Y el cónclave eligió a un León

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Ciudad del Vaticano, mayo de 2025

Foto: cuenta de X @VaticanNews

El humo blanco rompió el cielo romano, y con él, la historia giró una vez más sobre sí misma. Desde el balcón central de San Pedro, un nombre nuevo se dejó oír entre ecos milenarios: León XIV. El mundo, expectante, levantó la mirada. El elegido, Robert Prevost, hasta hoy cardenal de Boston, es ahora el Papa número 267 de la Iglesia católica. El primero nacido en Estados Unidos. El primero que desde el norte del continente se sienta en la silla de Pedro.

Eligió llamarse León, como aquellos papas que no temieron las tormentas ni las herejías ni los imperios. León, como rugido en medio del silencio secular que clama por reformas, respuestas, sentido.

Prevost, de 69 años, es un hombre templado en varias aguas: la rigurosidad de la academia, el ardor de la misión latinoamericana, y la diplomacia delicada de los pasillos vaticanos. Su figura no impone, pero su voz sí. Su elección ha sido, dicen, el resultado de un equilibrio entre los que anhelaban continuidad y los que exigían cambio. Una señal de que algo nuevo comienza, aunque las vestiduras sean antiguas.

Desde ahora, León XIV enfrentará un mundo dividido y una Iglesia herida. En sus manos lleva el peso de un legado sagrado y la urgencia de una época desconcertada. Ya no basta con custodiar los dogmas: se necesita pastorear las almas de una humanidad extraviada entre pantallas, guerras y desconfianzas.

Y mientras Roma aún escucha los ecos de los pasos del Papa saliente, el nuevo León ha rugido. Con voz suave, pero con la fuerza de quien sabe que los símbolos también pueden salvar.

Miguel C. Manjarrez