Entrevista a Alberto Enríquez Perea

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Continúo compartiéndoles el libro De Viva Voz, Vida y Obra de Gilberto Bosques, editado por el Colegio de México.

Manola Álvarez Sepúlveda

 

En agosto de 1999, Lillian Liberman inició una serie de entrevistas audiovisuales a don Gilberto Bosques, quien unas semanas antes había cumplido cien años de edad.

En el festejo por su aniversario, Liberman conoció a don Gilberto y se entusiasmó con su personalidad, le pidió una entrevista, su respuesta fue, que cuantas ella deseara. Así a lo largo de siete sesiones, don Gilberto le narró diferentes momentos de su vida.

Al cumplirse 20 años de la muerte de Bosques, el Colegio de México decidió publicar íntegras las conversaciones que sostuvieron, y que ya les he compartido.

El libro recoge también entrevistas de Liberman a distintas personas que conocieron a don Gilberto o han estudiado su obra y conocen su trascendencia y algunos testimonios de quienes salvaron la vida gracias a su labor diplomática.

Ahora les comparto:

ENTREVISTA A ALBERTO ENRÍQUEZ PEREA

Háblanos por favor de las actividades de don Gilberto después de la Revolución.

Era un momento importante en la lucha política y en la parlamentaria, tanto en los congresos locales como en el federal con sus dos cámaras, la de Diputados y la de Senadores. Era una lucha parlamentaria en la que se defendían proyectos y visiones de los diferentes partidos políticos que en ese momento existían, y Bosques pertenecía a uno de esos partidos que proponía que no solo se respetara y se siguiera al pie de la letra lo que la Constitución de 1917 establecía, sino ir más allá y eso justamente se va logrando. Se quiere que los trabajadores sean agentes del verdadero cambio social y que los campesinos también se organicen y vayan más allá de los asuntos de su sindicato, es decir, se pretende que estas nuevas fuerzas políticas vayan rehaciendo y construyendo un país que creo nos merecemos y por el que todavía seguimos luchando; esos años son fundamentales en la política local poblana y en la nacional.

Después llega una etapa, digamos de reposo, de reflexión, no nos olvidemos de que él estudió en el Instituto Normalista, era profesor y dio clases mucho tiempo, de eso se mantuvo. Luego, la segunda o tercera etapa importante de la vida de Bosques es justamente cuando empieza a participar en la política nacional. Ya en los años de 1910 a 1917 había estado en la política, siguiendo a personajes muy importantes de nuestra historia, pero ahora hay un salto cualitativo, está luchando por ser el representante de uno de los distritos electorales de Puebla y quiere ganar para llegar al Congreso de la Unión y presentar una propuesta para apoyar de alguna manera a esa población que lo está proponiendo para ser su diputado federal. Lo consigue por medio del Partido Nacional Cooperativista y ahí empieza una etapa importante.

Estamos en los años del general Obregón, que son verdaderamente de mucha actividad política y parlamentaria. El parlamentarismo en México tiene una larga y muy interesante historia con grandes tribunos; creo que México se puede sentir orgulloso de que desde el siglo XIX,  cuando ya es un país independiente, y luego en el siglo XX, tuvo grandes tribunos. Las voces de los diputados y de los senadores eran verdaderas fuerzas, no solamente políticas sino también morales. De acuerdo con la situación del momento, se daba la lucha en el sentido de cuál  sería el rumbo del país, cuál su destino, qué se hacía con los dineros públicos, de qué manera se iban a resolver mejor las cosas para los trabajadores, cómo defender a ultranza la soberanía nacional…y ahí empezaron los acuerdos y también los desacuerdos.

Como siempre pasa en política cuando se llega a algún momento álgido, en el cual no se puede resolver el problema mediante la negociación política, se recurre a las armas, y esto fue lo qué sucedió en ese periodo, en el que cada uno de los grupos políticos va formando sus propias ideas, y ahí estará Bosques, quien va a acompañar a su cuñado, amigo y correligionario Froylan C. Manjarrez, en ese momento gobernador del estado de Puebla, y ambos se unen nada menos que a la rebelión dé Adolfo de la Huerta.

La vida a veces parece de película o nuestras vidas son de película. Había necesidad de pertrechar a las fuerzas delahuertistas, así que Bosques y otros compañeros se fueron a la Habana a buscar armas y cuando ya venían de regreso a México y el barco donde traían las armas ya estaba cerca de Yucatán, vieron a lo lejos una patrulla; sin dudarlo ante el peligro, tiraron las armas al mar. Si mal no recuerdo también traían dulces o algo así, y cuando llegaron a revisarlos no había armas había dulces… Vino entonces su aprehensión y casi el fusilamiento.

Me interesa destacar aquí una cuestión muy humana (no quisiera entrar en los detalles de la guerra, porque realmente Bosques no estuvo en ninguna acción bélica): no cabe la menor duda que cuando uno tiene una compañera con quien comparte la vida, toda la vida, uno puede decir que no solamente es afortunado en haber encontrado a la persona con quien uno va a pasar el resto de la vida, sino que además se comparten proyectos e ideales; en ese sentido la esposa de don Gilberto fue indudablemente una mujer excepcional, que se llamó María Luisa C. Manjarrez. Ella estaba en la Ciudad de México cuando tuvo informes de que su esposo había sido aprehendido y también se enteró de noticias bastante desagradables de sus hermanos,  que estaban en la rebelión delahuertista, y de repente supo que por allá por Progreso estaba Bosques que había llegado al puerto y había sido aprehendido y llevado a prisión, pero todavía le llegó la noticia más alarmante de que iba a ser fusilado.

Estamos a mitad de los años veinte, y ya se puede uno imaginar lo que era viajar de la Ciudad de México a la península de Yucatán a ver a su esposo y a medida que avanzaba en el camino le iban llegando noticias cada vez más desagradables, hasta llegarle a decir que Bosques había muerto. Sin embargo, Bosques no había sido fusilado y uno se pregunta ¿cómo es la suerte?, porque en efecto, Bosques iba a ser fusilado por las fuerzas contrarias al delahuertismo, pero se encontró ahí a un amigo y entre la amistad y los problemas que había como en todas las guerras, las órdenes se posponen o se contraponen, y así se fue aplazando el fusilamiento hasta que definitivamente él salió libre y resulta que, por su lado, Bosques estaba tratando de regresar a México y, por el otro su esposa estaba buscándolo. El encuentro debe de haber sido de lo más emotivo para ambos, que verdaderamente era un matrimonio excepcional: desde que se conocieron hasta que murieron fueron una pareja realmente extraordinaria. Ese es el aspecto que a mí me interesa destacar; lo demás, lo de la rebelión delahuertista, se puede documentar de otra manera.

Después de haberse reencontrado llegan a la Ciudad de México y Bosques tiene una actividad ya no política, sino de otra naturaleza. Pero de su momento político habría que decir que tuvo mucha suerte, porque muchos adversarios en esos años no siempre salían con vida. Contaba que un día paseando por la capital se encontró con Obregón; éste lo vio y ambos se sostuvieron la mirada; contaba también que por órdenes del propio presidente Obregón la dieta como diputado se la siguieron dando.

Termina esta etapa y luego llega el momento cuando se dedica a vivir la vida; pone una imprenta donde publica, entre otras cosas, la revista “El Sembrador”; en la imprenta, que se llamaba Aztlán, sacan un libro con poemas de López Velarde. Así se va el tiempo, poco a poco, hasta llegar a los años treinta, sobre todo 1934, donde empieza la mejor etapa en la vida política nacional de Bosques, que es justamente el Cardenismo.

En su campaña en Puebla también habían intentado matarlo, así eran las cosas en 1923, unos cuantos años después de haber terminado la Revolución, y todavía había muchos grupos y rivalidades políticas. La revolución delahuertista fue terrible, fue uno de los hechos armados más sangrientos, en el que se perdieron vidas muy notables de ambos bandos; las pérdidas en las rebeliones posteriores fueron menores porque justamente muchos de los actores políticos murieron en aquella.

Cuando en 1929 estalla la última gran rebelión, la escobarista, realmente se puede controlar. Recuerdo que un día fui al Archivo General de la Nación y revisé la documentación que había al respecto y pensé “para esa etapa el estado mexicano ya era otro, los actores políticos eran otros y tenían incluso planos”. El gobierno se pudo dar el lujo de tener planos, de saber quiénes eran los escobaristas y cómo y cuándo iban a levantarse en armas. Muy diferente de la rebelión delahuertista, que fue una explosión en la que participaron grandes militares y perdieron la vida hombres que uno dice “caray, otra suerte hubiera tenido el país si no hubiera habido ese levantamiento porque se perdieron verdaderas personalidades”. Motivada sobre todo por los Tratados de Bucareli, ésta es una etapa interesante a la que todavía hay que meterle mucho el diente. Estados Unidos vio con anticipación muchas cosas; hacía muy pocos años que en México había terminado el conflicto armado y todavía quedaban problemas muy complicados, ni más ni menos que la cuestión de la tierra, el problema de la banca, el desarrollo industrial, el arreglo de conflictos políticos y todo lo demás. Ahí sí me parece que los estadounidenses tuvieron una visión muy amplia.

Esto es realmente interesante porque se nos ha dicho, de una manera creo que malintencionada, que tuvimos épocas en la historia de México muy tranquilas, en las que no pasaba nada, lápidas pesadas por años en los que estuvo gobernando el partido oficial, y la verdad no es así, es parte de la demagogia, de la visión de los vencedores de hoy que tratan de imponer a la sociedad mexicana.

Cuando en 1929 se funda el periódico “El Nacional” como órgano del Partido Nacional Revolucionario, estamos gobernados por los revolucionarios y en la Presidencia de la República se encuentra el licenciado Emilio Portes Gil. Hay documentos en el archivo General de la Nación y en el archivo particular del embajador Gilberto Bosques, que hoy se encuentra en la Biblioteca Nacional, en donde se puede ver todo lo que hizo el presidente Portes Gil; por ejemplo que todos aquellos hombres que se habían exilado, como Froylan C. Manjarrez, pudieran regresar al país; habían pasado ya los tiempos de los enfrentamientos y era el momento de emprender en serio una verdadera reconstrucción del país. 

Es verdad que en 1929–1930 se vivió la crisis mundial más importante y que ésta tuvo una fuerte repercusión en la vida económica de México, sin embargo, urgía que se diera oportunidad a las nuevas generaciones de mexicanos y se pudieran alcanzar otros estadios de mejoramiento económico y político.

En ese tiempo empiezan a regresar los exilados, entre ellos Manjarrez, y por el vínculo familiar que tiene con Bosques trabajan juntos en ese periódico tan importante de los años treinta que fue “El Nacional”. Ahí se encuentran artículos y editoriales notables,  pero el vuelco se da justamente cuando empieza la campaña presidencial del general Lázaro Cárdenas, el candidato del PNR. Para ayudar mejor a la campaña, Bosques regresa a Puebla, donde nuevamente será elegido diputado y formará parte de la  XXXVI Legislatura del Congreso de la Unión  de 1934 a 1937, que es importantísima en la historia del país, entre otros hechos fundamentales, por el proyecto de educación socialista.

Era un proyecto que se venía trabajando desde la legislatura anterior y también en el Partido Nacional Revolucionario, más adelante llega como propuesta a la Cámara de Diputados, la cual designa a Bosques presidente de la Comisión de Educación, en la que se rodea de gente muy destacada como Luis Enrique Erro.

Algún familiar ha de conservar la máquina de escribir en la que Bosques empezó a redactar lo que sería la iniciativa de reforma del artículo 3º constitucional. Tuve el privilegio de ver los borradores, ahí están, sin ningún tache, seguramente hizo otros borradores, pero el que se conserva no tiene absolutamente ninguna tachadura. Se nota, sin duda alguna, que estuvo bien pensado, bien estructurado y que para 1934 hay un cambio muy importante en materia educativa: la educación socialista.

Por supuesto que durante la época de Cárdenas hubo otras iniciativas muy importantes, como la creación del Instituto Nacional de la Investigación Científica, y, por supuesto, la ley de expropiación del petróleo.

Había indicios desde la legislatura anterior y en el debate interno en el Partido Nacional Revolucionario, de que la educación socialista sería muy polémica, al grado de que todavía hoy los estudiosos no se ponen de acuerdo y no está claro ni siquiera cuál fue su significado, qué sentido tenía y cuál fue su alcance. Están las visiones extremas sobre lo que fue la educación socialista, si fue demagogia o solamente un afán protagónico o qué significaba. Creo que tenemos que consultar de vez en cuando el “Diario de los Debates” del Congreso de la Unión para darnos cuenta de lo que ahí sucedía y podremos ver que tanto la iniciativa como los discursos quizá lo que se proponían era una cosa tan sencilla, o en apariencia tan sencillo, como que hubiera en México por primera vez una educación nacional, pero con un sentido social.

La educación tenía que ser para todos, tenía que cumplir con el espíritu del artículo 3º constitucional, debía ser una educación gratuita, con sentido socialista, ya no era la educación laica del artículo 3º original; en los debates queda claro por qué se había avanzado a esta concepción. Además, tenía que ser nacional y llegar a todos los rincones del país; la experiencia de esta época en materia educativa es importantísima, los maestros realizaron una actividad como nunca antes se había dado; me atrevo a decir que fue incluso más importante que la labor de Vasconcelos, a pesar de que todo el mundo sabe que ésta fue un verdadero parteaguas en la historia educativa de México.

Ahí estaba quizá el punto de cómo hacer que la educación socialista trascendiera y fuera una educación que abarcara todo el país, ahí se encuentra Bosques defendiendo la iniciativa que en su momento se aprueba en medio de grandes aplausos.

En octubre de 1934, faltando pocos días para que el general Cárdenas, presidente electo, tomara posesión como presidente constitucional, ya empezaban a moverse los grupos políticos, los cardenistas, los callistas y los indecisos de siempre, que andan buscando acomodo según como sople el viento.

A principios de 1935 un grupo de 15 o 20 diputados encabezados por Bosques empiezan a formar lo que se va a llamar el ala izquierda del Congreso, de la  Camara de diputados. ¿Cuál es el objetivo de esta Ala Izquierda? En primer lugar, que el Congreso sea realmente una trinchera donde se capte y se trate todo lo relacionado con la política nacional; además, por ser un grupo cercano a los ideales de la Revolución mexicana, está indudablemente por la dignificación de la Presidencia de la República. Cuando llega el mes de junio y se da la famosa ruptura entre el general Calles y el general Cárdenas, este grupo minoritario, integrado sobre todo por diputados michoacanos, va a tener un papel protagónico en la política nacional, al dar su respaldo al presidente de la República.  Es un grupo que entiende que hay un nuevo momento político en el país, que hay una orientación clara, que se requiere un Estado verdaderamente nacional, con una política de carácter social, y que los diputados deben de apoyar al presidente en ese camino, sin dejar por supuesto de ser diputados nacionales.

A medida que se acerca el primero de septiembre, la pugna por el control de los cargos se hace más aguda. Sin embargo, aquel grupo minoritario se había ido convirtiendo en una mayoría, y quien va a contestar el primer informe de gobierno del presidente Cárdenas es precisamente Gilberto Bosques, el pionero o uno de los pioneros de ese grupo que fue el Ala Izquierda del Partido Nacional Revolucionario. La respuesta de Bosques al informe presidencial es verdaderamente importantísima; en la primera parte destaca la labor del presidente Cárdenas y en la segunda se refiere al compromiso de los diputados para seguir trabajando por el país.

Después de este hecho tan importante, Bosques se dedica otra vez a la actividad política en su estado natal, y ahí lleva a cabo una labor extraordinaria para convertirse en el precandidato a la gubernatura del estado de Puebla. Los contendientes son Gilberto Bosques y Maximino Ávila Camacho.

Vale la pena hacer una reflexión sobre estos momentos de la historia nacional, porque las masas se vuelcan, el país está viviendo una transformación: por un lado, el nacimiento de sindicatos obreros que se van a convertir en sindicatos nacionales y en organismos verdaderamente protagónicos de la historia del país; por otro lado, las organizaciones campesinas empiezan a integrarse en grandes centrales.

Por primera vez vemos organizadas a las masas de trabajadores, haciendo política y también defendiendo sus fuentes de trabajo; ahí está el caso de los petroleros y la expropiación del petróleo en 1938.

Pero también está la cuestión del voto, que es un asunto en ese momento bastante delicado, porque a pesar de que hay todas las garantías para  que el sufragio sea emitido, todavía existen prácticas que no se han desterrado, y justamente por esas prácticas se anula toda la posibilidad de que Bosques sea el candidato del partido al gobierno del estado de Puebla.

Hay quien dice que por fortuna Bosques no fue gobernador de Puebla y que por fortuna Bosques también empezó años después su carrera diplomática. Seguramente hubiera sido un buen gobernador, pero habríamos perdido a un gran diplomático. El hecho es que no llegó a ser gobernador porque hubo un fallo adverso, a pesar de tener las actas y testimonios fidedignos de que él ganó el plebiscito que lo llevaría a ser candidato a la gubernatura del estado de Puebla; ganó incluso en zonas que le eran tan adversas como, por ejemplo, el distrito de Atlixco y la capital del estado; en todas le ganó a Maximino Ávila Camacho. Fue una verdadera mala jugada del Partido Nacional Revolucionario no haberle dado el triunfo a Bosques, pero ese asunto quizá en otro momento se pueda expresar mejor.

Los trabajadores protestaron por esa decisión, no estaban conformes con el fallo del partido y fueron a la ciudad de Puebla a expresar su descontento, pero el fallo estaba dado y empezó entonces una nueva etapa para los trabajadores de Puebla, porque todo ese ímpetu, toda esa forma de luchar por tener un candidato suyo había fracasado, y la verdad sea dicha, el gobierno que llegó, el de Maximino Ávila Camacho, fue, como ya lo temían los trabajadores, un gobierno que los reprimió mucho.

Bosques, por su parte, sigue en el gobierno de la República, con su tarea de diputado federal, la cual termina en 1937; viene entonces otra etapa formidable aunque muy breve, quizá un año, el de 1938, como director del periódico “El Nacional”. La Guerra Civil española lleva ya poco más de un año y medio y las páginas de “El Nacional” son una verdadera muestra de lo que pensaba y sentía el gobierno de México respecto a la República española.

Hay que acabar con la idea de que era por simpatías del régimen, aunque no dudo que las haya habido, pero lo más importante es que el gobierno de México estaba actuando de acuerdo a lo suscrito en la Sociedad de Naciones: en caso de agresión, defender a un país miembro de esa sociedad y, además, algo mucho más importante todavía, México estaba defendiendo un gobierno legalmente constituido, legítimamente elegido.  Los españoles habían ido a las urnas, republicanos, socialistas, comunistas, con la orientación política republicana y de izquierda, votaron, ganaron y eligieron un gobierno presidido por don Manuel Azaña. Eso es lo más importante, que era un gobierno legalmente constituido, que además pertenecía a un organismo internacional, la Sociedad de Naciones, en el que si no mal recuerdo el artículo 6º o 7º del pacto establecía que en caso de agresión de un país miembro, era obligación de los países que formaban parte de esa sociedad defenderlo.

Esa es la cuestión ética y política del gobierno del presidente Cárdenas;  que no nos digan las derechas de cualquier tinte que era por simpatía política y era porque allá había comunistas y que aquí también teníamos un gobierno comunista, no. Era todo mucho más sencillo, era justamente defender un gobierno legítimo y el derecho de los españoles de darse el gobierno que quisieran.

Las páginas de “El Nacional” son verdaderamente maravillosas; ahí encontramos las colaboraciones más extraordinarias de escritores, poetas, analistas políticos, tanto mexicanos como extranjeros; esas páginas son un testimonio de la solidaridad de México con la República española.

En marzo de 1938 se vive el suceso más importante y definitivo en la vida política del país: la expropiación petrolera. Los testimonios tanto del embajador Daniels como de los archivos de Washington y los de la Secretaría de Relaciones Exteriores, demuestran lo que significó realmente la cuestión del petróleo, que sí fue un golpe duro y terrible que resintieron las empresas norteamericanas e inglesas.

Lo más interesante en el fondo eran dos cosas: primera, que el petróleo era la materia prima indispensable para el desarrollo de México, y segunda, que las empresas extranjeras invertían poco en México, todo lo que ganaban lo sacaban. Los impuestos que el gobierno mexicano obtenía de la industria petrolera se establecieron con Porfirio Díaz, después con el presidente Madero y luego con Carranza. En esos tiempos, los impuestos eran muy bajos, insignificantes, pero en la época de Cárdenas se empieza a negociar otro tipo de acuerdos, incluso los relacionados con los terrenos nacionales, que también el gobierno podía explotar para extraer petróleo. Las empresas se niegan a cumplir, nada más y nada menos con las obligaciones que dicta el país de acuerdo con sus leyes. Ese es el trasfondo, es decir, que las empresas no quieren reinvertir en México, que sus ganancias las sacan y las llevan a otros países y que cuando se les pide que cumplan con lo que establecen las leyes, no lo quieren hacer.

Todo eso lo trata Bosques en El Nacional muy bien, de verdad, por primera vez el periodismo se hace profesionalmente y se hace bastante bien. El Nacional es realmente un periódico nacional, con articulistas de primer orden, con las mejores plumas, y a partir de 1936, es quizá también un periódico moderno, que hace una labor periodística también moderna; si mal no recuerdo, por ejemplo, por primera vez se manda un corresponsal de guerra a España y lo hace El Nacional, y también tiene entre sus colaboradores a mujeres corresponsales. Es un periodo y un periódico que merecen ser estudiados con mucha profundidad, y ahí, por supuesto, Bosques es una figura central; su labor queda como testimonio de un gran periodismo, que por fortuna siempre se ha hecho en México.

A finales de 1938 empieza su vida diplomática, que es otra de las etapas más brillantes de su vida, pero ahora en el ámbito internacional.

Algo que es fundamental en el tratamiento de Bosques en los asuntos de la diplomacia es que se puede tener todo, incluso una excelente preparación y los títulos más importantes que haya dado la universidad, pero lo más importante es la sensibilidad política. Eso que hace de la diplomacia una suma de artes, ir viendo detenidamente cada caso, irlo planeando en sus justos términos. Para ello, el bagaje jurídico es indispensable, no cabe la menor duda, pero, ¿cómo ir desarrollando los casos?, ¿cómo planearlos?,¿cómo vislumbrar? y ¿cómo ver lo que más adelante puede suceder y con qué argumentos se va a poder contraatacar o contra argumentar? Ahí está justamente el proceso de negociación.

Así se abre entonces el abanico de posibilidades para una negociación, sin perder de vista nunca el interés nacional, el interés colectivo. Todo eso le exige al diplomático una gran sensibilidad; solo quienes por su educación o por sus contactos, o por algo que traen dentro, pueden hacer de la diplomacia un arte. Ni los títulos de doctor ni los conocimientos pueden sustituir lo fundamental: la sensibilidad política, encontrar el punto exacto donde se encuentra el problema.

Hay una fotografía que parece decir ”aquí está Bosques, con esa mirada de águila, esa mirada tan penetrante, esa expresión de que no se le pasaba absolutamente nada”. El más mínimo detalle es importante en la diplomacia.

Manola Álvarez Sepúlveda