Es un buen muchacho. Sabe adivinar el pensamiento de los poderosos. Su trabajo es efectivo. Conoce los laberintos burocráticos de la entidad. Está considerado como un experto en el manejo de la esperanza de los analfabetas.
Cuenta con algunas cualidades, sin embargo, todavía no tiene la solvencia política para encabezar la dirigencia de un partido lleno de complicaciones como el PRI estatal. Y, aunque no lo crea, la tribuna del pueblo todavía está en espera de un discurso suyo trascendente.
Adivinó usted. Me refiero al diputado local y suplente de senador Ignacio Mier Velasco, cuyo arribo al Congreso se debió a la influencia de la señora Matilde del Mar Hidalgo, quien, por si no se lo han dicho, tuvo a bien recomendarlo para organizar los comités de Solidaridad que dieron sustento a la campaña electoral del actual gobernador.
Dada su novatez, creo que nadie debe ocultar que al diputado Nacho le hacen falta la experiencia y el carisma que exige cualquier dirigencia política, en especial la del PRI poblano. Y menos aún, nadie debe correr el cuento de que será capaz de convencer a los priistas de viejo y nuevo cuño, cuya esperanza se cifra precisamente en la democratización interna y la carrera de partido prometida por María de los Ángeles Moreno.
Lo que son las cosas de la vida: es muy probable que de él dependa la sobrevivencia de ese instituto político, lo cual lleva el riesgo de causar terribles pesadillas al primer priista de la entidad. Verá usted por qué:
Para empezar, la posibilidad ha disgustado a los miembros del tricolor que hicieron su carrera en el partido, incluso ha sido motivo de frustración para quienes por suerte, recomendación o capacidad ocuparon cargos importantes y, como buenos nostálgicos priistas, desean lo mejor para su partido.
Muchos de ellos son presas de la molestia y puede ser que hasta estén enardecidos por el hecho de que antes de publicarse la convocatoria para ocupar la dirigencia, se supo que el diputado Mier era el bueno; que su designación venía de arriba y obedecía a una línea; que era el macizo y, en consecuencia, que se trata de decisiones verticales como las que entronizaron a Javier Bolaños Vásquez y Moisés Carrasco Malpica, considerados los dirigentes más oscuros que en Puebla han tenido el Revolucionario.
Por otra parte, con la noticia el PAN frailesco empezó a prepararse para echar las campanas al vuelo, pues debido a la probable presencia del bisoño Mier se fortalecería la candidatura de Ana Teresa Aranda para ocupar la dirigencia estatal (siempre y cuando la democracia blanquiazul así lo decidiera). Y si llegara a confirmarse que Germán Sierra se hiciera cargo del comité municipal del PRI, es casi seguro que Paco Fraile peleará su postulación a la alcaldía Angelópolitana, pues el senador priista le resultará contendiente ideal para su estrategia, que es la de Acción Nacional: ganar vía voto o “concertacesión” la capital poblana y con ello cumplir parte de su proyecto histórico, encaramarse a la gubernatura del estado.
Obviamente Ricardo Villa Escalera y las corrientes del PRD que lo postulan como buenos pescadores no dejarán pasar la oportunidad de agitar las aguas. Eso es debido a que de alguna manera también les caerá como anillo al dedo que el dirigente estatal del PRI esté profundamente identificado con los sectores de poder en Puebla.
Si todo lo que ha trascendido saliera cierto, es decir, que resultara ungida la fórmula Mier–Sierra, la convocatoria publicada ayer quedará como hito en la historia de las inserciones en apariencia democratizadoras. Servirá, pues, para concluir la etapa de los atoles con el dedo y despedir a los “grandes consensos unánimes”, como el que habrá de verificarse el próximo 4 de febrero, donde mil 488 delegados escogerán a un líder que apenas conocen.
¡Que Dios agarre confesados a los priistas!
1/II/1995