A pesar de los gritos de Jorge Ocejo Moreno y Ricardo Villa Escalera, desilusionados después de comprobar –vía sufragio–que fueron incapaces de convencer al electorado, Manuel Bartlett Díaz será declarado gobernador electo el próximo 15 de diciembre. Esto ocurrirá de acuerdo con el artículo 57 de la Constitución local y 31 de la Ley Reglamentaria del Poder Legislativo.
De aquí a esa fecha oíremos plañir a las ánimas enviadas al purgatorio en cuyo umbral aparece la leyenda: “Bienvenidos a la tierra del fracaso político”. Y durante algunos meses más presenciaremos cómo la derrota incentiva a la imaginación y de qué manera los perdidos inventan argumentos en su favor. Todo ello con el ánimo de sobrellevar el dramático descalabro electoral.
Es obvio que en la Puebla de Los Ángeles se cree esta algarabía; ya estamos acostumbrados, pues como dice el ranchero, el que no chilla no Mama. Y algo han de buscar aquellos que invirtieron su tiempo y dinero en lo que para los desvinculados sociales no es más que una victoria pírrica.
Hay culpables, ni hablar. Son los ingenuos, los creídos, los cándidos, los que creyeron ganar porque se suponen bonitos, simpáticos, audaces, listos y hábiles para los créditos y la mercadotecnia.
Y precisamente en los rumores contra el candidato del PRI, cifraron sus esperanzas los aspirantes al máximo cargo de la entidad. Por ahí se escucharon inquietudes rayanas en sueños guajiros: que si Salinas quería crucificarlo; que si su desarraigo le iba a voltear las voluntades; que si sus antecedentes de hombre duro asustarían a los poblanos; que si lo iban a secuestrar; que si era el chivo expiatorio; que si se repetiría lo de San Luis Potosí y Guanajuato; que si era una imposición del expresidente Miguel de la Madrid, etc., etc., etc. Varios candidatos de la oposición hasta deben haber puesto sus veladoras para que se cumpliera cualquiera de estas señales. No obstante la abultada votación en favor del tricolor derrumbó cualquier especulación al respecto.
Pero una vez aclarado el panorama y cerrados los oídos a las protestas de la derrota, el candidato triunfante se verá obligado a enfrentar el magno reto; es decir, a desligarse de los burócratas perniciosos. Don Manuel tendrá que rodearse de poblanos prestigiados y con capacidad para atender la problemática social del estado; pero sobre todo liberarse del lastre que lleva como premisa la frase “pónganme donde hay que yo me encargo del resto”.
Lo que sucede es que don Manuel no tiene mucho de donde escoger. En Puebla la clase política está medio deformada y sin definición estable, aglutina la mayoría de los poblanos dedicados al quehacer público. También hay otro grupo que se encuentra atrapado por el esquema de los políticos tradicionalistas. Y aunque muchos son jóvenes responsables y capaces, están aislados o al margen de las decisiones importantes. Varios de ellos tienen experiencia ya que han participado en buenos niveles políticos dentro y fuera de la entidad, sin embargo la revolución aún los mantiene en la lista esperando que les llegue la justicia a través del reconocimiento.
Como ve usted, Bartlett se encuentra ante un trabuco difícil de ordenar. Primero tendrá que esquivar las pedradas que seguramente lanzarán las manos de la derecha, después hará de faquir para aguantar el filo de las plumas del Tío Sam, y por último conseguirá la lámpara de Diógenes para encontrar poblanos de calidad y vocación social.
¿Verdad que gobernar Puebla no es lo mismo que comer una perita en dulce?
11/XI/1992