¡Es la política, estúpido!
Paráfrasis del dicho de James Carville
Regreso a Kafka y digo:
La capital de Puebla ganó la fama de ciudad culta y estado cuna de talentos de todo tipo. Las artes, técnica, educación, literatura, ciencia y política se manifestaron en los siglos xviii, xix y xx. Los movimientos de Independencia, Reforma y Revolución produjeron referencias que enorgullecen a poblanos que las conocen y recuerdan. Hablo del reducido grupo que por estudiosos y cultos fueron y son asediados por la desventura dado que, además de haber estado o estar marginados, padecieron y soportan el menosprecio de quienes adoptaron al pragmatismo como el eje de su comportamiento público. De ahí que la cultura sea vista por los ignorantes que ostentan el poder, como un estorbo financiero o, en el mejor de los casos, el betún del gran pastel.
Con algunas honrosas excepciones, abundan los gobernantes que fueron picados por el animal maldito que les inoculó el veneno contra la cultura. Y no fue el escarabajo de la metamorfosis kafkiana, obvio, sino la alimaña ésa (aún más fea) que abrevó en el pozo del mercado que no tiene corazón (paráfrasis de la frase de Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía) y que, además, carece de sentido común si partimos de que la economía liberal sigue montada en la política para hacer que ésta pierda su versatilidad. Como dijo Armando Labra, economista mexicano brillante: en nuestro sistema de gobierno, la carreta sigue adelante del caballo.
Para descargo de los economistas neoliberales que se sientan culpables de lo que ha ocurrido en Puebla (es un eufemismo), debo decir que no cantaron mal las rancheras muchos de los políticos poblanos que tuvieron el poder. Esto porque al poner en práctica la “economía sin corazón” se alejaron del raciocinio social y perdieron la visión de futuro. Me refiero específicamente a los gobernadores que antepusieron su interés personal a la obligación de crear condiciones para mejorar la vida y el porvenir de los gobernados; los que olvidaron su compromiso histórico al privilegiar a sus amigos o cómplices en vez de actuar a con inteligencia social. Además de lograr su desprestigio personal, se llevaron entre las patas la poca buena fama del partido que los procreó.
Cohetes y varas
Muchos de los mandatarios que actuaron entre 1963 y 2013 propiciaron el deterioro paulatino de la política, perjuicio que no pudo ser compensado con sus escasos momentos luminosos, contraste que —tomo la frase de Alfredo Toxqui— establece que hay tiempos de lanzar cohetes y épocas de recoger varas. Por desventura las varas abundan y el resplandor de los fuegos artificiales es momentáneo, efímero.
Ahora hablemos del pri poblano, el partido que después de doce años recuperó el poder presidencial.