Las espinas de Bartlett (Crónicas sin censura 17)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Con el gobierno de Manuel Bartlett Díaz, se inicia en Puebla lo que bien podríamos llamar una justa y equitativa simbiosis política: el nuevo gobernador recibe una entidad que, a pesar de no haber perdido totalmente su pujanza, su fama industrial, su capital privado, su calidad educativa, y su clase política, se encuentra entrampada en una terrible crisis económica, cultural, burocrática, magisterial, agrícola industrial y comercial...

Los poblanos –por su parte– estrenan un gobierno cuya cabeza acaba de soportar y superar andanadas de señalamientos que pudieron haber alterado su proyecto personal, además de causar las obvias magulladuras y el deterioro perjudicial a la imagen pública que tanto había cuidado. La asociación de los dos entes, pues, podría provocar ventajas recíprocas (más nos vale) y, en consecuencia, los beneficios sociales que anhelamos los poblanos.

    La vida puso al nuevo gobernante en una situación difícil. Por un lado nadie duda de su experiencia y talento político, incluso comentan que para él, el gobierno de Puebla es algo así como una perita en dulce. Sin embargo, las expectativas políticas (léase sucesión) no le permitirán –ni a él ni a su equipo– el lujo de vivir de la fama y/o dormirse en sus laureles. Está obligado a demostrar porque fue secretario de Gobernación y de Educación Pública y uno de los "cardenales" presidenciales. De igual manera tendrá que enfrentar y aclarar todas y cada una de las agresiones y denuestos que –según parece– le tiene  preparadas la DEA con ayuda de los ya famosos testigos a sueldo, sujetos a la controvertida inmunidad que la justicia norteamericana otorga a algunos delincuentes.

    El nuevo gobierno se encuentra ante una realidad tan penosa como alarmante, no hay liquidez en el estado, la industria textil está en decadencia; entre siete y diez mil millones de dólares poblanos duermen tranquilos en los Estados Unidos; varios de los nuevos banqueros cuyas instituciones operan en Puebla no quieren saber nada de créditos para proyectos. Por ejemplo, sobre el Banco de Orienté, pesa una cartera vencida (en un solo cliente) de más de sesenta mil millones de viejos pesos; creció el influyentismo gracias a la complicidad entre políticos y empresarios; las trapacerías oficiales han puesto a la entidad poblana en los primeros lugares de miseria y corrupción (la Sierra Norte está considerada como una de las regiones más pobres e ignorantes del país); y existen tres enjundiosos cacicazgos, uno en la misma Sierra Norte en manos de Alberto Jiménez Morales, otro en la Región de Atlixco bajo la férula de Eleazar Camarillo Ochoa y uno más que depende de la hegemonía jurídica de José María Cajica quien maneja y reforma códigos, leyes y el Diario Oficial. Ello, además de la mala fama dejada por el gobierno piñaolayista.

    Cuenta la historia surgida de la imaginación y el pensamiento mágico de los frailes que la ciudad de Puebla fue edificada por un puñado de ángeles. Esta, que no deja de ser una bonita leyenda corre el riesgo de enriquecerse con otra alegoría basada en hechos reales: en apariencia los querubines se conjuraron para procrear en la entidad tres terribles calamidades: pobreza, atraso social, y rezago económico.

    Esta conjura de los serafines, convertidos en perversos demonios, podría desaparecer, siempre y cuando el nuevo gobernador lograra los extraordinarios apoyos económicos que se requieren. Entre los candidatos para protagonistas del indispensable impulso financiero, –además de la obvia inyección de Solidaridad–, se encuentran varios millonarios poblanos cuyas fortunas están guardadas en los bancos de los Estados Unidos: los Miguel, los Budib, los Cue, los Hadad, etc. Otros más, dedicados a especular con inmuebles son los Caso, Menéndez, los Montoto, y un puñado cuyo prestigio les ha ganado decenas de cortesías, de los más afamados centros de juego de Las Vegas.

    Como ve el lector, Manuel Bartlett Díaz tiene delante de sí la oportunidad de sacar las espinas que el destino le ha clavado. Esperemos que eso ocurra, porque de otra manera Puebla podrá ser una espina adicional, quizás la más punzante y dolorosa de su vida.

I/II/1993

Alejandro C. Manjarrez