“Les comparto una semblanza de la acción diplomática del diputado constituyente y embajador Gilberto Bosques Saldívar, durante la Segunda Guerra Mundial. Su odisea ha sido reconocida internacionalmente por haber salvado la vida a más de 40 000 perseguidos de Hitler.
Además un poema inédito de Bosques, que representa otra faceta de su vida”
Manola Álvarez Sepúlveda.
“Las gestiones para el canje de prisioneros se llevaron a cabo en México por nuestra cancillería. Nosotros llegamos en febrero a Bad Godesberg. En abril, el representante del gobierno alemán en nuestro cautiverio, a quien llamábamos carcelero mayor, me comunicó que por lo qué se refería a México estaban terminadas todas las negociaciones para el canje; que nosotros saldríamos en breve.
Transcurrieron unos días y después éste señor, con satisfacción irónica, me dijo: Todo está terminado; pero nos hemos encontrado que en el caso dé México, el asunto ha sido entregado a Estados Unidos así es que se va a retardar su salida.
Efectivamente, nuestra cancillería entregó el caso a la Casa Blanca.
Al fin se nos comunicó que íbamos a salir y se nos condujo a Biarritz. De ahí seguimos en barcos que atravesaron hacia Lisboa. Allí estaba un barco con alemanes detenidos en México en el Cofre de Perote; en otras partes. No sé, parece según nos dijeron, que fueron 12 alemanes a canjear por cada uno de nosotros.
En Biarritz fue el primer tren de personal que partió con nosotros.
Ocupó el tren la legación, los 43 miembros del grupo mexicano, y los grandes heridos de guerra, los primeros grandes heridos norteamericanos que eran canjeados. Hombres mutilados en una forma dramática. Era lo que los alemanes dejaban salir.
Llegamos a Lisboa en donde se efectuó el canje. Estuvimos unos días en un barco llamado Gripsholm. El barco iba completamente iluminado en todas sus partes para poder identificarse en su recorrido hacia el sur, por la línea que trazaron los alemanes y luego al norte hasta Nueva York.
Desde nuestra salida de Biarritz entramos en relación con esos grandes heridos de guerra. Mis hijas fueron a los vagones que ocupaban los americanos. Les fueron a cantar canciones mexicanas y a animarlos un poco. En Lisboa también les habían llevado botellas de oporto, chocolates y canciones mexicanas. Luego ya a bordo les ofrecimos un cóctel. Esos grandes heridos de guerra eran una cosa verdaderamente impresionante, para no olvidarlo nunca. Uno de ellos llegó loco a Nueva York. Para despedirnos de ellos les ofrecimos una cena mi familia y yo.
Nos dejaron un álbum con firmas, dedicado a mis hijas por las atenciones que habían recibido.
Llegamos a Nueva York. El gobierno norteamericano nos envió al puerto unos automóviles; nos alojó en el hotel Waldorf Astoria. Se ofreció una recepción en honor de México, por los refugiados que habían sido auxiliados y, entre ellos personalidades importantes.
Los ferrocarriles norteamericanos me ofrecieron un carro para el personal, libre de cargos hasta la llegada a México.”
EL POEMA
AGUA ZARCA DE XAMEZCALA
Agua zarca de Xamezcala
hecha con rayos de luna
y con ópalos de madrugada.
Agua bellamente zarca
que teje sueños azules
para cuellos de torcaza.
Agua de cielo hechizada
con agonía de celajes
Y alborozo
de alboradas.
Agua dulcemente sápida
con suave jugo de anonas
y alientos de pitahaya.
Agua de fuga nostálgica
que modula los suspiros
de la más honda distancia.
Agua zarca de Xanezcala
Agua que bebe mi ausencia
agua que llevo en el
alma.
Godesberg, Alemania 1943.
Nota: se respetó la redacción, la puntuación y la ortografía original.