La sociedad tiene el derecho de participar en actividades culturales que les abran una puerta a la sensibilidad y al desarrollo de valores fundamentales que les permitan tener una formación integral y desarrollar habilidades que los hagan ser seres humanos más estables y empáticos...
El acceso a la cultura es un derecho constitucional de los ciudadanos mexicanos. Según la Declaración de Friburgo sobre Derechos Culturales, la Cultura:
Abarca los valores, las creencias, las convicciones, los idiomas, los saberes y las artes, las tradiciones, instituciones y modos de vida por medio de los cuales una persona o un grupo expresa su humanidad y los significados que da a su existencia y a su desarrollo. (UNESCO, 2007)
Ahora bien, si analizamos las políticas culturales actuales, partiendo de la historia de cómo éstas han evolucionado a lo largo de los años en México y de la situación actual de la legislación cultural en nuestro país, encontramos que, internacionalmente está señalado que los actores públicos tienen la responsabilidad de integrar los derechos culturales, que además forman parte de los derechos humanos, a las legislaciones, asegurando su respeto y salvaguarda. A pesar de que en México existe una ley de cultura y programas sectoriales en la materia, en la práctica, prevalece la baja participación ciudadana en el ámbito cultural. Resulta indispensable crear estrategias que unifiquen las acciones culturales a favor de las y los ciudadanos, así como la asignación de presupuestos específicos para cada uno de los programas que se pretendan implementar. No basta con incluir el tema de la cultura dentro del Plan de Desarrollo del País, es fundamental el contar con funcionarios capacitados que diseñen políticas públicas que garanticen el acceso libre a la cultura, que protejan el patrimonio material e inmaterial de la nación y que signifiquen una herramienta de transformación social para favorecer a las personas que habitan el territorio mexicano.
A pesar de que se incluyen políticas culturales en la legislación nacional, en la práctica no se genera un impacto importante con las acciones culturales, no existe una transversalidad que unifique el ámbito cultural, que haga que todos los agentes implicados trabajen coordinadamente. Dentro de las políticas se encuentran definidos los objetivos, sin embargo, hacen falta estrategias que indiquen el cómo lograrlos, además, la planeación en materia cultural no se ha presupuestado, únicamente se afirma que existe un presupuesto general, mismo que en los últimos años ha tenido una importante reducción. Otro aspecto que representa una problemática es el hecho de que no haya criterios de evaluación en materia cultural. Por esta razón, la falta de cumplimiento de los objetivos no se vuelve evidente para todos.
Cuando se habla de cultura, muchas veces se piensa en actividades o eventos que representen diversas expresiones artísticas. Sin embargo, la importancia de la cultura va más allá y mientras no se le proporcione la atención que merece, nunca podrá lograrse el desarrollo cultural de las sociedades. Cuando me refiero a desarrollo cultural, hago alusión al reforzamiento de la identidad social de las comunidades y a que las personas manifiesten sentido de pertenencia con su cultura, expresándose a través de manifestaciones artísticas y culturales.
La cultura es un concepto que se asume como ése primer referente que el individuo social posee, y donde a partir de su relación con otras personas encuentra la riqueza que le aporta una identidad que le permita alcanzar relaciones sociales donde impera el diálogo y el consenso. (Mariscal y Ortega, 2021)
La cultura constituye una herramienta de transformación social, con los elementos que ésta aporta, es posible intervenir en comunidades específicas para dar solución a problemáticas y necesidades particulares. Con la participación cultural se desarrolla sensibilidad, valores y habilidades socio-emocionales que forman mejores seres humanos.
El Instituto Mexicano de la Juventud realizó un diagnóstico de la situación de los jóvenes en México, de acuerdo a este documento, el principal problema de la juventud es su incorporación al desarrollo del país en condiciones desfavorables debido a:
(1) las dificultades para la inserción en el mercado laboral, (2) la desvinculación entre los jóvenes y el entorno que los rodea, (3) la deficiente formación y desarrollo personal y (4) la escasa educación sexual y reproductiva que conduce a una mayor incidencia de embarazos en adolescentes. (Instituto Mexicano de la Juventud, 2013).
Es en el punto número 3 donde la participación cultural, puede significar un avance considerable.
Por su parte, la deficiente formación y desarrollo de habilidades que permitan el desarrollo personal se origina por el desconocimiento (y la escasa participación) del quehacer cultural, social, académico y político, como consecuencia de un bajo aprovechamiento académico, resultado de la deserción escolar y una deficiente calidad en la educación. (Instituto Mexicano de la Juventud, 2013)
El participar en actividades culturales no erradicará los problemas, pero sí es una posibilidad que permite a la sociedad disminuir los riesgos de que dichos problemas influyan en el desarrollo de los estudiantes.
Tenemos diversos ejemplos donde se comprueba que la cultura puede influir en el desarrollo social de las comunidades. Uno de ellos es el proyecto denominado The Homeless Choir; este coro se establece en Montreal ( Canadá) en 1996, gracias al esfuerzo y compromiso de un joven voluntario que colaboraba en un comedor social y que era aficionado a la música coral; él pensó que podría ayudar a los indigentes con una iniciativa de este tipo. Empezó con 4 integrantes en el coro y poco a poco fue creciendo. “Muchos miembros del coro eran indigentes totales, tenían adicción al alcohol, a drogas, no tenían expectativas de ningún tipo y tras empezar a formar parte del coro, muchas cosas cambiaron en sus vidas” (Bailey Y Davidson, en Fernández Herranz, 2013). “El coro no destaca por su habilidad musical según criterios occidentales, sino por tratarse de una iniciativa que nos pone frente a una imagen de la fragilidad y resistencia de la condición humana” (Fernández Herranz, 2013).
Se realizó un estudio a los integrantes del coro antes mencionado, The Homeless Choir, y como resultado se obtuvo la información “(...)de que todos los miembros del coro habían conseguido tener un lugar en el que vivir y algunos de ellos habían conseguido trabajo a tiempo parcial” (Fernandez Herranz, 2013). En dicho estudio emergieron cuatro temas recurrentes en las respuestas de los integrantes:
- Cantar en grupo les aliviaba la depresión y les elevaba los niveles de bienestar emocional y físico.
- Cantar para el público les reforzaba el sentido personal de valor y les dotaba de una relación con redes sociales más amplias.
- El coro les proporcionaba un contexto de apoyo en el que podían desarrollar habilidades sociales y lograr objetivos colectivos (metas colectivas).
- Cantar requiere exigencia mental y concentración, así como el aprendizaje de nuevos materiales para las actuaciones. Dicha concentración consiguió dirigir su atención lejos de la preocupación de sus propios problemas.
Como podemos leer, la participación que tuvieron los indigentes en la actividad cultural de cantar les significó un gran avance en sus vidas personales y les ayudó a enfrentar mejor sus problemas.
Otro claro ejemplo de lo que se puede lograr la cultura en la sociedad, es el caso de Medellín, la Red de Escuelas de Música de Medellín, es un programa creado, por acuerdo municipal, con el propósito de generar y fortalecer procesos de convivencia y cultura ciudadana mediante la formación de niñas, niños y jóvenes, a través del disfrute y aprendizaje de la música, dentro de sus objetivos se encuentra fomentar la inclusión social y formar a la ciudadanía a través del arte y la cultura (Red de Escuelas de Música de Medellín, 2015). A través de este programa se logró disminuir considerablemente los índices de delincuencia en dicha entidad, disminuyó la incorporación de niños y jóvenes a bandas delincuenciales o grupos ilegales gracias a programas musicales. El hecho de que la participación cultural, es decir, el involucrase directamente en las expresiones artísticas, y realizar cultura con el talento individual, genera beneficios, está claro. Además, los obstáculos que enfrentan las personas pueden disminuir por medio de un acercamiento a la cultura, se les pueden otorgar herramientas que les sean de utilidad para afrontarlos.
¿Qué necesitamos para lograr que el acceso a la cultura llegue a todas y todos los mexicanos? La respuesta: se requiere la intervención del gobierno quien, a través de políticas públicas pertinentes señale estrategias para hacer realidad la participación activa en la cultura. “Ante las voluntades colectivas, los intereses políticos siempre han sido antagonistas y se expresan a través de las instituciones con proyectos planificados que poco favorecen los contextos locales y sus necesidades específicas” (Yáñez y Corcho, 2021, p. 21). Cuando se leen nuestras actuales políticas culturales, parece que están ahí para cumplir con el requisito de incluir a la cultura, no se señalan las estrategias que unifiquen la actividad cultural del país. Boisbaudry citado en Cruz (2021) reflexiona sobre el sentido amplio del término como un ecosistema compuesto por actores en interacción permanente. Un sistema donde se piensa en el nacimiento y crecimiento de las iniciativas, sus recursos materiales y su economía en una lógica horizontal en el cual se trabaja con el mismo objeto y territorio, por lo tanto, debe considerarse todo el tejido cultural en el mismo nivel. Las políticas culturales deben ser transversales e incluir a cada uno de los actores que participan en este ámbito.
Las políticas culturales de México no están cumpliendo con el objetivo de garantizar los derechos culturales de los ciudadanos estipulados éstos en la Ley General de Cultura y Derechos Culturales; hacen falta estrategias que promuevan un trabajo transversal, con objetivos compartidos a nivel nacional y que sean replicados a nivel estatal. De igual manera, no se define la asignación presupuestal para los proyectos y acciones en materia cultural.
La sociedad tiene el derecho de participar en actividades culturales que les abran una puerta a la sensibilidad y al desarrollo de valores fundamentales que les permitan tener una formación integral y desarrollar habilidades que los hagan ser seres humanos más estables y empáticos.
Esperemos que pronto se diseñen las estrategias necesarias para lograr que nuestras políticas culturales tengan un verdadero impacto positivo en el desarrollo social de México. El primer paso consiste en que haya una verdadera comprensión de lo que la participación cultural significa y la importancia de ésta para formar seres humanos integrales y con valores consolidados. Aunado a esto, resulta fundamental que haya interés en este tema, que se apoyen los proyectos de investigación en materia de cultura, que se deje de minimizar a la cultura catalogándola como entretenimiento y esparcimiento. La participación cultural puede convertirse en el antídoto para la actual violencia que se vive, no solo en México, sino en el mundo.
Manola C Manjarrez Álvarez