Es parte del show

Política
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En memoria de Alejandro C. Manjarrez 

Una vocación real, apasionante...

Era la década de los 70, mi padre, Alejandro C. Manjarrez trabajaba como delegado de la Aseguradora Hidalgo. Sus percepciones económicas le hubieran permitido, en aquella época, comprar un Galaxie último modelo cada mes, de haber sido su deseo. Decidió cambiar la vida cómoda y tranquila por una profesión en la cual decir la verdad y señalar la ineptitud y la corrupción de los políticos, era y sigue siendo una labor de alto riesgo.

La formación periodística

Las pláticas incansables con su tío Gilberto Bosques Saldívar y las visitas a quien sería su suegro, el General José Álvarez y Álvarez de la Cadena, jefe de estado mayor presidencial de Calles, debieron sembrar la semilla del periodismo, que luego germinaría en una gran vocación. Leía y estaba muy pendiente de la historia por su tío Froylán C. Manjarrez, director de El Nacional y ex Gobernador de Puebla, quien junto a Gilberto Bosques luchó para cambiar el país; presa de la dictadura porfirista.

Conoció las entrañas del poder. De adolescente vivió con su hermano mayor Luis, y su esposa Nina Ávila Camacho, hija de Maximino y sobrina consentida de Manuel, ex presidente de México. El influyente Senador Luis C. Manjarrez, tenía derecho de picaporte en la oficina del presidente Ruiz Cortines. Luis, apodado el “Senador Mercedes”, dueño de la única concesionaria en México, llevaba a su hermano pequeño de aprendiz como lo narraba mi padre. Más tarde su hermano mayor fue el titular del noticiero Clasa, visto por casi todo México. Alejandro C. Manjarrez siempre estuvo a su lado. Mi padre y el que esto escribe, fuimos las últimas personas que platicaron con Luis C. Manjarrez en los momentos finales de su vida. Para mi padre, Luis fungió como su padre.

La convivencia con Luis, José y Gilberto, determinaron el destino de Alejandro. José, Gilberto y Froylán, fueron todos diputados constituyentes de 1917.

El momento

Mientras trabajaba en la Aseguradora Hidalgo, comenzó a escribir en la revista de la aseguradora. Hacía entrevistas en la revista Impacto, la primera a Raúl Velazco.

Un día durante una tertulia con los hermanos Cantón y el director en aquella época de Excélsior, Regino Díaz Redondo, Alejandro fue nombrado corresponsal de Excélsior. En esa etapa, emocionado por la nueva vida, que siempre había querido, dejó la comodidad económica por el sinuoso camino de un periodista crítico del gobierno. En la época, donde los políticos eran intocables, y feroces contra sus detractores.

La nueva vida 

Su primera “mala” experiencia en el mundo del periodismo, fue encontrarse a los poblanos que se sentían dueños del gremio en Puebla, mismos que ofrecieron un millón de pesos para evitar que pusieran la corresponsalía de Excélsior en manos de Alejandro. Oferta que fue rechazada. Años después, las presiones de ese gremio, de la presidencia de la República y del gobernador de Puebla, lograron que dejara de ser corresponsal para emprender su oficio en medios de comunicación propios. Participó en los nuevos proyectos que prometían ser verdaderos defensores de la libertad de expresión. Por infortunios de la vida, aquellos periódicos y portales terminaron sometidos al gobierno en turno, y obviamente mi padre censurado completamente.

Trató de cerca con todos los gobernadores. Desde Jiménez Morales hasta Moreno Valle. Quizá el único con el que no habló fue con Tony Gali. En otra ocasión relataré su relación con cada uno de ellos.

Todos los mandatarios quisieron acabar con él. Uno de ellos lo mandó matar, sin éxito. Lo auditaron. Lo despojaron de una propiedad de 1000 metros con el aval de un notario. Los involucrados aún huyen de la justicia, con dos órdenes de aprehensión a cuestas. Enviaron mensajeros de la prensa a denostarlo, recogían las publicaciones que él dirigía. Lo amenazaban. Y mi padre jamás se inmutó, no le quitaban el sueño. Nunca dejó de escribir como siempre lo hizo. Decía: “es parte del show”.

Tuvo la suerte de contar con grandes amigos. Los mismos que recibían el encargo de perjudicarlo, le avisaban y lo ayudaban, claro, sin que el gobernador lo supiera.

Tenía pláticas con el aparato de espionaje de la Secretaría de Gobernación Federal. Funcionarios que le compartían la información de todos los grupos y personas involucradas con la vida política de Puebla.

Los gobernadores lo citaban en casa Puebla, para reclamarle sus escritos. Uno de ellos, con su dedo flamígero, acostumbrado a usarlo sin mesura, espetó: miente, la información que maneja en su columna es falsa. Terminó demostrándole que no mentía, que estaba mal informado por su gente. En ocasiones, ese intercambio, que debería seguirse haciendo, evitó problemas políticos de dimensiones insospechadas. A uno de ellos, quien lo hizo esperar más de dos horas para luego pedirle regresara otro día, le dejó un recado que no gustó nada. El mensaje fue: “Dígale al gobernador que chingue a su madre”. “¿Así?”, le preguntó la amable secretaria, y él respondió; “así mero”. Ese gobernador fue el que lo intentó “accidentar”, además de otras “linduras”.

La peor época

Sin duda fue el sexenio de Rafael Moreno Valle. El estilo autoritario y represor del ex gobernador era conocido y está plenamente documentado.

Rafa, como lo llamaba mi padre, recibía muy mal las columnas publicadas en varios medios. El director de comunicación social en turno, visitaba todas las redacciones para negociar convenios publicitarios a cambio de no publicar a Alejandro C. Manjarrez. Lo usaron como letra de cambio. Un medio estuvo buscándolo para que publicara en sus páginas su columna, lo hizo con tal insistencia que logró convencerlo, para después negociar también su convenio a cambio de quitar a Manjarrez de sus espacios.

Como “enemigo del gobernador” le llegaban expedientes con documentos, fotos, cuestiones personales. Datos de primera línea, información que jamás usó. Decía que con la vida privada, no.

Después de cada acontecimiento desafortunado, le decía a mi padre que reclamara, denunciara, gritara, pataleara. Su respuesta era siempre la misma: “es parte del show”.

A él lo bloquearon en todas las redacciones que querían mamar de la ubre presupuestal. No le importó tanto pues estaba inmerso en la era digital. Cualquier persona podía poner un blog y difundir sus ideas en Twitter. Las lecturas a sus artículos de opinión en medios digitales, superaron exponencialmente a la audiencia de los medios escritos que dejaron de publicarlo.

Como empresa, no podía vender ni una estampita de la virgen en ninguna parte. Una persecución encarnizada. Y él decía: “es parte del show”.

El único medio en Puebla que le permitió seguir publicando sus artículos, fue el periódico digital e-consulta. A Rodolfo Ruíz, siempre le agradeció su valentía, si no se lo dijo en persona, se lo comparto por esta vía.

Siempre me comentaba: el problema de los medios en Puebla, es que no hay unión. Si la hubiera, no habría existido un Moreno Valle, en el siglo XXI.

La tarea de los periodistas

Esa unión en los medios de comunicación en México, de existir, bien podría presionar al legislativo local o federal para que el acoso del poder público a la prensa se convirtiera en un delito grave. Con el objetivo de que el funcionario que ataque la libertad de expresión, sea destituido, encarcelado y obligado a la reparación del daño. Hoy una utopía en espera de dejar de serlo.

Mi padre contaba con un soporte familiar y propio, si no hubiera sido así, lo habrían fulminado en la época morenovallista. No lo lograron. Otras personas, periodistas y no, corrieron con una suerte totalmente distinta.

Cualquier periodista puede ser víctima de sofisticadas prácticas anti prensa libre. Es necesario que se tomen cartas en el asunto, y que jamás exista un escritor, columnista o reportero vulnerado, atacado, presionado de ninguna manera. El que ataca a la libertad de prensa, ataca la democracia. Acaba con México.

Agradezco infinitamente sus palabras de aliento y sus muestras de solidaridad para mi familia. A los amigos de mi padre, pocos pero verdaderos, también gracias. Hay mucho por hacer aún. Se quedaron miles de páginas esperando ser presentadas a sus lectores. Mi tarea.

Concluyo y dejo este párrafo escrito por Alejandro C. Manjarrez en su libro, el rostro olvidado (30 de Agosto de 1999) el día de su cumpleaños, hace 20 años: “Reitero mi agradecimiento a la colaboración intelectual de compañeros y amigos que me animaron a seguir escudriñando en la historia. Les prometo conservar el interés de publicar aquellos datos y hechos que encuentre entre los intersticios del archivo o que surjan de revelaciones provenientes de protagonistas y testigos confiables. Y a los detractores profesionales no me queda más que manifestarles mi asombro por la oscuridad mental que irradian, la cual, curiosa y paradójicamente, produce una extraña luz que sirve para iluminar los atajos por donde transitan sus denuestos, intrigas y deslealtades”. 

Hasta pronto 

Miguel C. Manjarrez

@ReplicaMiguel

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