Los protagonistas (Crónicas sin censura 16)

Réplica y Contrarréplica
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Bartlett entre Caciques.

Los caciques poblanos tienen una deuda con el pueblo que los ha sostenido en el poder y los mantiene ricos. Mientras que unos disfrutan de la buena vida, deciden el destino de su región y manejan hasta el cura del pueblo con importantes recaudaciones y donaciones, los otros, la gente común, viven en la miseria desarrapados, enfermos y con la esperanza de que la Revolución les haga justicia. 

    Esta afirmación no proviene del pasado, es actual y fundamentada en lo que hasta Manuel Bartlett, candidato del PRI, ha podido ver a pesar de las barreras que construyen sus compañeros de partido con la ilusión de ocultar lo que salta a la vista. El distrito de Ciudad Serdán es una muestra más de que en Puebla hay caciques, caciquitos y casicazgos, que no tienen nada de modernos, ni de solidarios, ni justicieros. Enseña en forma descarnada, como los caciques manejan y controlan lo que quieren, incluidos alcaldes y diputados locales y federales.

    Hace 20 años aquella región estaba dominada por Carlos Trujillo Pérez, abogado que hoy disfruta de una notaria gracias al doctor Alfredo Toxqui. El ahora notario puso orden y realizó un cuerpo de jóvenes políticos que paulatinamente ascendieron los escaños del poder público. Dos de ellos los hermanos Jesús y Melquiades Morales Flores, se desarrollaron bajo su égida, hasta que tuvieron la propia y Trujillo se aisló para disfrutar triunfos políticos y financieros. Las cosas marchaban bien para los Morales, hasta que se acercaron al rico del pueblo a fin de recibir el impulso económico de que todo político requiere cuando empiece su carrera y ¡zas!, que caen en sus garras. A partir de ese pecadillo formaron parte de los intermediarios del mecenas en la cosa pública llevándole agua al molino. Sin embargo, su talento político los ayudó a conservar su pizcacha de poder.

    Ciudad Serdán cabecera del Distrito XIII local y XII federal está controlada por Juan Cesin Musi, el comerciante y agricultor más rico del pueblo. Pudo obtener la alcaldía porque los hermanos Morales Flores lo introdujeron al ambiente gubernamental, una vez dentro, nuestro personaje se despachó como quiso y heredó la alcaldía a su cuñado Leopoldo Sánchez Navarro, primero (sin parentesco con el empresario cervecero de México), y después a Julian Hamud Montiel, su yerno. Ha manejado el PRI municipal y por ende a la estructura distrital. Quien tuvo la osadía de oponerse a sus designios, fue desplazado, mal informado o satanizado. Nadie, ni siquiera los hermanos Morales Flores con todo el poder burocrático y partidista que tienen han podido poner coto a las ambiciones de don Juan.

    En el país existen toda clase de casicazgos. La entidad poblana no tenía por qué ser la excepción empero, tenemos caciques que ponen, hasta ahora, dos facetas necesarias en este problema que es parte y causa del subdesarrollo mexicano, carisma y capacidad económica. El carisma de don Juan solo se manifiesta entre los poderosos, los pobres que son el 98 por ciento de aquella región, se ven precisados ​​a aceptar el peso del cacicazgo de Chalchicomula, o de lo contrario no hay créditos, obras, trámites, gestiones ni favores. Obviamente, don Juan es impopular en este sector aunque no se de cuenta por la ladinez de sus colaboradores y favorecidos.

    La riqueza y el poder siempre van de la mano. Sin embargo, son insuficientes para comprar sensibilidad y vocación social, a pesar de que sirvan para adquirir voluntades y simpatías además de sufragar gastos de campañas electorales.

    Piña Olaya no cayó en el garlito cuando visitó aquellos rumbos buscando el voto del pueblo, y según aparenta, don Manuel Bartlett tampoco se dejará impresionar por esas descargas de bondad priista. No estaría mal condicionar a los caciques cuyo interés sea electoral a que respondan al pueblo y lo saquen de la marginación, aunque para ello destinen parte de su fortuna. ¡Lo del agua, al agua!

Alejandro C. Manjarrez

2/VI/1992