatos del textilero que, por cierto, es de los pocos militantes a quienes el PAN ha perdonado sus pecadillos políticos. He aquí parte de su trayectoria:

     En 1972 ocurrió su primera aparición en el escenario de Puebla. Formó parte de la mesa directiva del Comité Coordinador Permanente de la Ciudadanía Poblana, acompañando, entre otros, a Gerardo Pellico Agüeros, Francisco Bernart Solsona (el inspirador de la corriente radical del conservadurismo poblano), Eduardo García Suárez, José Luis Castillo y Abelardo Sánchez Gutiérrez. Esa agrupación que nació el 17 de noviembre de ese año se formó con los presidentes de siete cámaras industriales, cuatro asociaciones patronales (la Coparmex, el Club de Empresarios, la Textil, y la de Distribuidores de Automóviles), dos colegios (de Arquitectos y de Ingenieros Civiles), la Junta de Mejoras y la Central de Servicios para el Desarrollo de la Comunidad Rural.

     Para estrenarse hicieron las siguientes peticiones al presidente de México y al gobernador de Puebla: derogar la ley orgánica de la UAP, desconocer sus autoridades, desaparecer los comités de luchas, confiscar los archivos de las escuelas de Ciudad Universitaria, reinstalar 54 alumnos expulsados, retener el subsidio y aprehender a los funcionarios de la UAP acusados ​​de violencia por el gobernador Gonzalo Bautista O'Farril. Pero como la derecha poblana estaba en decadencia, nada les fue concedido; perdieron hasta al gobernador hecho a su medida.

     Varios años después don Ricardo volvió al ambiente político poblano. En 1982, él “solito”, sin partido de por medio, se lanzó como candidato a la alcaldía angelopolitana. Con las primeras declaraciones demostró su desconocimiento de la política y de las leyes mexicanas; incluyó un cura en su planilla. Después el PAN le abrió las puertas para postularlo contra el priista Jorge Murad Macluf, en las que fueron las más controvertidas elecciones de la década. Según el consenso de la sociedad, Villa Escalera ganó y lo despojaron del triunfo.

     Ya más maduro en 1985, el hombre contendió por la diputación federal contra su colega textilero Rodolfo Budid Lichtle, en uno de los cuatro distritos de la ciudad de Puebla. Como cosa rara, el comportamiento de Villa se ciñó a lo que ahora se llama civilidad política. Incluso aceptó su derrota en una carta dirigida a Budid. Hace seis años también fue designado candidato a gobernador y perdió. Meses más tarde cometió varias travesuras que le costaron la expulsión temporal de su partido. Algunas de ellas fueron divulgadas por un canal de la televisión estadounidense “México, fin de una era”. Hubo otras, como sus protestas en Washington contra el gobierno mexicano, que le ganaron, además de la fama nacional que tiene como valiente, la de arrebatado, despistado e ignorante de la Constitución de México.

     Una vez purgadas las penas impuestas, Villa fue absuelto por su partido. Y no solo quedó perdonado, también recibió otra gracia adicional, el registro como único precandidato a la gubernatura de Puebla. Es así como nuestro personaje regresa victorioso al ambiente de las declaraciones políticas. Y aunque usted no lo crea, don Ricardo todavía se da el lujo de declarar que “en caso de obtener el triunfo implantaría los diezmos en el estado y apoyará a la Iglesia” (La Jornada, 8 de agosto de 1992). En la misma reunión con la prensa, también se pronunció porque los observadores extranjeros asistan a las elecciones del país, “sobre todos los organismos especializados”.

     Ante estas actitudes nos queda claro que no hay nadie capaz de controlar la fogosidad y los arrebatos del ahora candidato del blanquiazul. Vaya, ni siquiera el arzobispo Rosendo Huesca con todo y su influencia celestial podría pararlo, aunque usara las mismas amenazas, entre ellas la excomunión, que en 1973 apasiguaron los ánimos falangistas de los ultras poblanos, ahora convertidos en respetables hombres de negocios, asustados por el estilo flamígero de don Ricardo.

 

10/VIII/1992

Alejandro C. Manjarrez