Calles desde el más allá

Réplica y Contrarréplica
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Se publicó un libro sobre el ocultismo en la política mexicana titulado Los brujos del poder. Lo escribió José Gil Olmos. En él hay un capítulo que se llama: “Calles el general espiritista"...

Se publicó un libro sobre el ocultismo en la política mexicana titulado Los brujos del poder. Lo escribió José Gil Olmos. En él hay un capítulo que se llama: “Calles el general espiritista".

         Su lectura me recordó lo que desde niña escuché de mis padres, experiencias que hoy quiero compartir con los lectores de Réplica después de las siguientes consideraciones:

         El autor trata de hacer aparecer a Calles como un hombre contradictorio. Revuelve sus ideas políticas con el hecho de haber asistido a sesiones de investigación sobre fenómenos espiritistas. Dice que Calles fue uno de los fanáticos del "Niño Fidencio". Le endilga una lepra que, según él, le curaron untándole miel y otras sustancias. Gracias a ello, asevera el aventurado escritor, Calles sanó de la terrible enfermedad. Y como para curarse en salud, Gil Olmos acepta que no hay ningún antecedente familiar que establezca que el ex presidente hubiera padecido la enfermedad o visitado al curandero.

         ¿Y entonces en qué quedamos?

         Bueno, entre una y otra de las aseveraciones el autor del libro mencionado, comenta que sólo existen unas cartas de Fidencio donde éste pide ayuda para que lo dejen ejercer su actividad, correspondencia a la que Calles nunca contestó.

         Salta a la vista que lo dicho por el escritor es un mito. Ahí están los libros que confirman que Calles nunca tuvo lepra; es decir, ninguno de los historiadores serios y muy bien documentados menciona ese supuesto. Tampoco dicen que el ex presidente fue a visitar a Fidencio Constantino Síntora, como se llamaba el supuesto curandero.

         Gil Olmos quiere que los lectores crean que antes de morir el general Plutarco Elías Calles se arrepintió de sus ideas políticas refugiándose en la religión católica. Y aunque lo hace de manera sencilla y sin rebuscamientos, lo escrito por él es absolutamente falso. Me consta que hasta el último de sus días, Calles sostuvo sus convicciones de discrepancia con el Clero político, criterio que contrastaba con su respeto absoluto a las creencias religiosas de los mexicanos y desde luego de su familia.

         Cuando estaba muy grave en el hospital, don Plutarco comentó a sus allegados que los dolores que padecía no se los deseaba ni al “trompudo” (así le decía a Lázaro Cárdenas). Pero nunca pidió la presencia de un sacerdote para confesarse ni se arrepintió de su actuación contra el clero político que había violado la Constitución: murió firme en sus convicciones nacionalistas, y consciente de que las iglesias estaban obligadas a respetar el espíritu de nuestra Carta Magna. Se fue a vivir a Cuernavaca, no a poner una tienda de abarrotes, como asevera Gil, sino a instalar la Proveedora del Sur (en sociedad con mi padre), antecedente de lo que años después se llamó Conasupo.

 

Regreso a la patria  

Calles fue exilado a Estados Unidos por el entonces presidente Lázaro Cárdenas, su discípulo político. Al regresar del exilio lo invitaron para que asistiera a las sesiones de espiritismo que se celebraban en una quinta porfiriana rodeada de jardines y bien cuidadas huertas, espacio sombreado por los añosos y corpulentos árboles bajo los cuales había varias jaulas de exóticas aves. En aquella amplia residencia se instaló la sede del Instituto Mexicano de Investigaciones Psíquicas A.C., fundado en 1939 por Rafael Álvarez y Álvarez de la Cadena, ex senador y gobernador interino de Michoacán. Un lustro después el Instituto cambió de nombre adoptando el de Círculo de investigaciones Metafísicas de México.

         Las intenciones de Rafael Álvarez y de su hermano (mi padre) el general José Álvarez y Álvarez de la Cadena (jefe del Estado Mayor Presidencial de Calles), sólo fueron científicas, o sea de investigación. Hasta su muerte, mi padre buscó en todas partes la verdad. Para ello incursionó en la masonería hasta llegar al grado 33. Estudió la filosofía de las diversas religiones, y con esa información participó en las sesiones espiritistas que organizaba Rafael, su hermano, en su casa de Tlálpan. Quizá por ello y por otras experiencias de carácter espiritual-científico, en su lecho de muerte ocurrida en 1970, José Álvarez manifestó a su familia que se iba sin haber encontrado la verdad en ninguna parte. Él mismo redactó su esquela; dijo que moría en el seno de la Revolución Social mexicana.

 

El medium

Cuando realizaban las investigaciones sobre los fenómenos paranormales, alguien presentó al médium llamado "Luisito", famoso por sus facultades extrasensoriales. El tipo era una persona sencilla e incluso ignorante. Le gustaba beber en demasía. Pesaba más de noventa kilos. Padecía de reumatismo poli-articular crónico deformante, enfermedad agravada por su alcoholismo. De ahí que antes de las sesiones lo encerraran varios días para mantenerlo sobrio.

         La noche del 24 de junio de 1941 se presentó por primera vez el fenómeno de levitación de Luisito: en estado de trance, digamos que cataléptico, el hombrón aquel voló por los aires a dos metros del suelo. Según los testimonios, fueron más de cinco minutos de levitación, fenómeno que incluyó al pesado sillón que soportaba la humanidad de Luisito. No era algo que sucediera en cada sesión. Sólo ocurrió en dos o tres ocasiones y bajo determinadas circunstancias. Una de ellas fue atestiguada por el padre jesuita Carlos María de Heredia, invitado precisamente para que testificara lo que ocurriera. Heredia, que había sostenido agresivas campañas en contra de las prácticas del espiritismo barato, inspeccionó con escrúpulo científico la sala, revisó los muebles, hurgó detrás de las cortinas, en fin, hasta interrogó al médium hipnotizado. Al final firmó un acta en la que aceptó como reales los fenómenos ocurridos.

         En la sesión donde Heredia estuvo también se “presentó” el maestro Amajur, el espíritu envuelto en su blanco y luminoso manto. La entidad aquella, cuentan los testigos, vertió agua de una jarra de cristal a un vaso que ofreció al jesuita. Y éste la bebió sin la menor prevención.

         Otra luminosa "teleplastia" que tomó forma fantasmal fue identificada por los presentes como la hermana María de Jesús. El ectoplasma que salía del médium iluminó el rostro preocupado del padre Heredia; varias luces levantaron por los aires instrumentos y juguetes sonoros también iluminados. Su resplandor era parecido al que en ocasiones presenta la electricidad al tomar la conocida forma de rayos en bola. En esa ocasión el maestro Amajur entregó al padre Heredia un papel con su acostumbrada caligrafía: "Tu hermano, querido padre", decía lo escrito.

         El maestro Amajur fue fotografiado por Luis G. Márquez. Esta sombra corporizada fue el espíritu tutelar de los círculos mexicanos que se dedicaban a las investigaciones parasicológicas y a las prácticas espiritistas. La figura de Amajur aparece en el centro de la cadena que formaba los participantes en los experimentos. La señora que aparece de espaldas era Carolina de Álvarez la esposa de Rafael, hacia la cual parece dirigirse la sombra corporificada envuelta en alba vestidura de tipo oriental, con la cabeza cubierta con una especie de kafiath árabe que enmarca su rostro barbudo. No se advierte el resplandor de sus ojos a los cuales adjudicaban una mirada tierna dulce y compasiva todos los que los vieron en las sesiones. El fotógrafo relató que dispuso una placa infrarroja y tomó la figura utilizando "luz negra", que eran unos focos especiales utilizados en la guerra. La fotografía produjo malestar en el médium y tuvo que ser suspendida la sesión.

         El maestro Amajur era una entidad teleplastia o alucinación materializada. Desde 1941 estuvo en todas las sesiones del Instituto de Investigaciones Psíquicas. Lo extraño fue que Amajur apareció en otros círculos de la ciudad y aun de la provincia. El escritor Antonio Mendiz Bolio, describió así una de sus apariciones:

         "Vi un punto luminoso en la obscuridad, que poco a poco fue extendiéndose en forma de nebulosa, tomó la forma de un brazo y de una mano iluminada: al pasar cerca de mí, pude divisar un hombre cubierto por un manto blanco: la silueta muy débil y opaca de una figura humana. Depositó en mis manos una campanita."

         Otros testimonios lo refieren “como un hombre joven, de cara morena y barbas negras, vestido de blanco a la usanza de Oriente, con una mirada tan dulce que llenaba el alma de paz y confianza”. Entonces dijeron que Amajur tocaba con sus manos luminosas las frentes, los pechos y las partes enfermas de los asistentes a las sesiones, vaciando agua de una jarra a un vaso y dándoselas de beber. Él mismo la bebía, a veces. Les hablaba con frases cortas. Tocaba una campanita que Rafael Álvarez había traído de Estados Unidos y adivinaba las dolencias de los participantes e incluso les aconsejaba algún remedio.

 

Los testimonios

En enero de 1959, el licenciado Fernando de la Fuente relató al periódico Excélsior, que una noche Calles fue a buscarlo en casa de su madre; que lo invitó a una sesión de experimentaciones en Tlálpan. Le dijo que sucedían cosas extraordinarias e inexplicables. Después de que aceptó ambos se fueron a la espléndida mansión de Rafael Álvarez y Álvarez de la Cadena. "Yo no conocía a Rafael pero si a su hermano José con cuya amistad siempre me he honrado. Atravesamos un gran jardín y penetramos en un salón con dos ventanas y puertas que cubrían cortinas negras. Un foquito azul muy oscuro, daba una luz mortecina. De un pebetero se desprendía un perfume un poco enervante. Allí nos encontramos Calles y yo con Rafael Álvarez, su hermano José, que aún vive, don Santiago Smithewrs, Santiago Jaubens, Hortencia Calles de Torreblanca, y otros conocidos; un total de quince a veinte personas…

         "Un vez terminada la sesión íbamos a tomar el coche Calles, Santiago y yo, cuando vino una persona corriendo que le dijo a Calles. Mi general: Carlos Riva Palacio está presente y se quiere comunicar con usted. Nos quedamos estupefactos. Volvió Calles a buen paso y nosotros también. Estaba sentada junto a una mesita una joven de aspecto histérico y en trance. En unas hojas de papel escribía nerviosamente y a saltos. Cada hoja que llenaba la pasaba Rafael Álvarez a Calles quien una vez leídas las guardaba en su saco. Después de terminar se fueron en el coche y Calles no hizo ningún comentario. Pero días después les mostró las hojas que le había entregado Álvarez y todos los que conocían la letra de Riva Palacio la reconocieron.”

         En cada sesión de investigación sucedían hechos como lo relatado. En alguna ocasión asistieron Miguel Alemán y Ezequiel Padilla. Para comprobar la veracidad de lo que se comentaba pusieron cadenas y candados en las puertas. La intención: evitar que cuando estuviera la luz apagada alguien entrara y llevara los objetos que después aparecían. Al finalizar la sesión constataron que los candados seguían en su lugar.

         Como querían probar que no se trataba de una hipnosis colectiva, pidieron al doctor Enrique del Castillo que metiera las manos en cera derretida y dejara los moldes de sus manos. Al terminar la sesión estaban los moldes completos. Cuando mi padre llevó a vaciar en yeso uno de esos moldes, la persona que hizo el trabajo le preguntó cómo lo había obtenido pues aunque fuera de las manos de un muerto, dijo, al sacar los huesos el yeso se habría roto. (Los mensajes que dejó en alguna sesión a las esposas fueron publicadas en un número anterior de Réplica).

         Después de su muerte Calles se materializó en varias sesiones. Su primera vez fue la noche del 4 de mayo de 1947. Todos lo reconocieron por su frente despejada, su bigote recortado, su mentón enérgico y sus manos entonces iluminadas. Sus ojos dominadores bajo las cejas espesas, tenían el brillo de la vida. Habló a los amigos que se encontraban en la sesión con gran afecto. Posteriormente se materializó el 27 de mayo, el primero de junio y el 24 de julio. En esta ocasión se dirigió al general José Álvarez y le dijo: "José, tú fuiste para mí un hermano, me acompañaste en muchas vicisitudes, siempre te estimé y te quise y te sigo queriendo y estimando". Esto tal vez como una forma de reivindicarse con él, después de que creyó en una intriga que le organizaron para separarlos y evitar que Álvarez pudiera ser su sucesor.

         Siendo presidente de México, Plutarco Elías Calles nunca acudió a pedir consejos de aquellos “espíritus”. Lo hizo al volver del destierro pero con la intención de investigar los fenómenos parasicológicos, varios de ellos avalados por personas y estudiosos como el padre Carlos María Heredia, el jesuita que, asociado con Harry Houdini, el famoso ilusionista, dedicó parte de su vida a desenmascarar a los defraudadores de la fe y la ciencia. Entre los triunfos científicos de este clérigo, figura el haber derrotado a Arthur Conan Doyle: le demostró que el espiritismo que defendía y ponderaba el escritor, se basaba en un conjunto de trucos y alucinaciones.

         Y a veces esas alucinaciones literarias combinadas con el truco de la mercadotecnia editorial, producen libros como el del citado escritor, José Gil Olmos…

Manola Álvarez Sepúlveda