Cajas chicas (Crónicas sin censura 48)

Réplica y Contrarréplica
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“En arca abierta hasta el justo peca”

“En arca abierta hasta el justo peca” reza un dicho que podría servir como justificante a las corruptelas de los funcionarios públicos. En sentido inverso, el refrán también podría usarse a manera de argumento con la intención de animar a los celosos vigilantes del gasto público y con ello obligarlos a mejorar su trabajo, sus sistemas de fiscalización; incluso a ponerle énfasis a su incomprendida intransigencia en la difícil labor de impedir los zarpazos a los recursos de la administración pública.

     Según los que saben y conocen a fondo las entrañas del sistema político mexicano, todavía no ha nacido el afortunado que, además de su formación, capacidad, hombría y rectitud, tenga la suerte necesaria para derrotar la corrupción en todos sus niveles y presentaciones. Dicen esos enterados que la dificultad estriba en que hay más de mil estilos para eludir controles y cometer trapacerías en perjuicio de la sociedad.

     El ejemplo más común que este columnista ha escuchado tiene una estrecha relación con los servicios de vigilancia, especialmente el de los inspectores del Ayuntamiento de Puebla adscritos al Departamento de Vía Pública, y los agentes de la Dirección de Tránsito del estado. Hay, incluso, quien asegura que esas dos entidades sirven de caja chica a los funcionarios importantes, dado que, –explican– de allí salen los recursos destinados a conciliar, negociar, corromper o atemperar a los grupos de presión y a las facciones políticas opositoras al gobierno. Cuando menos ese fue el estilo de presión anterior, y aunque no encaja con el actual, sus integrantes de alguna manera han logrado sobrevivir y “mimetizarse”. Ya suman cientos –quizá miles– los elementos que conforman esa colonia burocrática a los cuales podríamos definir como las termitas del sistema político poblano.

     Las corruptelas con ese sello son realizadas en una especie de operación hormiga. Esto es porque día a día los cientos de infatigables agentes e inspectores recorren calles, ciudades, colonias y barrios con la consigna de recaudar lo suficiente para cubrir cuotas, igualas u otros compromisos con la superioridad. Saben y entienden que aquel incapaz de ganar dinero suficiente para aceitar la maquinaria burocrática, corre el riesgo de perder la concesión, el crucero, la chamba.

      Cuando los controles para evitar la corrupción llegan a sofisticarse, los corruptos también sofistican su trabajo. Cuentan con la habilidad para descubrir coyunturas por dónde traspasar murallas y barreras contables. De ahí que persistan las violaciones a los métodos de vigilancia y, en consecuencia, se promuevan las  corruptelas para obtener dinero fácil.

     En el actual ayuntamiento de Izúcar de Matamoros, por ejemplo, se ha impuesto la vigilancia permanente de la Contraloría del Estado, de la Secretaría de Finanzas y del Congreso local; sin embargo según dicho de algunos ciudadanos, las autoridades se han dado maña para evadir esos controles. Para fundamentar su dicho nos dan las siguientes cifras: de acuerdo con el presupuesto de egresos que presentó el ayuntamiento, en 1993, ingresarán cuatro mil 871 millones de viejos pesos, los cuales están conformados con: N$ 3 534 822.47 de participaciones federales; N$ 123 352.96 de participaciones estatales; y N$ 1 212 824.56 de recursos propios.

     Este último rubro ocupa casi la mitad del monto total de los ingresos. De acuerdo con los informes de la Tesorería Municipal, a la fecha no se ha podido recaudar siquiera el uno por ciento de lo presupuestado. Para ocultar su ineficiencia o probable corrupción, los responsables le echan la culpa al Frente Cívico Matamorense, a cuyos miembros achacan el cobro de derecho de piso en los mercados. Pero estos aclaran: cada uno de los 550 vendedores ambulantes paga a los inspectores del ayuntamiento un pesito diario; es decir, 550 mil viejos pesos en total, que al mes suman dieciséis y medio millones. Además, mensualmente el ayuntamiento recolecta de la zona roja sesenta millones de viejos pesos. La suma anual de estos dos negocios alcanza los 918 millones de viejos pesos, dinero que hasta hoy no ha ingresado a las arcas del ayuntamiento. 

En el arca abierta, pues…

30/IX/1993

Alejandro C. Manjarrez