Lo que debe ser bien, ¡cierto!, ¡ciertísimo!, no puede nadie hacerlo pasar por “falso bien” o por insuficiente bien o por “contaminado bien de algún mal”, por mínimo que sea...
A pesar del infierno que siempre han creado los dominantes seres humanos, como el genocidio evitable y gratuito de Gaza, como la burla total que hacen sobre la responsabilidad ineludible del Cambio Climático, como el “blanqueo inmoral” de las “ultraderechas” (que lo único que hacen es reducir derechos), pues yo lucho sin reservas por la verdad.
Aunque, para luchar por la verdad, hay que luchar por un “pack” que conlleva siempre la verdad, es decir, la defensa a ultranza de la racionalidad verdadera (sí, de ésa incontagiable por irracionalidad) y la no complicidad de cualquier hecho o dicho tuyo con una sinrazón o con una inmoralidad individual o social. Imposible exponerlo más claro.
Detrás de eso sin más remedio está tu eficacia, por seguro, que siempre depende de tu DEDICACIÓN A LA VERDAD y de tu constancia. Ahí no vale que luches un día mucho, otro día nada y otro día algo, sino que lo tengas claro diariamente en convicción ética y en vocación indoblegable que no has de “arrojar la toalla”… nunca.
Luego, en ley de vida, está o siempre estará tu RESISTENCIA, que dependerá (además de tu condición humana y de tu voluntad) de factores sociales o imprevisibles (como esos del estado de tu salud, de accidentes, de las torturas que recibas, etc.). Obvio.
Pero, a pesar de todo, ¡con firmeza!, la primera fuerza o ventaja que debe conseguir y respetar un ser humano bueno es saber que está en el camino o en la lucha que debe estar, ¡nada más!; ya que desgraciadamente, una mayoría, con acciones de irracionalidad quieren estar (a la fuerza o por autoengaño) en el camino de la racionalidad y, otra mayoría, con acciones de ser muy cómplices de inmoralidades quieren estar (a la fuerza o a contrapelo) en el camino de la bondad (en claro, de la ética).
He ahí que es importantísimo el que nadie se autoengañe y el que nadie siquiera engañe jamás a otros o a la misma sociedad, sí, en una hipocresía o en un juego sucio con consecuencias seguras de confusiones y de manipulaciones.
Lo que debe ser bien, ¡cierto!, ¡ciertísimo!, no puede nadie hacerlo pasar por “falso bien” o por insuficiente bien o por “contaminado bien de algún mal”, por mínimo que sea.