“Les comparto una semblanza de Gilberto Bosques Saldívar y dos de los poemas que su hija Laura me ha enviado para ustedes”.
Manola Álvarez Sepúlveda.
En el prefacio del libro Gilberto Bosques, La Diplomacia al servicio de la libertad Paris- Marsella (1939-1942) Stéphane Hessel nos dice:
Sus nombres son Gilberto Bosques Saldívar, Luis Martins de Sousa Dantas, Aristides de Sousa Méndez, Vladimir Vochoc... Estos hombres tienen en común haber asumido funciones diplomáticas en Francia durante la Segunda Guerra Mundial y haberse comprometido íntegramente en ayudar a aquellas y aquellos que por sus orígenes, sus ideas o sus funciones eran blanco de las fuerzas fascistas que reinaban en un Estado francés cómplice. Actuaron con valentía, arriesgaron su seguridad y su vida. Sin embargo su función es poco conocida.
Por eso el libro que Gérard Malgat dedica a Gilberto Bosques, cónsul general de México en Francia de 1939 a 1942, representa un justo homenaje que logra llenar una laguna.
En Paris y más tarde en Marsella y en Vicky, tras la derrota y durante la Ocupación, los diplomáticos mexicanos dedicaron todos sus esfuerzos a ayudar a los refugiados, Gilberto Bosques utilizó la diplomacia como un instrumento eficaz para auxiliar a todos los “indeseables”: republicanos españoles, antifascistas alemanes, austriacos, húngaros, italianos, yugoeslavos, judíos de la diáspora europea, todos perseguidos por la policía, los militares y los servicios secretos de la inteligencia francesa, alemana y española.
Organizó albergues, protegió a las personas buscadas, firmó miles de visas (visa al paraíso), acompañó a los refugiados más amenazados hasta la pasarela de acceso a los barcos.
En noviembre de 1942 los alemanes intervinieron “Manu militari” para poner fin a aquella intensa actividad, lo cual obligó a los diplomáticos mexicanos y a sus seres cercanos a una residencia forzosa (como rehenes) durante más de un año.
En 1920 Gilberto Bosques escribió en Puebla, como expresión de su sensibilidad el poema
PERDÓN
Yo te perdono, amada, en nombre de la Rosa
que otorga su perfume, sencilla y generosa
a las brisas que vienen y a las brisas que van;
yo te perdono en nombre
de las altas estrellas
que dejan en las almas sus luminosas huellas
de ensueño y de ventura, de amor y de verdad;
yo te perdono en nombre de la canción fecunda
que busca a los que sufren en la noche profunda
y trasmuta sus dudas en veneros de luz
yo te perdono en nombre del agua que se entrega
a todos los sedientos y por el bien que brega
es gota, nieve, nube, cascada y mar azul;
yo te perdono en nombre del ideal que aliento,
en nombre de mis lágrimas, en nombre del momento
en que surgen mis sueños y vuela mi canción;
yo te perdono en nombre de mi esperanza loca,
en nombre de mis besos proscritos de tu boca
y en nombre de mis noches de trágica ilusión.
Necesité quebrantos para entender la vida,
necesité silencios y sombra conmovida
para escuchar las voces y mirar el fulgor,
necesité orfandades para buscar abrigo
en la paz confidente que ha venido conmigo
...¡ y todo me lo diste quitándome tu amor.
Nota: se respetó la redacción, la puntuación y la ortografía original.