Puebla, el rostro olvidado (El fortalecimiento de la CROM)

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EL FORTALECIMIENTO DE LA CROM

Las circunstancias que vivía el país hicieron las veces de invernadero para procrear líderes obreros. Nacieron a la vida pública Luis N. Morones, Vicente Lombardo Toledano, Fidel Velázquez, Antonio J. Hernández y otros más que por fallecimiento dejaron libre el universo laboral.

Cada uno de estos dirigentes tuvo su  estrella política. Antonio J. Hernández brilló y se fortaleció gracias a su inteligencia y habilidad, además del apoyo que le brindó Máximo Ávila Camacho, a quien el líder sirvió con eficacia y lealtad.

    Fabio Barbosa Cano, autor del libro “La CROM de Luis N. Morones a Antonio J. Hernández” (ICUAP, 1980), señal que al final de los años treinta la CROM se dividida en dos grupos, uno dirigido por el antiguo Acción y el otro por el Grupo Baluarte.

     Ambos se ostentaban como mayoritarios al interior de la CROM, pero en realidad ninguno lograba imponerse como dirección única. La facción de Morones enfrentaba serias dificultades, incluso dentro del grupo que decía controlar, ya que la dirección nacional militaba  a favor del Almazánismo y por ello era perseguida. Para los cromianos en Puebla, “en cuyas filas iba abriéndose paso la jefatura del antiguo obrero de la fábrica Metepec, Antonio J. Hernández”, las cosas mejoraron ostensiblemente cuando se aliaron a Maximino Ávila Camacho, hermano del secretario de la Defensa y futuro presidente de México.

     Durante el cacicazgo Avilacamachista, la burguesía poblana encontró en don Maximino a un gobernador extraordinario que “pacificó el estado sobre la base de una violencia brutal”. En aquel estilo represivo encajó la experiencia de los cromianos, para entonces ya acostumbrados a la violencia y las “vendettas”. Por ejemplo, Barbosa Cano comenta en su libro:

“En 1938, siendo gobernador Maximino, los cromianos asaltaron el local de la CTM en Tehuacán dejando moribundo a un trabajador y seriamente lesionados a otros (…) Las persecuciones que sufrían los otros grupos obviamente también creaban condiciones para la expansión cromiana (…) el vengativo Maximino liquidó al líder de la FROC, Filomeno Escamilla Ríos, en abril de 1942; al año siguiente (…) es abatido a tiros, frente al edificio de la Federación de Trabajadores de Puebla

(CTM) el secretario general de la misma, Leobardo Coca.”

    A pesar de esas sangrientas costumbres, la CROM impuso la práctica de proteger a sus agremiados y caminar de la mano del gobierno a fin de contar con su protección y apoyo. Por ello, prosigue Barbosa Cano;

    “La CROM de (aquella) etapa reconstructiva, reformula algunas (…) concepciones, y modifica (…) planteamientos y (...) prácticas y va al encuentro, al rescate, a la recuperación de algunas funciones reivindicativas, de gestión de problemas, de denuncias, de defensa de los intereses de sus agremiados que habían abandonado y perdido en el pasado. Sin modificar(…) su profundo y feroz carácter anticomunista, sin dejar de ser un aparato de violencia organizada contra todo intento de organización independiente y revolucionaria, se observa cómo revive un cierto lenguaje de combate contra la patronal”.

  Muchos de estos desplantes no podían tener trascendencia dados los estrechos límites que permitía la alianza con Maximino. Sin embargo, la CROM se apuntó varias victorias sindicalistas. Es ella precisamente la que dirige una de las huelgas más largas que se han presentado en México.  El 1 de septiembre de 1942, el sindicato cromista de la fábrica de hilados y tejidos La Trinidad de Santa Cruz, Tlaxcala, inició una huelga que habría de resolverse cerca de dos años después, el 7 de julio de 1944.

Cuando el conflicto obrero llevaba unos veinte meses, la CROM logró que el Consejo Obrero Nacional (primer antecedente del Congreso del Trabajo actual) votara por un paro nacional que debía realizarse a mediados de junio de 1944. La burguesía se quedó llorosa: “amenazan a las autoridades y al pueblo con una huelga general, cuando el país estaba en guerra…”. La patronal poblana consiguió un fallo al vapor de la Junta de Conciliación y Arbitraje de Puebla y con el ejército y un grupo minoritario de esquiroles tomaron el centro de trabajo. Dice Barbosa Cano que:

“Días después, el propio presidente, argumentando que el conflicto "ocasionaba una situación de intranquilidad que constituye una amenaza para la paz pública", decretó una ocupación gubernamental previa la indemnización a que hubiere lugar en la fábrica. Por supuesto, fue un triunfo de la CROM. Otro movimiento  victorioso (…) fue la huelga contra las compañías de Luz y Fuerza Motriz de Orizaba, de Tranvías, Luz y Fuerza de Puebla, y Eléctrica de Puebla y Eléctrica de Córdoba, que realizó a fines de 1941”. 

     Ya en 1944 el propio Morones reconoció que las organizaciones de Atlixco eran el principal sostén de la Confederación. Gracias a sus ligas con el Avilacamachismo, el grupo Atlixco logró por primera vez, después de casi dos décadas de expulsión, el regreso de los cromiamos al Congreso de la Unión. Y en 1943, Antonio J Hernández, de Metepec, fue quien los representó como diputado federal.

     José Ortiz Petricioli relata en su obra “El compañero Morones. Biografía de un gran líder”, una anécdota que establece la fuerza sindical y política que tenía el grupo de Antonio J Hernández.

    En vísperas de que Morones fuera sometido a una intervención quirúrgica por una trombosis que puso en peligro su vida, ordenó que se llamara a J. Hernández, y a Nemesio Viveros, a quienes instruyó: “si me voy de la vida (…) usted , Antonio, cite a un Consejo Nacional y asuma la Secretaría General, mientras llega la fecha de la convención”. 

     Otro de los eventos que comenta y que muestran a la CROM hegemónica de los cuarenta es el siguiente:

Morones al dejar la Secretaría General festinó su labor unitaria en reorganización y de reconstrucción de la CROM (…)

     “La convención XVI, celebrada en 1943, estuvo presidida de una sorda lucha entre los dos grupos que aspiraban al control, el más fuerte, más numeroso y con más sólidos apoyos políticos: el de Atlixco y el minoritario, de Orizaba, que tenía como base principal

el sindicato de la fábrica Santa Rosa, y jefaturaba a Eucario León (...) antiguo compañero de Morones en los días difíciles de la lucha Almazanista (…) Eucario estaba dolido por la preeminencia de los poblanos. Se quejaba, por ejemplo, de que para darle el triunfo al compañero Antonio J. Hernández, diputado por Atlixco, se sacrificó al candidato propuesto por Orizaba, el eucarista Pablo Ayala.

     Buscando impedir la ruptura, el grupo más cercano a Morones logró sacar adelante la clásica fórmula de transacción en estos casos: la XVI convención eligió como secretario general del CC a Florentino Maya, un ex ferrocarrilero, neutral, respecto a los dos grupos; pero se le dio a Eucario la dirección de la Federación Nacional Textil. Pronto quedó en evidencia que el nuevo ejecutivo era débil e impotente para manejar o controlar la impaciencia de los verdaderos factores de poder en el seno de la CROM. Casi resinada la convención, los agresivos atlixquenses desconocieron a Eucario separándose de la Federación Textil  y de la CROM en una clara confrontación de fuerzas.

     No se encuentra, por minuciosa que sea la búsqueda, diferencias políticas o programáticas entre una y otra facción. No hay programas, no hay ideas, no hay proyectos distintos como ocurrió en 1933 con el desprendimiento de Lombardo, o incluso en el 31 y 38, cuando se separaron los grupos Pérez Medina y los Baluarte, en donde por lo menos fue posible observar nexos con otras tendencias de burocracia política (…) En los métodos lo que se ve es la misma violencia homicida de uno y de otro lado. Por eso es necesario concluir que en la lucha de 1943-1944 en la CROM no hay más contenido que la lucha por la hegemonía.

    El arribo de la “mafia” al poder, como la llamaba Morones, en Atlixco sólo podía ocurrir por la vía de la violencia. En los meses que siguieron Eucario fue aplastado y Morones, junto con su equipo más cercano, fue obligado a compartir la dirección real. En el curso de esa lucha, un pequeño grupo de los sindicatos de Puebla, se alineó junto a los veracruzanos. Entre ellos estaban los trabajadores del primer turno de la fábrica San Juan Amandi. Los del segundo turno permanecían fieles a los de Atlixco. Los compañeros de un mismo centro de trabajo se enfrascaron en violentos zafarranchos.

     Esa lamentable situación tuvo su momento más dramático cuando el 4 de marzo de 1944 fue asesinado Hermelindo Soriano, secretario general del sindicato del segundo turno. 

    Una vez regionalizado el sindicalismo cromiano, Eucario León trató de encontrar mejores alternativas. Y después de formar la Alianza de Sindicatos Obreros y Campesinos de la República Mexicana (ASOCRM) transformada al poco tiempo en Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), se alió a la CROM, donde por cierto encontró a varios compañeros excromianos: “la nuevamente empequeñecida CROM era (…) casi exclusivamente poblana”.

“En tal situación casi de inmediato pasaron a la lucha por desalojar a los cetemistas de la región de Atlixco. En esa “zona de influencia” o territorio cromiano, tenían el control los lombardocetemistas. Entre las fábricas textiles que manejaban destacan El Volcán, El Carmen, La Carolina y La Concha. Los líderes cetemistas Odilón Rodríguez, Adrián Rojas y otros  empezaron a ser perseguidos. No siendo suficiente el destierro que sufrieron, también fueron asesinados. En esta labor, la magia cromiana contó con el auxilio del Coronel Maximiliano Ochoa, quien después de la masacre de trabajadores de las fábricas de materiales de guerra que consumó en 1941 frente a Los Pinos, fue protegido por Maximino Ávila Camacho transfiriéndolo a Atlixco.

    Finalmente en 1948 lograron que los últimos sindicatos cetemistas de Atlixco se pasaran a la CROM. Desde entonces celebran tal evento como el día de la unificación.

Alejandro C. Manjarrez