Gilberto Bosques, relatos y poesías 20

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Portugal

“Les comparto una narración de la actuación diplomática del profesor, revolucionario, diputado constituyente de Puebla y embajador Gilberto Bosques Saldívar, tomada del libro El Oficio del Gran Negociador publicado por la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Así mismo un poema inédito, que su hija Laura me envió, para que se conozca esta faceta de su padre”.

Manola Álvarez Sepúlveda

El presidente Ávila Camacho, le solicitó que representara a México nuevamente en Europa. Primero le propuso hacerlo en Francia y después en Italia. No aceptó porque recién había regresado después de año y tres meses de ser prisionero de guerra de Hitler, junto con su esposa María Luisa C. Manjarrez y sus hijos Laura, María Teresa y Gilberto y estaban anémicos y estresados.

Posteriormente le ofrecieron Portugal que estaba en buenas condiciones para la vida familiar y aceptó.

“En esos momentos Portugal era el punto más estratégico para observar el panorama europeo. Así, Lisboa estaba en una confluencia de información, de personas, de tráfico, de gente que estaba en la actividad política, comercial y docente.

Por otro lado, se me encargaba de auxiliar a los refugiados españoles que atravesaban la frontera de España y Portugal y eran capturados por la policía portuguesa para ser entregados a Franco, regularmente su destino era el calabozo.

En esas dos consideraciones se planteó mi nombramiento, que acepté porque me daba un campo de trabajo que en cierta forma sería la continuidad de la labor desarrollada en Francia.

Fui a Lisboa y después de gestiones muy arduas, muy largas de mi parte, se consiguió que quedaran bajo la protección de la legación de Mexico los españoles que lograran llegar a Lisboa. Todo eso por un pacto de caballeros, porque había un acuerdo formal entre Portugal y España, entre Salazar y Franco, para no admitir a refugiados, insalvable en el campo formal.

Afortunadamente, a Salazar le pareció esto factible. Aceptó y entonces se pudo salvar a los españoles, cumpliendo Salazar hasta lo último con el Pacto de Caballeros”.

 

     EL POEMA

 

     FUGAZ

 

En la imploración de mis manos

caían niágaras de silencio

 

la noche remaba en tus ojos

y tus cabellos sueltos

eran las lenguas del misterio

 

el mar prendió su túnica verde

en las audacias de tus senos

 

en tus hombros cayeron las distancias

al presentir tu vuelo 

 

y en un ardid de auroras

mis ojos te perdieron...

 

México, D.F., 1926.

 Manola Álvarez Sepúlveda

Nota: se respetó la redacción, la puntuación y la ortografía original.